Cuentan los trabajadores de The Guardian que eran pocos los que realmente conocían a Peter Preston fuera de la redacción y eran menos aún los que podían decirlo dentro. Sin embargo, cuando en 1983 el caso de Sarah Tisdall le explotó en la cara y puso su cargo a disposición de la empresa, las pintas que tomó aquella noche con sus compañeros de redacción al otro lado de la calle le demostraron un cariño que le hizo seguir adelante. Durante los 20 años que dirigió el diario -de 1975 a 1995- lo rescató, lo revolucionó, lo modernizó y lo hizo todo al menos otra vez. Una de las figuras clave del periodismo europeo de finales del siglo XX que ha fallecido hoy en su casa a los 79 años a consecuencia de un melanoma.
Ninguno de los periodistas que coincidió con él en una redacción dudó jamás de su compromiso, su versatilidad, su olfato periodístico o su inigualable talento para la innovación. Lo demostró cada día. Desde que comenzó a escribir en Cherwell, el periódico universitario del St. John's College, en Oxford. O en sus inicios profesionales en el Liverpool Daily Post en 1960. Fue, sin embargo, en The Guardian, al que llegó en 1963, donde dejó evidencia de su maestría.
Peter Preston quería escribir y lo hizo de todo y en todas partes. Política fuera de los entresijos de Westminster, Ghana, Chipre, la guerra entre India y Pakistán... para terminar como columnista y con el peso de púrpura que imponía ocupar el espacio de la conocida The London Letter. En su primer año apenas se tomó un día libre y dejó las vacaciones para otro momento. Con un estilo tan peculiar como renovado, Preston consiguió dar el siguiente salto en sus ambiciones. Por fin le llegaba el momento de dirigir una sección y demostrar las ideas revolucionarias que bullían en su cabeza.
Tenía tan claro en su cabeza lo que quería hacer en aquella sección de informaciones políticas de segunda línea que en su primer día al frente de la sección reunió a todo su equipo para informarles de ello -siempre hay un bar al otro lado de la calle cuando de redacciones de periódicos se trata-. A la vuelta a la oficina el aire que se respiraba incluía una dosis extra de motivación. Tenía 30 años y en poco tiempo pasó a ser el responsable del cierre y de la portada del periódico, donde, una vez más, modernizó las técnicas y revitalizó las páginas de información del diario.
Su canto de cisne, el que sirvió para acceder a la dirección del periódico gracias a sus conocimientos sobre el periodismo que venía y a pesar de las dudas que despertaba el desconocimiento absoluto de su filiación política personal y de la división interna que produjo aquella decisión, pues los más jóvenes de la plantilla le querían a él y los veteranos apostaban por John Cole. Corría junio 1937 y Peter Preston tenía 37 años cuando, finalmente, accedió a la dirección de The Guardian.
Al igual que en sus últimos días de vida, cuando como columnista de The Guardian y The Observer, -la última se publicó el 31 de diciembre de 2017- se mantuvo firmemente opuesto al brexit o los independentistas catalanes -cuando parte de su familia se mudó a Cataluña él llegó a firmar dos de sus novelas desde allí: 51st State (1998) y Bess (1999)-, a Preston le tocó lidiar como algunos de los momentos más trascendentales de tiempo. Eso incluía los problemas internos, como los económicos en sus primeros años como director, que solventó con audacia al sacarse de la manga una sección de educación que convirtió en referente de anuncios clasificados de trabajos para universitarios o aquella otra de sociedad que las administraciones locales acogieron con auténtico fervor.
Es más, Preston tuvo que lidiar con la fuga de talentos que se produjo en The Guardian cuando Rupert Murdoch aterrizó en el Times y con los daños colaterales que se creían que no llegarían pero que efectivamente provocó el nacimiento de The Independent en 1986. Fue su rediseño del periódico, a medias con David Hillman, lo que revolucionó una vez más el diario a pesar de las dudas iniciales sobre su planteamiento y volvió a posicionarlo prácticamente en idéntica situación de preeminencia a la que disfruta hoy por hoy.
Además, Preston estuvo relacionado con la prensa española a través del periódico El Mundo. Cuando Pedro J. Ramírez fundó el diario en 1989 conoció a Preston en el Instituto Internacional de Prensa, lo que motivó al director de The Guardian a invertir un 4% en la cabecera española de la cual formó parte del primer consejo de administración, donde luego estuvo representado por John Hooper.
Y todo ello lo hizo con un brazo inmóvil, porque Peter Preston, con apenas 10 años, vio cómo la polio se llevaba por delante a su padre y le dejaba a él dos años tirado en una cama. Dicen que ni una sola vez se quejó públicamente de ello y que no le gustaba ni que lo mencionaran. Peter Preston falleció en su casa a causa de un melanoma que se le reprodujo hace 10 meses. Tenía 79 años y le sobreviven su mujer, sus hijas gemelas y dos hijos varones, además de tres nietas y ocho nietos.