Esta es la breve historia de un periódico que desapareció antes de tiempo, como todo lo que voló el Golpe de Estado que acabó en Guerra Civil. El Sol quedó eclipsado con la noche del franquismo y el final de la libertad de expresión. El próximo uno de diciembre, el periódico mejor preparado para el futuro a las puertas de la revolución de los medios de comunicación de masas habría cumplido un siglo. Por eso hoy lunes y mañana se celebra el Congreso Internacional dedicado a este periódico, en la Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón y la Asociación de la Prensa de Madrid.
Ocho rotativas fabricadas especialmente para el periódico lo convertían en el más veloz de Europa: vomitaban 30.000 ejemplares por hora. En 1930, la maquinaria era tan avanzada que sólo había otras dos similares en el mundo: las del New York Times y las del Evening Post, también en Nueva York. Eran capaces de tirar 120.000 ejemplares de 12 páginas en una hora. Para triunfar había que tener algo más que el mejor equipo en redacción.
Había que estar a la altura de la demanda, entre 1915 y 1931 se estima que la tirada diaria total de los periódicos españoles pasó de 1.200.000 a 3.000.000 de ejemplares. Alfabetización, aumento de la renta media, disminución del horario laboral. La clave. “La capacidad progresiva de los pueblos se mide fácilmente por la importancia, el prestigio y la dignidad de la prensa que posean”. Las comillas son de Nicolás María de Urgoiti (1869-1951), el empresario papelero que se inventó El Sol, con la complicidad intelectual de José Ortega y Gasset (1883-1955), para formar de urgencia una opinión pública a la altura de las circunstancias.
Sin amarillismo
Aquellos dos universos paralelos -la empresa y la intelectualidad, plutocracia y metafísica- quedan trabados en un modelo inédito hasta ese momento en España: una empresa periodística sin subvenciones estatales, que apuesta por la modernización industrial para ofrecer el mejor producto y el más caro, renunciando al amarillismo, el sensacionalismo y los sucesos. Ahora lo calificaríamos de impopular y algo suicida. De hecho, a Urgoiti los números de las cuentas no le salían y tuvo que inventarse un vespertino muy popular, mucho más barato y mucho más rentable. Y lo llamó La Voz.
El origen de El Sol llevaba grabado a fuego su ADN: el enfrentamiento con los poderes establecidos. Sin condiciones, sin rehenes. Prensa libre para denunciar y corregir. Unos años antes Urgoiti, director general de Papelera Española, escribía al marqués de Valdeiglesias para contarle que quería crear “un gran periódico de amplias ideas con el fin primordial de defender las industrias del país”. El ciudadano no estaba en el centro de la diana del empresario, a pesar de querer erigirse como una publicación socialista.
Personalidad luminosa
Debía ser un periódico que fuera “notario y motor del cambio social, para contribuir a vertebrar y rescatar la sociedad civil secuestrada por el Estado”, con solvencia, procurando informaciones y opiniones responsables, donde la crónica de sucesos apenas tenía hueco, en busca de un público ilustrado. Gonzalo Redondo escribió en Las empresas políticas de José Ortega y Gasset (Ediciones Rialp, 1970) que El Sol tenía como “modelo el centro izquierda de altura, matizado, burgués y anticlerical de Les Temps. Las reformas introducidas por José Nicolás de Urogiti [hijo de Nicolás María] hicieron que en lo externo del periódico cobrase un notable parecido con The Times”.
El Sol pretendía “salvar los obstáculos que lastraban la vida de la prensa española: la insuficiencia de capital, la escasa importancia dada a la presentación material, la falta de organización para la venta y para recoger la fuente principal de ingresos: la publicidad, y, por último, la carencia de personalidad definida”, escribe Mercedes Cabrera, en La industria, la prensa y la política. Nicolás María de Urgoiti (1869-1951), publicado por Alianza (1994).
El periódico emergía en un momento político extraordinario, en el que las instituciones de la Restauración hacían agua y los partidos dinásticos, en vías de descomposición, a duras penas mantenían el control de la situación, y a pesar de ello se resistían a todo cambio significativo. De hecho, El Sol surge de la escisión ideológica en el seno de El Imparcial, provocada por Urgoiti para llevarse a Mariano de Cavia, Félix Lorenzo y José Ortega y Gasset. Tocaba un liberalismo de corte reformista.
Moderado y reformista
Estrenaron redacción, en la calle Larra 8 de Madrid, periodistas como Cavia, Julio Camba, Salvador de Madariaga, Ramón de Goyenuri (corresponsal en Londres), Corpus Barga (corresponsal en París), Federico de Onís (en Nueva York) o el dibujante Luis Bagaría, con una línea en el dibujo tan clara como directa en la crítica. Y los artículos diarios de Ortega y Gasset.
Una nota manuscrita en 1918 por Urgoiti sobre la línea editorial seguida por El Sol señala: “Deseamos tener la simpatía del español de tipo medio con ansias de mejoramiento político sin perturbaciones materiales, ganando también la simpatía de las derechas más cultas y de las izquierdas más moderadas”. No era un empresario al uso y su producto era el desarrollo de una España moderna, sin revoluciones ni oligarquías, un capitalismo respetuoso con el bienestar obrero. Si eso es posible.
El Sol no hablaba nunca de toros, no publicaba los resultados de la lotería, costaba el doble que el resto (10 céntimos) y se estructuraba en secciones. Buscaba un público de profesionales liberales que estaba en pleno desarrollo y les ofrecía calidad de información y más papel que el resto. El Sol se inscribía en la visión liberal, laica y moderna de la burguesía, y cuya expansión definitiva sucedería con la expulsión de la vieja España (la oligarquía dominante). “Pero acabaría fracasando por carecer de una amplia base social”, como apunta Jean-Michel Desvois, catedrático emérito de Lengua y Culturas Hispánicas en la Université Michel de Montaigne-Bordeaux 3.
Periodismo libre
La jugada era muy arriesgada: hacer periodismo libre. Por fin. Y representar un peligro para los poderes establecidos, desde la política a las ideas. Urgoiti procuró defender a la redacción de los intereses creados. Pero los tenía en casa, en la Papelera, propietaria de los talleres que imprimían el diario. No fue capaz de evitar que El Sol acumulara una importante deuda por el suministro de papel, ni tampoco que el consejo de administración interviniera en la línea editorial del diario cuando mantenía una crítica fuerte contra el poder. Sus artículos (demasiado libres) no beneficiaban a los intereses papeleros.
Así que Urgoiti terminó abandonando primero la dirección de La Papelera para quedarse con la de El Sol. En 1930, cuando el periódico se había decantado por la República, retoma la senda monárquica, y en abril de 1931, a las puertas de la proclamación de la República, Urgoiti vende sus acciones. El brillo de El Sol se había esfumado, ya sólo quedaba por venir la decadencia.
El periódico continuó su trayectoria hasta la Guerra Civil española, cuando se produce la última de las escenas de la vida del periódico antes de su eclipse. Con la entrada de las tropas franquistas en Madrid, un grupo de falangistas toma las instalaciones del periódico y se adueñan de las rotativas para imprimir el nuevo diario Arriba, periódico oficial del régimen. Un final sin luz para un periódico que se acercó tanto al sol, la libertad, que se quemó las alas.
***El Congreso Internacional sobre el centenario de El Sol tendrá lugar los días 13 y 14 de noviembre en la Fundación José Ortega y Gasset - Gregorio Marañón. La conferencia inaugural correrá a cargo de Pedro J. Ramírez, director y presidente de EL ESPAÑOL. Habrá mesas en las que se abordarán la "Biografía de El Sol"; "Periodismo de calidad y calidad democrática"; "Nuevos formatos de comunicación social"; "El Sol, un periódico de intelectuales"; "La vida cultural en El Sol"; y "Crítica y estética en El Sol".