Carlos García Gual: “No creo en la paridad inmediata, de golpe”
El filólogo ha sido elegido por los académicos para ocupar el sillón "J" de la RAE. Accede tras un polémico empate con la escritora Rosa Montero.
30 noviembre, 2017 20:38Carlos García Gual (Palma de Mallorca, 1943) ha sido nombrado académico y se sentará en la “J”, que dejó el dramaturgo Francisco Nieva (1924-2016). En la votación ha quedado apeado, tal y como estaba previsto, el escritor Alfredo Conde cid (Orense, 1945). Gual asume el cargo después de haber sido propuesto por segunda vez y de manera consecutiva, tras el polémico empate a votos con la escritora y periodista Rosa Montero (Madrid, 1951).
En aquella ocasión pelearon por el sillón “M” -todavía vacante-, que dejó fuera de la Real Academia Española (RAE) a una mujer dispuesta a poner al día la antediluviana institución. Sus enemigos internos plantearon un adversario fuerte para frenar la llegada de Montero, que prefirió rechazar la segunda propuesta de candidatura consecutiva. De no haber sido así, la partida habría acabado en tablas, porque los avalistas de Gual han perseverado con tesón en su jugada maestra. El Diccionario define esta situación: “encastillarse”.
Una vida de dioses
Al margen de la jugarreta, García Gual es un extraordinario helenista que ha dado la vuelta a la mitología griega para hacernos entender lo importante que es tenerla presente siempre. Para entendernos, se ha dedicado a que las epopeyas que consagran el pasado sean himnos del presente. Estudia y difunde los relatos sobre la guerra y el sufrimiento, la crueldad, la humanidad, su fragilidad y el destino en la vida de un hombre cualquiera, como en la de Homero.
No está tan lejos la épica del ahora, cuyo objetivo es convertir el pasado remoto en algo tan inmediato para nosotros como nuestras propias vidas. No son tan inmemoriales como pretenden hacer creer quienes gobiernan los planes de estudio de este país. García Gual, autor de Historia mínima de la mitología (Turner), ha enseñado que Homero es luz, un milagro que ilumina desde un extremo de la civilización humana el opuesto. “Vivimos en un mundo de gente mediocre y uniformada, interesada en la grandeza económica”, explicaba a este periodista el recién académico cuando presentó su último libro.
Machismo académico
Su llegada trae el río turbio en la voluntad por la igualdad. La pérdida de Rosa Montero deja a la RAE con 8 académicas y 38 académicos. De las ocho mujeres que componen la cúpula de la RAE, 6 (Aurora Egido, Soledad Puértolas, Carme Riera, Inés Fernández Ordóñez, Paz Battaner y Clara Janés) accedieron en los últimos 7 años. En la Academia son conscientes del problema, pero en el mismo plazo han entrado 10 hombres.
“Las Academias antes apenas tenían mujeres, no sólo la española”, asegura a este periódico el recién nombrado. “La cultura tradicional ha estado en manos de una élite masculina. Ahora hay 8 y hace 20 años había una o dos. En el futuro habrá más. Es un rasgo de toda la cultura: la presencia femenina ha sido injustamente mínima. Eso se puede ir remediando progresivamente, pero no de golpe. No creo en la paridad inmediata, de golpe”, dice Carlos García Gual a este periódico.
Paridad sin prisas
Apunta el catedrático de griego en la Universidad Complutense de Madrid, que ahora hay muchas más mujeres que hombres en los puestos de decisión de la Universidad. “No creo que haya un techo de cristal. Tiene que ver más con la tradición, que estaba dominada por científicos hombres. Eso debe ir cambiando poco a poco, crecerá la presencia femenina, sin introducir por ello porcentajes inmediatos. Va siendo un mundo cada vez más femenino, en 20 años habrá más mujeres en la RAE”, añade.
¿Para qué sirve un académico? “No he meditado mucho sobre la función del académico, aunque me hayan propuesto por segunda vez. Es un reconocimiento a mis estudios e investigaciones. Pienso que la Academia sigue siendo un importante centro de la cultura española. Es un honor estar aquí y cooperaré en lo que parezca, pero no tengo ideas muy precisas sobre la función que puedo desempeñar. No conozco a fondo la labor de la Academia. No sé muy bien qué puedo aportar. No soy especialista en lexicografía, sino en literatura y literatura humanista. Son otros los que me han propuesto”.
Crisis humanista
García Gual es pesimista en la batalla y la da por perdida, porque “la cultura de masas está más bien dirigida al consumo y lo tecnológico, a lo rentable y lo rápido”. “El humanismo está en mala situación y los gobiernos no lo favorecen”. Esto es así. “El humanismo abre nuevos horizontes en la vida personal”. Para el profesor, quien no conoce los grandes textos clásicos, se pierde algo muy importante. “Sólo importa lo rentable. Pero el humanismo cuidaba la formación personal, la del individuo, para que tuviera una memoria y una fantasía más amplia. Hoy eso es un lujo. Los enemigos del humanismo son la tecnología y la rentabilidad”, dice tajante.
El académico jota mayúscula defiende la tradición y su relación con el mundo actual, porque los clásicos siempre tienen algo más que decir. Lo decía Italo Calvino. No son clásicos porque sean antiguos, sino porque pueden releerse indefinidamente. Eso es García Gual, un maestro de lecturas que ayuda a leer mejor.
Mejor, conservadores
¿Y a definir mejor? “Ya sabe que no es la Academia la que marca las pautas, sino el pueblo. Las fricciones con el Diccionario se dan porque se interpreta mal a la Academia, que sólo sanciona los usos y marca unas líneas culturales. No inventa nada”. El problema es creer que la expresión “sexo débil” sigue vigente y no en desuso. “Todas las Academias son de por sí un tanto conservadoras y creo que debe ser así. De hecho, yo represento la línea de atención a los helenismos y a la tradición clásica”.
Experto en literatura comparada, recuerda que el académico ni prohíbe ni impone, “sólo señala tendencias”. “Sexo débil se ha usado tiempo atrás, pero es cierto que podría decir que es anticuado. El Diccionario siempre puede parecer un poco anticuado, porque la evolución de la lengua ahora cambia muy deprisa y la Academia va siempre un paso atrás. La obligación de la Academia también es registrar si una palabra ha quedado anticuada”.