Valentía, resistencia y escepticismo. Feliz día internacional de la libertad de prensa. Lo hemos celebrado con Maruja Torres, periodista independiente del periodismo, que tiende a moderar su esperanza y a ponerle peros a la voluntad. Porque es tan fácil caer en el entusiasmo para medrar a favor de los intereses personales, que alerta sobre el sometimiento al propio beneficio. No tarda en cargar contra el periodismo que ha olvidado el servicio público ciudadano, ese que refuerza el servicio privado con la excusa de la supervivencia económica.
Quiere periodistas fuertes y valientes, protegidos y recompensados. Tan pernicioso es el profesional empobrecido, como el enriquecido. La dignidad debe ser el término medio, que evita caer en el bienquedismo. Quiere periodistas libres y de titanio, que no doblen la rodilla. Por el bien de las empresas periodísticas apunta un objetivo de negocio: corporativismo y lealtad sólo con la verdad. Ella es más de aforismos agrios, pero en este artículo se enfatiza el mito para animar la salud de la libertad de expresión de los medios en este país, ante leyes que la amordazan.
Desde Amnistía Internacional explican a este periódico que hay motivos para la preocupación respecto al ejercicio de la libertad de expresión, porque “hay una legislación que está permitiendo la sanción penal de expresiones que son ejercicio pacífico de la libre expresión”. Pero, ¿y la ley de los ingresos? La prensa en España, a diferencia de otros sectores y multinacionales, no ha pasado la crisis económica.
Servicio público
De ahí que la periodista pida un compromiso mayor con la información de calidad y profundidad, para crear un nuevo lector. Uno que aprecie que la información gratuita sólo conduce a la información de mentira. El periodismo es un servicio comprometido con el público, que necesita del compromiso del público para servirlo. Por eso hay que rebobinar y hacer que vuelva el lector que se sentía orgulloso de sus lecturas. El nuevo lector es distinto al que hemos creado, a golpe de titular.
Maruja se imagina un lector que no sea una exclamación política, fácilmente manipulable desde la radicalización de sus estímulos militantes. Un lector que no sea interpelado únicamente por la crispación de los diputados y de los partidos. No lo dice así (porque ella es poco dada a la brillantina), pero sueña con un lector humanista que esté dispuesto a saciar su curiosidad, con historias que le atraigan desde otro lado que no sea su voto. La libertad de prensa es un derecho compartido fuera y dentro de las redacciones de los periódicos, por eso es la responsabilidad del lector y del periodista mantenerla libre.
La libertad sale a cuenta
Valentía, resistencia y escepticismo. Vuelven a colarse en la conversación. Son los términos que alimentan la independencia y garantizan la honestidad. Hay que pagar un alto precio por preservarlos, y el lector no pagará si no están garantizados. La libertad sale a cuenta.
Cuando Maruja piensa en periodistas que lee y sigue, se le presentan más aguafiestas que animadores socioculturales. Piensa en que en cada cierre hay que echar tanta humildad como intuición. Ya hemos dicho que es escéptica y que no es imprescindible ser buena persona para ser periodista. Tampoco ser un cínico, ni un militante del efecto ni de los afectos. A Maruja todas estas líneas aquí resumidas de la conversación informal le parecen innecesarias, porque no se trata de sentar cátedra, sino de pasar a la acción de una vez y liberar a la prensa de sus apetitos.