Para que lo entiendan en una frase: apostatar de la Iglesia católica es más fácil que recuperar los derechos de una canción. Los autores y compositores musicales españoles arrastran un vía crucis que los empobrece desde 1987, cuando aparece la Ley de Propiedad Intelectual en democracia, y determina que una empresa editora puede quedarse con la mitad de las ganancias de sus derechos de por vida.
Si usted fuera de las pocas personas que siguen comprando discos y pagara por uno 10 euros, debe saber que el autor de las canciones que el músico interpreta recibirá unos 50 céntimos por su trabajo. Y esto pueden hacerlo de por vida. Aunque parezca increíble, las compañías pueden despachar contratos que hipotecan a perpetuidad los derechos de los autores. Basta con cláusulas escondidas entre eufemismos y verborrea incomprensible.
Los escritores, mejor
Los contratos no se expresan con claridad. En ellos no se lee: "El autor cede la mitad de sus derechos por toda la vida y 70 años después de su muerte". No, evitan reflejar con claridad el plazo. Lo que dicen es: “Por todo el tiempo de protección que la Ley otorga a los autores, sus sucesores y derechohabientes”. Otra fórmula es "por todo el tiempo de Copyright". Y los autores firman pensando que la Ley les protege, pero no es así.
De hecho, la Ley protege a la otra parte, a los editores. El artículo 71 es el gusano de la Ley de Propiedad Intelectual que permite la ruina de los autores. Es un gol por la escuadra de las compañías discográficas (editoras, al tiempo) a los autores el día en que se redactó la Ley de 1987.
Este artículo anula la posibilidad de la extinción de un contrato una vez pasados diez años, como sí ocurre con los contratos de edición literaria. Lo estipula el artículo 69 de la Ley de Propiedad Intelectual: “Por el transcurso de diez años desde la cesión si la remuneración se hubiera pactado exclusivamente a tanto alzado”.
Discriminación histórica
De esta manera, la norma discrimina a los autores musicales frente a los escritores, es decir, vulnera el principio de igualdad del artículo 14 de la Constitución española. Y lo viene haciendo desde hace treinta años sin rectificación. Ni siquiera teniendo en cuenta un precedente tan sonado como el juicio ganado por Carlos Cano a Movieplay y a Fonomusic, cuya sentencia devolvió al compositor e intérprete la propiedad de la autoría y de las grabaciones de cuatro de sus discos más importantes…. Tras 10 años de litigio.
En 2018 se cumplen 20 años desde que un juez determinara que aquello de “para toda la vida” y “para todo el mundo”, “sin necesidad de preguntarte” es ilegal. Además de la propiedad de sus canciones recuperó todos los master de todas las grabaciones, es decir, nadie podrá hacer nada con esos temas sin negociar con el autor o sus herederos.
La recuperación de un repertorio es una excepción amparada por el artículo 71 de una Ley que el Gobierno de Mariano Rajoy tiene la obligación de iniciar su reforma en las próximas semanas, si no quiere enfrentarse a la multa de 100.000 euros de la UE. Lleva tres años de retraso desde el cierre en falso de la última reforma. Cuando el Gobierno inicie el trámite del Real Decreto se abrirá la oportunidad a la oposición para pugnar contra el artículo 71. Así lo anunciaba Eduardo Maura (Podemos) en Twitter: "Tenemos toda la intención de hacer propuestas a corto y medio plazo para acabar con una discriminación histórica".
Ahora o nunca
“Es el momento de acabar con este artículo de una vez por todas”, explica a este periódico la abogada especializada en propiedad intelectual, Mónica Sevil. Ha presentado una enmienda al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, para que el artículo 71 sea eliminado. También lanzó en Change.org una petición dirigida al Ministerio para la anulación del mismo. Y es la abogada del Langui, cantante de la La Excepción, que desde hace una década mantiene un litigio por contra Zona Bruta y Warner por lo mismo que Cano hizo en su día.
Cuenta la abogada que desde que empezó a trabajar hace 25 años en el sector estos contratos son los habituales y se siguen haciendo. ¿Por qué firman los músicos esos contratos con esa cláusula? Porque quieren sacar el disco como sea “y se dejan llevar”. Además, la oscuridad de la redacción facilita el engaño. “La mayoría de ellos ni siquiera son consciente de lo que firman”.
Has matado a Kennedy
Juan José Castillo, ex director gerente de la Asociación de Compositores y Autores de Música (ACAM), asegura a este periódico que en estos momentos cualquier editorial sigue pidiendo a cualquier autor nuevo el 50% de sus derechos a perpetuidad. “Los artistas firman lo que sea con tal de la fama, pero con el paso del tiempo entienden que lo más importante es comunicar al público su obra. No hay nada más importante que eso, pero antes uno firma, incluso, que mató a Kennedy. No hay otra”, cuenta en referencia a una frase de Caco Senante. “En el momento en que te ponen ese contrato delante, con veintitantos años, te lo tragas”.
La Excepción firmó con Zona Bruta y Warner y cedieron todos los derechos. “Por esa cesión me dieron un adelanto mínimo y ellos se quedaron con un 50% limpio. No nos dimos cuenta de esa cesión, porque la clausula no estaba clara. Cada vez que canto una canción mía o suena en la radio, ellos se llevan la mitad de lo que me corresponde. Por no hacer nada. Y si quiero hacer algo con esas canciones no puedo sin su permiso”, cuenta Langui.
Robarla ilusión
Cuando el grupo de hip-hop quiso romper con Warner puso encima de la mesa una cifra, pero lo rechazó. Además, les dejaron de pagar royalties. “Cinco años sin cobrar lo que nos debían y cuando pusimos la demanda, empezaron a pagar”. Langui asegura que en todos estos años han generado para Warner cerca de 750.000 euros, sin hacer nada.
“Nadie me va a robar la ilusión, soy un luchador. Pero ya está bien de que traten a los artistas así. Nuestras canciones hacen al mundo mejor y hemos enriquecido a las personas. Es necesario que se revise la ley y se cambie”, añade el cantante. La abogada es tajante: “Los autores están en la mierda, maltratados”.
Peor que 'la rueda'
Sony o Warner acumulan repertorios de autores tan prolíficos como Juan Carlos Calderón, en Universal, uno de los mejores “clientes” que tiene la SGAE y que en su día cedió por 1.000 pesetas 300 canciones, “que dan muchísimo dinero a un editor que sigue cobrando dinero”. Cuenta Sevil que Sony y Warner, por ejemplo, tienen unos catálogos enormes y facturan cifras enormes. Si la SGAE por música factura 250 millones de euros al año, más de la mitad se lo llevan los editores, “que ni programan música, ni buscan conciertos, ni hacen promoción”. Las describe como empresas que no hacen nada y todo es beneficio puro. “¡Ríete del fraude de la rueda!”.
EL ESPAÑOL ha preguntado al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, responsabilidad de Íñigo Méndez de Vigo, si tienen pensado retirar el artículo 71 ahora que deben iniciar el trámite de reforma, pero los responsables de la cartera han preferido no responder -una vez más- a la cuestión planteada.
La gran estafa
Mientras la desigualdad se mantenga, la empresa discográfica paga a un autor el 8,5% del PVP del disco a través de la SGAE, y ésta paga su parte al autor y la mitad de la parte del autor al editor. La mayoría de las editoras son departamentos de las propias discográficas. Las discográficas tienen la división editorial en su propia compañía. Es una sociedad que pertenece a su mismo capital: por un lado paga y por otro recupera su inversión.
“El editor musical es una figura que no hace nada. Ha dejado de tener sentido hace años, sólo revierte derechos. Ya no son necesarios porque ya no se imprimen las partituras de las composiciones para las distribuirlas entre las orquestas”, comenta Sevil. Ahí no acaba el gran golpe de las discográficas y editoriales durante todos estos años no acaba ahí: el sector editorial también es miembro de la SGAE.
SGAE y lo improbable
Al menos así ha sido en las últimas décadas, hasta que hace unas semanas el juzgado de primera instancia de Madrid expulsaba a las editoriales de la Junta Directiva. El juez determinó que es ilegal que los usuarios del repertorio estén representados en la Junta directiva de la SGAE y el consejo. Porque los usuarios (editoriales) no favorecerán un reparto favorable a los autores.
Pero lo más importante es que con la expulsión de los editores de la cúpula de la SGAE se abre la posibilidad de lo impensable: que defienda a sus autores. Tras la sentencia los editores se quedan sin representación en la cúpula y la sociedad podría iniciar una demanda para acabar con el artículo 71. Si un autor se defiende en los tribunales y gana sólo será aplicable al caso. Si se hace desde la sociedad o una asociación, como ha ocurrido con las cláusulas suelo, podría sentar jurisprudencia.
Una revolución fracasada
Quizá el Sindicato de Músicos recién fundado podría iniciar una acción colectiva para anular la cláusula y que todos los autores recuperasen sus derechos, incluso con carácter retroactivo. “Necesito que un colectivo me encargue la demanda para tratar de revertir ese artículo”, explica Sevil. “Pero los autores son tan insolidarios, que no pelean por ello. Dile a un autor que se asocie… están tan en la miseria que no pueden pagar la cuota. Quitando los 100 autores ricos, el resto no ganan ni el salario interprofesional”, cuenta.
El Langui recibió muchas palmaditas y jaleos, pero cuando les pedía una firma no quedaba nadie. Todos desaparecían por el miedo. “Es más fácil darse la vuelta y no escuchar por miedo a salir perjudicados”, cuenta el músico que echa en falta el compromiso de los grandes artistas. La Excepción se atrevió: “Para cambiar esta situación deberían dar un paso adelante Alejandro Sanz o Bisbal. Pero no lo vamos a ver porque están muy bien acomodados como para hacer una revolución musical”.