Y el público se puso en pie. En el campo está Leo Messi. Puede parecer increíble, pero ha cedido su protagonismo a la cultura. A quien se rinde reverencia es a una mujer poeta. Una bertsolari que canta a los valores del deporte y del euskera. Ha saltado a Anoeta acompañada por el resto de finalistas del campeonato del País Vasco de bertsos. Maialen Lujanbio (Hernani, 1976) tiene el micro en la mano y canta mirando a la grada repleta, que ha venido a ver jugar a su equipo contra el Barça. Leo también está clavado en el césped y escucha.
La palabra ha detenido el tiempo en un estadio de fútbol a reventar. Y Maialen, valiente, propone al fútbol un pacto con la cultura: “Si en boca de las estrellas del fútbol y en la de los fans hay un lugar para el euskera, ahí será donde nuestras piernas y nuestros pies se unan”. La Real está homenajeando a la poesía con un saque de honor. No hay himnos, ni banderas, no hay exaltación del escudo, hay un mensaje para un pueblo: “Aunque el trabajo de la palabra no es lo mismo que el trabajo de la palabra, si se fomentan los valores y las maneras más allá de la competencia”.
“El fútbol es una maquinaria ajena a nosotros, por ser un circo mediático, un espectáculo y una máquina de masculinidad absoluta. Tiene partes muy criticables, pero por otro lado también es un aglutinador que no debería estar aislado de la sociedad. Es tan popular que también debe asumir su labor en esta sociedad”, cuenta Maialen a este periódico. En unos días partirá a Nevada y la lectora de Xabier Lete y Lorca cantará allí.
Una txapela por montera
Recuerden este nombre: Maialen Lujanbio, la poeta que enseñó euskera a Leo Messi en Anoeta. En 2009 hizo que las mujeres entraran en el palmarés de la Txapelketa Nagusia, la cima de los bertsolaris, el campeonato del mundo de bertsos. Es la primera mujer en romper con un género demasiado masculino, aunque poco masculinizado. El pasado diciembre, lo volvió a hacer. Ganó por segunda vez -se celebra cada cuatro años- el campeonato. Una final a ocho. Ella contra ellos.
Maialen raspa las erres con el mismo encanto que lo hacía Cortázar. Y recuerda con cariño la actitud del público del Anoeta. Algunos futbolistas de la Real Sociedad suelen ir a las competiciones de bertsos. “Fue extraño porque no es un espacio natural para nosotros y la Real hizo una muestra al vínculo de la sociedad vasca al bertsolarismo”, dice. Pero sí están acostumbrados a los estadios: ganó su última txapela bertsolari en el Bizkaia Arena, el mayor pabellón de usos múltiples de España, ante 14.000 personas. Han leído bien: 14.000 personas sentadas para escuchar poesía, en un pabellón que ha sido sede del Mundial de Baloncesto 2014 y del Bilbao Basket.
La única diferencia con Anoeta es que entre los futbolistas no improvisó. “Había preparado ya el bertso. No era el momento de improvisar”. Debe ser la única vez que va con los bertsos memorizados, el resto los construye sobre la marcha. En la final tuvo que hacerlo a partir de la palabra “sudor” y de la frase: “Todo iba bien hasta que se encendió la luz”.
Cultura e identidad
“Es difícil describir lo que pasa en ese momento, porque ni yo misma sé lo que ocurre. Por un lado intentas aislarte de todo el contexto”. Un escenario, ocho personas y 14.000 espectadores. Ella prefiere llamarlos “oyentes”. Aquellos miran, estos escuchan. Cuenta que cada palabra toca una tecla y busca lo que es más interesante. Cierra los ojos y piensa en el punto de vista, el argumento, la rima y la manera de decirlo piensa en el final. “El final es lo que quedará en el oyente, es lo más importante”. Todo en apenas veinte segundos.
El bertsolari empieza a cantar con el final asegurado y camina hacia él, sobre la inestabilidad de quien anda a tientas, “como por un alambre”. “Y te lanzas a la estrofa y al alambre, tratando de llegar a ese final lo más elegantemente posible”. Maialen no lo mitifica, no lo sube de tono. Lo cuenta con la llaneza de quien cumple con un papel en la comunidad, no de quien se da lustre y foco. No entiende el bertso como un medio, sino como un fin: el de conservar y difundir una fórmula propia, capaz de dar identidad a su pueblo.
“La cultura es lo básico en cualquier comunidad. En nuestro caso, siendo una lengua minorizada, con muchas dificultades y en situación precaria, tomamos la lengua como herramienta creativa, lidia y creadora de ideas. Así alimentamos a nuestra comunidad, pueblo y nuestro país. La cultura crea la base y el hábitat de un pueblo, porque lo hace más rico, más hermoso, más crítico. El euskera en la comunidad vasca no es tan grave, pero en Navarra sí, porque no es oficial”, explica.
La lengua es la nación
El vínculo entre la cultura y la identidad tiene un arraigo muy fuerte en esta formula lírica. Cuenta Maialen que quizá es español como lengua hegemónica no tiene riesgos de estar al borde del abismo. Que no siente el apego y la reivindicación del euskera. “Nosotros tenemos la conciencia de estar al borde del abismo. La clave que nos hace estar tan implicados con lo nuestro es la precariedad lingüística y el no reconocimiento como pueblo independiente. Pero el bertsolarismo se identifica con la lengua, no con una ideología. La lengua es nuestro país”, añade.
Siente el euskera como el elemento aglutinador de la comunidad. En esos términos se refería antes al fútbol. Y con ese pegamento común canta a su realidad y a la de quienes les escuchan cada fin de semana en la plaza de un pueblo, en un cine, en un barrio, en un bar. La actividad no para nunca. Siempre cerca de los comunes, mezclados entre ellos. Lejos de las torres de marfil.
Los y las bertsolaris son poetas pegados a periódicos. Son uno más a la hora de comer, pero a los postres improvisan y cantan. El público está sentado a la mesa con ellos. Comparten mantel y conversación. No son seres divinos. Cantan y cuentan poesía popular y los escuchantes se sienten identificados, porque componen odas a su vida, a sus inquietudes, sus problemas, sus sueños y fracasos. Están unidos a la gente que los rodea, al lugar en el que actúan.
Una intimidad multitudinaria
Cada actuación es única, porque no volverá a repetirse. Poesía que se la lleva el viento. No se apunta, no se pasa a papel. La emoción de la escena y del escenario es irrepetible. Es una experiencia íntima en un acto multitudinario. Una intimidad multitudinaria.
La cámara hace un barrido del público, los oyentes: siguen con atención la evolución del poema, que suele ser con rima en pares. Es gente de la calle. Los participantes tampoco van más allá de la camiseta y el vaquero. Sin pompa ni alharaca. Es un asunto austero: palabra cruda. Chavales, adolescentes, mayores y maduros. Para todos los públicos. Ella canta contra los estereotipos y contra los prejuicios, canta a la libertad. Y su final: “Apaga ya la luz/ y deja a la piel que mire”.
“Creo que el gran misterio del bertsolarismo es que el público es testigo del acto creativo en directo. Esto engancha mucho. No es un lenguaje inaccesible, ni lejano”, comenta Maialen. No se consideran ni escritores ni cantantes. “Somos bertsolaris”. Son más improvisadores, una manera de comunicar muy particular. Ni siquiera hay música. A capela. Tampoco pretende ser preciosista ni relamer las palabras, las figuras, las imágenes, porque “siempre es imperfecto al ser improvisado”. No es una lírica perfecta, ni un hablar callejero.
Hip hop sin música. “Podría ser. Sí veo parecidos con el hip hop, aunque no tengo mucho conocimiento. Lo nuestro está en un terreno muy ambiguo porque no es lo escrito ni lo hablado. Pero el rap emplea un lenguaje muy directo como lo nuestro”. Un decir a medio camino entre lo tradicional y lo contemporáneo, en el que hay un entendimiento entre forma y contenido. “No renuncio al mensaje, pero tampoco renuncio al placer de la rima, que es parte del mensaje. Lo cantado es parte esencial del bertsolarismo, y esto es especial en Euskal Herria”, dice.
Romper con el cipotudismo
¿En una competición de cipotudismo, quién ganaría: el fútbol o el bertso? “El bertsolarismo no es tan testosterónico”, responde Maialen. Porque dice que la txapelketa no es una competición en el sentido deportivo, “es una pugna dialéctica”. “No se trata de ganar, de ser el mejor y pisar a los demás. Son parámetros de competición distinto. Las funciones son otras, porque están vinculadas al sustento de la lengua y al regocijo de la cultura”, asegura.
Pero la única mujer portadora de la txapela bertsolari reconoce que es un mundo masculino. ¿Exclusivamente masculino? No. Es masculino porque la actividad es pública. Las mujeres no han tenido ni voz ni voto en la sociedad hasta ahora. Sin reconocimiento en el espacio público. Pero sí, las mujeres han cantado e improvisado desde siempre… en su casa, no en la sidrería.
Pero está cambiando y ella, Maialen Lujanbio, es la consecuencia de cuatro décadas de educación en ikastolas y en las bertso eskolak. “En ellas se enseña a improvisar a niños y niñas. Cuando se fundan las ikastolas, la mujer empieza a ser aplaudida y escuchada”. Es el momento en el que ellas cogen el micro. En la final estaba ella sola, pero no era la única. No quiere ser una excepción y piensa en todas las que toman la palabra en sus pueblos y ciudades y cantan bien alto. Aurrera.