La Guerra Civil dejó a España rota por la mitad. España se tiñó del rojo de la sangre y del negro de una dictadura que durante 40 años acabó con la libertad de una sociedad que agachó la cabeza y aceptó con resignación. La gente andaba cabizbaja, sin ganas. Ni siquiera el arte se atrevía a levantar la voz ante el riesgo de ser perseguidos o incluso asesinados. Entonces llegó un estudiante de Salamanca y consiguió devolver la memoria a todo un país. Nadie esperaba que Basilio Martín Patino, hijo de católicos conservadores y hermano de curas, fuera a ser el azote que necesitaba España, pero así fue.

El cineasta fallecía este año a los 86 años y dejaba consigo la filmografía más comprometida con la libertad de la historia de nuestro cine. Eso, unido a un riesgo creativo que le llevaban a experimentar con las técnicas más novedosas, le convirtieron en una voz única y necesaria en las épocas más duras de nuestra historia reciente. La etiqueta autor se queda corta al hablar de un director que hasta los últimos años de su vida se mantuvo con la cámara a pie de calle, como demostró en Libre te quiero, su documental sobre el movimiento del 15M, retrato imprescindible de uno de los momentos más importantes para la política española de la última década. Libre te quiero era el cierre perfecto a su carrera. La demostración de que su trabajo no había caído en saco roto. Tras pedir libertad y compromiso la gente salía a la calle a decir ¡Basta!

Ni él mismo podía imaginar aquello cuando realizó sus primeros cortometrajes El descanso (1957), El parque (1958) y Tarde de domingo (1960), y mucho menos con sus primeras películas, donde empezó a chocar contra la censura de Franco una y otra vez. No parecían importantes en otro corto Torerillos (1963), pero se acrecientan con su ópera prima Nueve cartas a Berta, en la que el franquismo mete tijera y recorta escenas que les parecían ofensivas al régimen o a la religión. Patino comenzó a rodar el filme el 14 de abril de 1965, y no sería una casualidad. La película, que cuenta la historia de un joven que vuelve a España enamorado de una mujer extranjera hija de un exiliado y se enfrenta a su novia de toda la vida, fue vista como un canto a una juventud que tenía que dejar atrás un régimen totalitarista y apostar por la libertad. La película se estrenó con éxito en el Festival de Cine de San Sebastián, donde ganó la Concha de Plata, y se estrenó con éxito el año siguiente.



Sus siguientes pasos lo llevaron fuera de la industria del cine español, donde era imposible ser libre, la característica que él más valoraba en el arte.. La crítica a Franco y su dictadura que se intuía en su ópera prima se convirtió en el centro de su obra en tres documentales que suponen la mayor radiografía al régimen hecha desde sus entrañas. Ninguna de ellas se estrenaría hasta la muerte del dictador, pero los documentales Canciones para después de una guerra (1971), en el que usaba imágenes del NO-DO y canciones de la época para recorrer la posguerra española; Queridísimos verdugos (1973), con entrevistas a varios verdugos de la época y a familiares de ajusticiados; y Caudillo (1974), fueron una auténtica revolución y uno de los cantos antifranquistas más poderosos de la historia del cine español. Estos dos últimos, como otras de sus obras, tuvieron que ser realizados de forma clandestina. La dictadura hasta pidió la destrucción de sus obras.

La valentía de Marín Patino, su afán de retratar lo que pasaba en España, le han hecho pasar a la historia como el cineasta que devolvió la memoria a un país que la estaba perdiendo y que se empezaba a acostumbrar a la dictadura. Esto se demostró en Caudillo, donde se valió de material documental ya rodado para retratar a Franco. Al estar vetado tuvo que recurrir a archivos extranjeros. Se estrenó en octubre de 1977, tras ser machacada por la censura y con intentos de boicot por sectores franquistas. Martín Patino se planteó hacer un filme de ficción sobre Franco, pero se dio cuenta de que sería un error hacer que alguien imitara al dictador.

"¿Dónde iba a encontrar un actor que se pareciera a Franco? Encontré algo mejor. He tenido la fortuna de tener a Franco haciendo de Franco. Esto es algo impagable. Tiene una fuerza brutal. Ningún guionista hubiera imaginado una historia mejor que lo que de verdad fue la guerra civil, a través de sus documentos orales y gráficos. Para mí es un ejercicio de sinceridad, de liberación; parece pedante, pero es así. No se me puede acusar de insincero. Con estas tres películas, estrenadas sucesivamente, yo he pretendido dar mi visión. Tengo derecho a equivocarme. Respeto a los demás y quiero que los demás respeten mi mirada particular sobre nuestro pasado inmediato”, decía el director cuando consiguió estrenar sus obras.

Por si fuera poco Patino fue uno de los creadores de la Academia de Cine, ahí está su firma en el acta fundacional. Aunque la industria le diera la espalda él lucho por ellos, les ayudó a crear su casa, pero, sobre todo, luchó porque en esa casa se pudiera hablar en libertad.