La Real Academia Española (RAE) tiene reservado un sitio especial para la mujer: el banquillo. Ellos se quedan con los asientos, con sus letras mayúsculas y minúsculas, y confirman que la expresión “sexo débil” (definido en el Diccionario como “conjunto de mujeres”) se utiliza mucho en la Academia. La institución que da fe del uso de las palabras, insiste en el de esta expresión -a pesar de la movilización social-, y asegura que la mantendrá “con intención despectiva o discriminatoria” en la actualización del Diccionario en las próximas semanas.
El “sexo fuerte” (definido en el Diccionario como “conjunto de hombres”) vota este jueves por mantenerse así de fuerte en el seno de la Academia. Los 46 académicos -8 mujeres- decidirán quién será el nuevo académico que ocupará la silla “J”, cuyo anterior titular fue el dramaturgo, pintor y escenógrafo Francisco Nieva (1924-2016). Los aspirantes son el escritor Alfredo Conde Cid (Orense, 1945) y el filólogo, escritor y crítico Carlos García Gual (Palma de Mallorca, 1943). Ni una mujer.
De las ocho mujeres que componen la cúpula de la RAE, 6 (Aurora Egido, Soledad Puértolas, Carme Riera, Inés Fernández Ordóñez, Paz Battaner y Clara Janés) accedieron en los últimos 7 años. En la Academia son conscientes del problema, pero en el mismo plazo han entrado 9 hombres (10 si se resuelve la votación de mañana a favor de Carlos García Gual, como se prevé).
Para más inri, la última incorporación a los 46 sillones académicos fue el arabista Federico Corriente Córdoba (Granada, 1940), que ocupó la plaza de Ana María Matute (1925-2014). El pasado mayo se frustró la entrada de quien representa una generación de periodistas y escritoras que han luchado por la igualdad: Rosa Montero (Madrid, 1951), que habría dotado a la RAE de una imagen acorde a la actualidad.
Sin embargo, la recién galardonada con el Nacional de las Letras, en reconocimiento a su trayectoria, quedó apeada de la silla “M”, vacante desde el fallecimiento del poeta Carlos Bousoño (1923-2015). Su contrincante era Carlos García Gual, que volverá a repetir este jueves. Ninguno de los dos logró la mayoría de sufragios necesaria en la última de las tres votaciones previstas, que supuestamente son secretas. Para resultar elegido académico, los votos de cada uno de los propuestos deben ser la mitad más uno de los académicos presentes en el pleno. Al no alcanzarse ese número, la vacante no se cubrió y se volverá a convocar de nuevo.
La jugada anti-Montero
Hace unos meses, Rosa Montero, en la presentación del libro Escribe con Rosa Montero (con ilustraciones de Paula Bonet), dijo que no volvería a dejar que la presentaran a una candidatura. “No voy a dejar que me presenten”, dijo. “De entrada tuve una sensación de alivio, yo quería salir pero me iba entrando cada vez más agobio: soy hiperresponsable y si hubiera entrado en la Academia sería para trabajar mucho. Luego, me ha fastidiado más”.
García Gual sí aceptó la nueva candidatura tras el empate. Es muy poco habitual que suceda de manera tan seguida. La primera candidatura de Carlos Cargía Gual fue avalada por Carmen Iglesias, Francisco Rodríguez Adrados, Juan Luis Cebrián. La segunda: Carmen Iglesias, José Manuel Sánchez Ron y Miguel Sáenz.
El problema para la escritora fue que presentaran la candidatura de García Gual “justo después” de la suya. “Me pareció una pena para los dos”. De hecho, desde la Academia aseguran que no tuvo sentido enfrentar a los dos aspirantes teniendo dos sillas (la “M” y la “J”) en juego. “Podrían haberse repartido los votos. Pero las filias y las fobias fulminaron las aspiraciones de Montero”, explican las fuentes que prefieren no figurar con su nombre.
Tenemos un problema
“El actual director ha dicho muchas veces que es una situación que la Academia tiene que corregir, pero con las plazas vitalicias es muy difícil conseguirlo. Lo de Rosa Montero para la Academia habría supuesto un cambio de imagen, habría sido una muy buena elección”, añade la fuente de la institución, que echó de menos un acuerdo entre académicos para lograr unas votaciones favorables tanto a una como a otro. “Es muy feo que presenten a gente que no tienen la talla [en referencia a Alfredo Conde Cid] y luego no sepan negociar a favor de la Academia”.
Efectivamente, Darío Villanueva, director de la RAE desde 2014, ha reconocido el problema de la RAE en entrevistas: “Evidentemente, la Academia arrastra un déficit que es necesario resolver. Estamos intentando ganar el tiempo perdido. No existe prejuicio hacia la presencia de la mujer. Lo que pido es que a los actuales académicos se nos juzgue por lo que hacemos ahora y no por lo que se dejó de hacer años anteriores”.
La institución tiene un problema y mañana jueves volverá a reincidir en él, como ocurrió con María Moliner, que también quedó en el banquillo. Sin la silla de los hombres.