Tantas veces me he perdido: dentro de tus ojos me he vuelto a encontrar. Cuando uno ve La Llamada -dirigida por Javier Calvo y Javier Ambrossi- y escucha esta vieja canción de Presuntos Implicados, le entran ganas de pintarse los labios y de romper con el hábito, sea religioso o no. Te persigue la melodía como una foto de los noventa, donde andabas más flaco y más hortera, pero también infinitamente más esperanzado. Ah, Cómo hemos cambiado, cantaba Sole Giménez.
Artista, madre divorciada, activista -cuánto cuesta llevarlo todo para adelante-. Soledad es enjuta, dulce y rebelde, aprieta los nudillos y sigue. Es de esas mujeres que sonríe con todo el cuerpo: con los ojos, con los dedos, con el mechón salvaje del cabello. Presenta su disco Los hombres sensibles y propone que replanteemos qué significa ser hombre -y estaría bien abordar la cuestión sin decirle a los críos que "los niños no lloran"-. Una vez se posicionó políticamente y desde entonces ha pagado a plazos ese precio. Con listas negras, con veto. No es un estigma, dice, “es la España en la que vivimos”. Lo resumía Gil de Biedma: “Sigo siendo de izquierdas. Y a veces, incluso en las noches, ejerzo, ejerzo, ejerzo”.
No tengo muchos días normales. Supongo que un día normal me toca llevar a mi hijo a clase, y luego estar en casa trabajando… pero para mí es otro día normal estar haciendo una maleta y cogiendo el AVE o viajando… mi normalidad es relativa. La verdad que lo que más hay en mi vida es trabajo, ya sea en casa o fuera. Si a mí no me dan trabajo, yo me lo invento.
De mi padre he heredado el trabajo bien hecho, el ser honestos y ser honrados, sobre todo, tener palabra, y de mi madre yo creo que he heredado el estar sobre las cosas. Creo que tengo una buena herencia. Mi madre es una persona muy trabajadora, no se asusta por nada, siempre ha sido muy valiente y muy rebelde, y yo he heredado esa rebeldía.
Es verdad lo que usted dice de que empecé en la música en el coro Basílica de la Purísima. Sí, sí. Con la Iglesia no tengo ninguna relación: como mujer no me siento representada por la Iglesia. ¿Y por Dios…? Pues depende de qué Dios. Con un señor con barba tengo poca relación, pero sí me considero una persona muy espiritual, y no creo que haya un solo y único Dios. ¿Qué pasará cuando nos muramos…? Yo para eso soy muy budista. Creo en la reencarnación. Tengo esa sensación.
España es un país democrático un poquito de los titulares, pero la verdad es que rascas un poco y hay gente a la que le cuesta mucho entender qué es la democracia, y la democracia es el respeto a la opinión ajena, también, aunque sea contraria a la tuya. Y estar en convivencia con esas diferentes opiniones, en buena armonía. Y sí, en España es difícil. Pero algo con lo que no se puede vivir es con miedo. Siempre va a haber alguien a quien le moleste tu opinión, aunque sea la mejor opinión del mundo. Sabiendo eso y sabiendo que te puede pasar una gran factura, como me ha pasado a mí… a mí me pasó factura, mi posicionamiento político me ha pasado factura. Yo di mi apoyo a un partido político y por eso me censuraron: es la España en la que vivimos. Lo estamos viendo diariamente, eso ocurre también ahora mismo. No debemos consentirlo. Es un ejercicio democrático hablar sin miedo. Que tenga esta opción no significa que te obligue a ti a tenerla, ¿sabes? Yo te respeto, respétame. Y ahora todo lo que vemos no es sólo falta de diálogo, sino de respeto, por parte de todos.
El machismo es una cosa que está en el ADN de la sociedad y hay posturas machistas, lamentablemente, en muchas cosas. Fíjate, es tan intrínseco que muchas veces no nos damos cuenta y lo permitimos. ¡Es tan habitual! Decimos “ay, es que es normal”. Como cuando mi abuela veía a la vecina, a la que le pegaba el marido, y decía “hija mía, te tienes que aguantar, porque esto es lo que hay”. Ahora la gente se aguanta un poco menos, pero se sigue aceptando que hay una superioridad de una parte, y es lamentable. Hay que ir trabajando para visibilizarlo, para tomar conciencia y que esto no siga pasando.
Posiblemente lo que opine ahora es un poco polémico, pero yo creo que no se está haciendo el trabajo adecuado. En una parte, creo que las mujeres estamos haciendo un gran trabajo de concienciación: oye, que estos son nuestros derechos y nuestros deberes, también. Ahí ha habido una evolución y una mejora. Pero lo que no se puede tener es el discurso de “el hombre es el malo”. Eso es un discurso nefasto. Porque en realidad no es así, tampoco. Por eso mi último disco se llama Los hombres sensibles. Es lo mismo que está ocurriendo en Cataluña. No podemos plantear un discurso de enemigos. Por mucho que haya hombres que sean unos cafres y acaben asesinando a sus mujeres. En ningún caso los justifico, pero no podemos generalizar y meterlos a todos en el mismo saco. Por una parte le estamos dando como argumentos para decir “no, vosotras sois las malas”, y, por otra parte, hay hombres que no se sienten reflejados en eso pero tampoco ven su sitio.
Nosotras hemos hecho una evolución, pero ellos no saben dónde ubicarse, están un poco perdidos. “A ver, el rol que tradicionalmente se me ha dado no me sirve”. Se necesita hacer una reestructuración de lo que es ser un hombre, igual que se ha hecho la reestructuración de lo que es ser una mujer. Sin enfrentamientos, sin polaridades. “Éste es el enemigo”. No, por dios santo, así no vamos a ninguna parte. Vamos a conseguir más asesinatos, más violencia, más falta de entendimiento, más conflicto. Hay que ayudar a que el hombre encuentre su nueva manera de ser un hombre con toda su masculinidad.
El camino de la reestructuración masculina va por la sensibilidad. Por la emotividad. Al hombre siempre se le ha negado la sensibilidad, y la ha tenido siempre, pero no podía reconocerla. Porque se le interpretaba por la parte femenina y se le decía “eres un marica”. No, hombre, no. Un hombre puede ser sensible, yo, de hecho, creo que la mayoría lo son, y muchos de ellos tienen ganas de decir “oye, que yo siento esto, que a mí me pasa esto”, y no por ello perder tu masculinidad. “Los niños no lloran”. ¿Cómo que no? Qué putada, hablando mal y pronto. Los hombres necesitan el discurso feminista y nosotras necesitamos las voces de los hombres. ¡Que hablen ellos también! No vamos a construir una nueva sociedad con las voces femeninas sólo. Necesitamos voces de hombres y mujeres. Los hombres no tienen que estar detrás, tienen que estar al lado. Lo que no pueden ser son los planteamientos radicales, ni de una postura ni del otra. Si me dices “el hombre es el enemigo”, estás hablando exactamente igual que un machista, pero al revés. “La mujer es la enemiga”. No. Además, estudias un poquito de Antropología y lo ves. El más fuerte no es el más fuerte, es el más inteligente.
Detrás de la prostitución hay un negocio inmenso. Esto lo sabe Mabel [Lozano] mejor que yo, pero juraría que en la mayoría de los casos, hay hombres detrás. Empecemos por ahí: ¿quién maneja los hilos? Porque son cuerpos de mujeres los que se están vendiendo en su mayoría. También de hombres, no nos equivoquemos tampoco. La prostitución tiene muchas caras, y habrá alguna que sea consentida, pero detrás hay, sobre todo, esclavitud. Y eso no se puede consentir. Hay que abolir la esclavitud, y luego ya ver cuántas mujeres se quieren dedicar a la prostitución. Cada una es dueña de su cuerpo, pero vamos a quitarnos la máscara que hay detrás. Y si dentro de unos siglos hemos conseguido eso… veremos quién se quiere dedicar a esto. La pornografía… a mí lo que me duele es el concepto “mujer objeto”. Eso se queda corto. Estamos llamadas a ser algo más que eso. Pero ahí cada cual… que opine.
¿Cómo criar hombres sensibles? Bueno, yo creo que el ser humano nace bueno. Usted no es madre, pero si coge a un niño pequeño, pensará “pero, ¿y esta cosa? No hará nada malo en la vida. Si hace algo malo, algo tendré yo que ver, porque esto es lo más puro que hay”. El hombre nace bueno y con las circunstancias puede ir pervirtiéndose. Yo creo que el ejemplo es lo más importante que le das a una persona. Porque le puedes hablar mucho, puedes llevarlo a escuelas, tal… pero ¡el ejemplo! Es uno de los pilares. Yo a mis hijos los he criado a base de ejemplo. A base de hablar, hablar, hablar y razonar. Y luego si te sale que le gusta mucho el fútbol, pues qué le vamos a hacer (ríe). ¿Qué hacemos, lo devolvemos?
Del amor he aprendido que es infinito. Se habla de amor y me hace mucha gracia, porque no es “amor de pareja y ya”. Ahí no se acaba. El amor es un estado en sí mismo, creo yo. Es una manera de ver el mundo a través de los ojos del amor o a través de los ojos del odio. ¿Que le dé un consejo amoroso? ¡Já! Me lo tendrían que dar a mí. Yo ahí no he tenido mucha suerte. Tendría que empezar a jugar a las cartas.
No seamos ingenuos. Venimos con una carga machista brutal, una herencia que sale por todos los poros de cada uno de nosotros. Y a la hora de escribir, claro, se han escrito canciones brutales. ¡Parece que no nos acordamos de La Movida…! Canciones tremendamente machistas. Había barbaridades. Eso ha ido cambiando y no cambiará de un día para otro, radicalmente. Lo que me preocupa a mí de eso es que la juventud acepte ese tipo de roles, que no tome conciencia de que eso es negativo. Cuando entiendes el amor de pareja como algo posesivo, ya te estás equivocando. Ya hay un problema ahí.
El otro día lo hablaba: tenemos la sensación de que tú vas construyendo… yo, por ejemplo, con la edad que tengo, tengo dos hijos, los he educado, hemos hecho un recorrido… y parece que lo que he aprendido de la vida lo ha aprendido mi generación, la siguiente, ¡y que ya no hay que repetirlo, ya está aprendido! Es como “bueno, como yo he aprendido a conducir, los niños nacerán sabiendo conducir”. No. Hay que insistir. Esto es la lluvia fina. Tiene que calar. Hay que adoctrinar, que es lo que están haciendo algunos en negativo, pero en el respeto. Y en que el amor no es posesión. ¿El perreo? Vale, bien, pero, ¿tú te das cuenta de lo que está diciendo éste? ¿A ti te parece bien que te trate como un objeto que sólo sirve para eso? Cuestiónatelo. Lo importante de la educación no es el conocimiento, sino fomentar el cuestionamiento.
El nacimiento de mi hija me pilló en pleno boom de Presuntos implicados. Y sí, le escribí la canción de Mi pequeño tesoro. La conciliación es difícil, pero las mujeres ahora tenemos que trabajar, estar en casa, y quieras que no todavía la pareja no… en mi caso tuve suerte y el padre de mis hijos estuve ahí y gracias a eso pudimos conciliarlo bastante bien.
En 2008 presenté Felicidad. ¿Que si sé ya lo que es…? Pues un estado de ánimo. Lo tengo clarísimo. Es una opción. De hecho creo que es algo que no nos enseñan pero que nos podrían enseñar también. Es como cuando ves una película, hay opciones: algunas personas se fijan en lo negativo y otras en lo positivo. Todo está ahí. La felicidad es un poco eso. Yo me levanto y ¿qué opción tengo? Tengo la opción de “joder, mierda, hostia”, de ir quejándome por la vida, o decir “qué guay, qué oportunidad, oye, qué bien, ¡qué ojos más bonitos tienes!”. La gente que piense que la felicidad es algo ajeno a ti y que está ahí fuera esperando a que llegues y la encuentres… pues esas personas dudo que tengan raticos de felicidad. Yo la practico diariamente. La felicidad es como ir al gimnasio. Las emociones dependen mucho de cómo pensemos, y en la sociedad judeocristiana nos enseñan a sentirnos culpables, a pensar en negativo, todo ese rollo. La alegría se aprende.
Que cómo hemos cambiado, me pregunta usted. ¡Que Cómo hemos cambiado desde la Transición…! Oiga, vaya análisis me está haciendo (risas). Se cambió mucho, mucho, mucho, y ahora estamos un poquito como pa’trás. Tengo esa sensación… la del retroceso. Retrocedemos en todos los ámbitos. En el cultural, desde luego. Espantosamente. Estamos cogiendo miedo otra vez. Yo en la Transición era jovencita. Viví la última etapa de Franco y recuerdo aquel miedo. La gente tenía miedo dentro. Y la gente fue liberándose y encontrando su sitio, y España encontró su sitio, y nos sentimos alegres y liberados, y empezamos a trabajar. Pero la crisis vino y ¡pam!, volvimos al miedo. La sociedad está un poco adormilada porque hemos venido de años de bonanza, nos iba muy bien a todos, y ahora estamos amedrentados, confusos, no se sabe muy bien… cómo reclamar. No nos gustan las cosas pero no sabemos bien cómo reclamarlas. Es una sociedad en la que estamos muy comunicados pero muy dispersos. Es una comunicación brutal, pero de individualidades que no llegamos a cohesionar.
Me pregunta usted que en qué noto el retroceso cultural, pues en qué va a ser, en que la cultura es el patito feo de España. Pero en los años ochenta, noventa, nos lo creímos un poco… y luego empezamos a ser molestos, nos quitaron de en medio y seguimos ahí. Fuimos molestos para el poder. Esa es la función de la cultura, también. Yo no milito en ningún partido, sólo estoy en un órgano consultivo. Soy socialista, pero creo que la socialdemocracia está un poquito perdida, porque no se ha adaptado a los cambios que necesita la sociedad. El centro-derecha tomó una parte de las reivindicaciones que se hicieron desde el socialismo y nos quedamos sin discurso. Hay que rehacer ese discurso y más ahora que se está aceptando como “normal” el retroceso de los derechos. España sigue votando al PP por miedo. ¿A qué? Pues en las últimas votaciones, a los “extremistas”, para ellos, de Podemos… supongo. No lo sé. Pero yo no soy de una religión, ni de un partido político, tengo un alma rebelde. Puedo comulgar con una forma de pensar, pero en algún momento no. Hay mucho que hacer y mucho que criticar.
A mí la gente que piensa que lo ajeno, lo de todos, lo público, se lo puede quedar… no me importa el color que tenga ni de qué partido sea: a la cárcel. A-la-cárcel. Y aquí se ha tratado con vergonzosa tibiedad a los corruptos. El PP, sí. ¿Y CiU? ¿Y el PSOE en Andalucía? No podemos ponerle sólo un color. La corrupción no es un color, es un cáncer. Lo pudre todo. Muchos de los políticos que tenemos en este país no deberían estar: unos por hacer la vista gorda con la corrupción, y otros porque no saben hacer su trabajo. Si yo fuera a un escenario y dijera que no sé cantar, está claro lo que me dirían: “Hija, ahí está la puerta”. No entiendo cómo en España, en vez de sacar banderas, no sacamos un “dimisión, de todos”. Es lo que yo pediría: dimisión. ¡No servís! Llevamos cinco, diez años viendo que no servís. Y aquí estamos sacando la banderita… ¡por favor! ¿No se da usted cuenta de lo que está pasando? Cada uno arrima el ascua a su sardina y salimos todos perdiendo. ¿Dónde nos van a meter estos locos? ¿Dónde nos van a meter estos inconscientes?
Yo nací en París. ¿La patria? Yo soy el capitán de mi destino… las fronteras son cicatrices que nos dejó el pasado, como dijo Juan Gabriel. Si por mí fuese, existirían personas, ciudades, pueblos, con su encanto, con su cultura, con sus tradiciones, con su lengua, con sus cosas preciosas que nos ha ido dejando el poso de la Historia… pero ¿que eso nos enfrente a otro? No. No hay bandera que valga si me enfrenta a alguien. He nacido en un sitio, me he criado en otro, vivo en otro, viajo por todo el mundo. Mi bandera es la de la humanidad. Y cuando vengan los de fuera, mi bandera será la del universo. A mí no me verán con banderas.