El fotógrafo Terry Richardson -uno de los más exitosos del mundo- ha sido objeto de denuncias durante casi dos décadas: se le acusaba de abuso sexual en el ámbito laboral, de aprovecharse físicamente de las modelos durante las sesiones de fotos. Su estilo es, cuanto menos, característico. Hipersexualizaba cada imagen e incluso participaba de ellas, saliendo retratado junto a los protagonistas. Es curioso: a pesar de que el fantasma del delito lleva pululando sobre el fotógrafo desde 2001, nadie ha elevado la voz más de lo necesario y eso le ha permitido seguir germinando su trayectoria con modelos de la talla de Barack Obama, Oprah Winfrey o Kate Moss, amén de dirigir vídeos musicales tan influyentes como el Wrecking Ball de Miley Cyrus o el XO de Beyoncé.
Sólo ahora, después de años practicando la podrida cultura del silencio, las acusaciones han hecho efecto. Cuenta Caryn Franklin, comentarista británica y profesora de diversidad en el mundo de la moda -que lleva en guerra contra el fotógrafo desde 2013- ha asegurado que gracias a las recientes acusaciones de acoso sexual y violación vertidas sobre el productor cinematográfico Harvey Weinstein, por fin la industria ha dado un paso adelante y se ha decidido a incluir a Richardson en su lista negra. Todo un rosario de revistas y marcas de moda han hecho pública su decisión de no volver a contar con él: de Valentino y Bulgari a Condé Nast, editor de las revistas Vogue, Vanity Fair y GQ.
“En la moda, personas como Richardson, que ocupan puestos tan poderosos, han sido, hasta ahora, considerados intocables, y da igual qué hayan hecho fingiendo que buscaban el ‘arte’, y da igual a quién hayan explotado. Es sólo parte del negocio en el que estamos”, subraya Caryn Franklin. “Existe un acuerdo que se basa en que, cuando una modelo entra en el set, cede su cuerpo, deja su personalidad en la puerta. Lamentablemente, nadie en un estudio está interesado en la opinión de la modelo, o si en la están forzando a hacer algo que la haga sentir incómoda”. Acusa a la industria de haber hecho “la vista gorda” y de preocuparse sólo ahora porque estos comportamientos delictivos “puedan causar daños a la marca”.
“Todas estas revistas y marcas de moda brillantes quieren alejarse de este olor desagradable lo más rápido posible para no estar implicadas, en lugar de enraizarse en un profundo deseo de cambio y de defender los derechos de la mujer”, remata. “La industria ha vivido en la negación y era mucho más fácil descartar los informes de las modelos acusándolas de ‘inexpertas’, y llamando a sus quejas ‘cosas de jóvenes tontas’. Había mucho dinero puesto en él. Le pagaban millones. Era más fácil ignorar el problema”.
Las acusaciones
A Terry Richardson se le acusa de haber coaccionado a jóvenes modelos femeninas, de haberlas explotado y comprometido a tener relaciones sexuales con él. Una de las imágenes más controvertidas que ha estirado la mente del imaginario popular incluye a una chica de 20 años que tuvo que practicar sexo oral a Richardson con la palabra “zorra” escrita en la frente. Un portavoz del fotógrafo ha asegurado que “Terry está decepcionado y harto de explicar estas viejas historias”: “Es un artista que ha sido conocido por su trabajo sexualmente explícito, por lo que muchas de sus interacciones profesionales fueron de naturaleza sexual, pero todos los integrantes de su trabajo participaron en él de manera consensuada”. Interacciones profesionales de naturaleza sexual. ¿Es una forma de reconocer parcialmente las acusaciones?
Otra de las historias la protagoniza, tristemente, la modelo Jamie Peck, que tenía 19 años cuando fue fotografiada por Richardson. Cuenta en los informes que le pidió que se sacara el tampón, se quitase la ropa y tuviese sexo con él. Liskula Cohen aseguró que se fue de un set de Vogue después de que Richardson y su equipo le pidieran que se quitara la ropa y simulara tener sexo oral. Aunque ella se negó, afirmó que otra modelo sí que accedió y ahora aparece eyaculada en las fotografías. Richardson ya explicó en una ocasión que siempre “respeta” a quienes trabajan con él, “reconociendo su libertad de elección y aceptando sus decisiones”.