José Mota: “Me alegro de que en España ya no se hagan chistes de mariquitas"
"Gila cosió las dos Españas, ahora podría unirlas Luis Piedrahita, que es heredero de ese humor" / "Chiquito era un Picasso del humor, un cubista inclasificable" / "Apoyo la caza del movimiento Me Too: el 100% de los hombres está de acuerdo con lo que está ocurriendo".
27 enero, 2018 01:53Aquí un hombre que no cree en el odio, con lo poco que eso se lleva en España. Aquí un hombre que no quiere hacer enemigos, aunque al trending topic eso le apriete las carnes. José Mota puede ser quien quiera: Rubalcaba buscando calderilla en los sofás para sacarnos de la crisis, Ada Colau implantando, en nombre de la ecología, el "coche parao" en Barcelona, Pablo Iglesias pariendo conceptos como la "minicasta" o Puigdemont arrancándose por un temazo de Mary Poppins. En vez de "el deshollinador", "el desespañolizador".
Pero es el humor, dice, el verdadero punto de sutura entre esas Españas que se deshacen, porque "vuela sobre las ideologías". Mota -en las distancias cortas- no es histriónico, no es bromista, no juega a ser el gracioso de la clase. Tiene el rictus de un banquero y el discurso plácido de un humanista. Mota es, sobre todo, un gran actor: ahí su nominación a los Goya por Abracadabra, de Pablo Berger.
Yo de niño era como todos somos de niños, seres más libres y más anárquicos, menos llenos de miedos y, por lo tanto, más uno mismos. Me recuerdo de niño una persona súperilusionada, y era un niño curiosamente consciente de lo hermoso que era la niñez. Recuerdo ese despertar de conciencia curioso. Viví una niñez muy bonita, muy hermosa. ¿La última vez que lloré? Fue de emoción. Yendo a visitar a un ser maravilloso, a un niño que tenía (sigue teniendo, pero se encuentra mejor) una enfermedad… estaba bastante malito. Lloré de emoción porque al entrar en la habitación me cogió la mano y me la puso en el pecho. Y sus papis me dijeron que no lo había hecho nunca con otros… y me dio un cariño que no había sentido nunca. Tan bonito. Tan bonito. Sí, salí al pasillo, al despedirme del chaval, y los padres empezaron a llorar: “Gracias”. Y dije: “No, gracias a vosotros, porque yo hoy he venido a ser llenado de sentimiento por el niño, yo no he hecho nada por vuestro hijo, ha sido él el que lo ha hecho por mí”. No sé cuántos meses hace de esto, pero lo recuerdo como uno de los días más bonitos de mi vida.
Me preguntas qué he aprendido del amor. Pues que tiene mucho que ver con el niño que fuimos, con el niño que somos. Yo creo que donde hay amor no hay miedo, y donde hay amor hay libertad. No pueden no caber esas dos cosas en un mismo saco: si amas y quieres, eres más libre. Lo que pasa es que el amor conlleva un compromiso personal que el odio no. Se vive muchísimo más cómodo en el odio. El amor conlleva esfuerzos y renuncias, pero la recompensa es infinitamente mayor. En el odio poco camino hay que recorrer, es mucho más plano.
Precisamente lo que está necesitando la sociedad en este momento es algo que es primo hermano de esto, que es un abrazo. Un abrazo que todavía no se ha producido. ¿Algo que no me haga ni puta gracia? Los cuñados en navidad. ¿Que si los padezco…? (Risas) No, no los padezco porque afortunadamente mi cuñado es un tío súper majo. Bueno, algo que no me hace gracia es la pérdida de consciencia que todos tenemos debida o venida por el confort en el que este primer mundo nos ha instalado. Hay mucha gente, incluso aquí en el primer mundo, en la sociedad española, mucha gente que lo está pasando mal… y debemos ser, en primer lugar y con nosotros mismos, agradecidos. Y conscientes de lo que tenemos. Somos afortunados. Primero por poder caminar, hablar, sentir, y no tener ninguna enfermedad. Y luego por el hecho de tener trabajo. Decir “tengo trabajo, me realizo a través de mi profesión y puedo comer”. No hace falta irse a África para ver hambrunas: aquí en España hay calamidades. Eso no me hace ninguna gracia. El paro no me hace ni puta gracia.
¿Que te cuente un chiste que le haga gracias a un progre y otro que divierta a un derechón? Uy, yo soy malísimo contando chistes. Hago parodias, hago sketches, hago otro tipo de cosas, pero créeme, nunca me he distinguido por ser un buen cuentachistes. No es que quiera esquivar la pregunta, que también. En cualquier caso, no creo o no quiero creer en etiquetas. Me gusta fondear en las personas, ver qué hay detrás. Muchas veces somos de una manera determinada por carencias de afectos. No me gusta etiquetar, igual que no me gusta prejuzgar a nadie tampoco. Todos tenemos comentarios previos de personas a las que te vas a acercar, que no conoces y te hablan y te dicen… una de las cosas que me da la edad es no prejuzgar. Quiero conocer por mí mismo y ver. Quiero poner la inteligencia emocional por delante. Ver qué me dice a mí esa persona. Eso es lo bueno que te da la edad: el distanciamiento sobre las personas y los hechos. Eres más calmado y te dejas llevar menos por los brotes de cólera. Dices “espera, espera...”.
Mi palabra favorita es “sonrisa”. Me mola. Es una palabra que promete muchas otras cosas posteriores. ¿Que si un buen humorista, como un buen periodista, no debe tener demasiados amigos en el ámbito público para poder ser más libre…? Bueno, no me creo eso. Es que un amigo tiene que discernir entre una crítica y la amistad. Lo que no debe ser nunca una amistad es condicionada. Si el que tienes enfrente entiende de esa misma manera la amistad, entonces creo que sí se pueden tener amigos, quizá menos. No quiero pensar que seamos tan necios todos de decir “no, como eres mi amigo debes hablar siempre de mí bien”, seas humorista o periodista… No, señor.
En mi caso, nunca me ha gustado golpear con guante duro, o con pinchos en la cara de nadie cuando hago una crítica. Me gusta golpear con guante de terciopelo, en el sentido de que tan importante son los “qués” como los “cómo”. Cómo digas algo es tan importante como lo que estás diciendo en sí mismo. La manera en la que comunicas una crítica sobre alguien me parece que puede hacer que esa crítica llegue a mejor puerto o no. No creo en la agresividad y no creo en el odio, incluso en cosas que puedas defender por derecho absoluto y con toda la razón del mundo.
Me preguntas por el político de nuestra democracia que tiene o haya tenido más potencial humorístico, a la hora de imitarle… Bueno, yo recuerdo la parodia de Alfredo Pérez-Rubalcaba como una parodia muy celebrada y recuerdo a Rubalcaba que habló de esa parodia, porque le preguntó la prensa y demostró muchísimo sentido del humor. Es una cosa que planteaba que debajo de los sofás había calderilla, había suelto, y había que hurgar en los sofás… según el censo de sofás, si había en España 20 millones de sofás, a no sé cuántos céntimos por sofá, eso daba un arrojante… (risas). Eso sería la solución inmediata o los brotes verdes que no llegaban de la economía para salir de la crisis. Bueno, siempre en tono de humor. Y tengo muy buen recuerdo de esa parodia.
De hecho, un día antes yo no sabía cómo hacer el personaje. Porque yo no me muevo nunca imitando a los personajes a través de vídeo. Yo no paro el vídeo y miro a ver cómo habla. Lo hago por memoria, lo que a mí se me ha quedado. Y recuerdo haber llamado a Chema, el coordinador de guion, y decirle “mira, es que no sé cómo imitar a Alfredo Pérez-Rubalcaba, no le pillo”, y me caractericé, me vestí, y estando in situ para grabar, a través del lenguaje corporal me compuse el personaje. Es impresionante cómo el subconsciente nuestro a veces graba cosas que te sorprenden y que a medidas que vas haciendo dices “caramba”. Guardo un grato recuerdo de esa parodia.
Que yo sepa, no hay Harvey Weinsteins en la industria del humor en España. Yo estoy en contra de todo aquel que pueda usar su posición para no comportarse de manera noble. No me parece ético. Y me parece que lo que está ocurriendo está muy bien, que todo eso se destape, porque estamos en la lucha. En la lucha de que la mujer laboralmente se encuentre en igualdad de condiciones que el hombre y que no tenga que sufrir ese tipo de acosos. Quiero pensar que lo que está ocurriendo es bueno porque es una purga de cosas negativas.
Las cosas en la sociedad ocurren así. De repente hay una corriente crítica necesaria, totalmente necesaria, en torno a esto. Apoyo, apoyo esta caza absoluta que hay. En el caso de Woody Allen, te pido que me cuentes la noticia porque estoy secuestrado aquí en el plató y no me entero de nada (…) Si todas esas cosas son ciertas, hay que denunciarlas. Esa es mi respuesta. El que denuncia ese tipo de actuaciones será porque tiene probado totalmente eso, ¿no? Yo creo que a nadie en su sano juicio se le ocurre decir algo así si no tiene suficientes pruebas como para hacerlo. Pero a la pregunta de qué opino sobre este movimiento Me Too, repetir que lo que está ocurriendo es muy positivo, para la mujer y para todos. El 100% de los hombres está totalmente de acuerdo con lo que está ocurriendo.
¿Que hay pocas cómicas…? No, no. Hay muchas. Debería haber más, pero yo conozco muchas, caramba. Y hay más de lo que en un principio podríamos pensar. Una de las muchas cosas buenas que ha traído el Club de la Comedia es que ha lanzado en monólogo a la mujer a la pista. Chicas con muchísimo talento contando cosas. De hecho aquí en el programa colabora Marta González de Vega, que es una cómica que está en Gran Vía: De Caperucita a Loba en sólo seis tíos. Tiene un talento bárbaro. ¿Sabes que hay muy buena escuela de cómicas catalanas? Yolanda Ramos. Y Silvia Abril, maravillosa. Hay muy buenas cómicas. Hay mucha tradición de la comedia catalana femenina. Acuérdate de Mary Santpere. De Rosa María Sará, ¡caramba!
¿Que si España tiene que aprender de Cataluña en cuanto a cómicas femeninas…? (Risas). Bueno, talento hay en el resto de España, pero sí son más conocidas, tienen mucho sentido del humor. Es verdad. ¿Que qué me parece lo que dijo Bertín de que en España ya no se hacen chistes de mariquitas? No me gusta hablar de personas que no están delante. Pero bueno, respondiendo a la cuestión, yo me alegro de que ya no se hagan chistes de mariquitas, está muy bien haberlo dejado de hacer. El humor puede unir España. Y yo creo que Gila consiguió coser a las dos Españas. El humor debe volar por encima de la política, porque es un síntoma de salubridad social, y es un catalizador, es un filtro que nos ayuda a digerir las mierdas, los venenos y los cienos negros que tenemos y los monstruitos que llevamos dentro. ¿Que quién podría ser el nuevo Gila para que uniese estas nuevas dos Españas? Alguien cohesionador entre las discrepancias… Pues mira, heredero directo de aquel humor de Gila (amante del lenguaje, poeta del humor): Luis Piedrahita. Él podría.
Sin Chiquito de la Calzada vamos a hacer poca cosa. Chiquito tenía un nombre equivocado, porque se tenía que haber llamado Grande de la Calzada. En su anarquía, en su libertad, en su sencillez me parecía un genio. Ha habido pocos cómicos que hayan provocado un duelo tan grande de dolor en la gente. Permíteme que diga una cosa: a mí Chiquito, en su anarquía, en su libertad, en su no miedo, en ese niño que llevaba dentro y fuera, me parece un Picasso del humor, un cubista inclasificable.