Tom Wolfe, el padre del 'nuevo periodismo', ha muerto a los 87 años de edad por una neumonía. El autor de Ponche de ácido lisérgico, La hoguera de las vanidades y Todo un hombre se declaraba como un demócrata a lo Jefferson. Su reivindicación del realismo como estilo periodístico le sirvió para ser calificado como “el Balzac de Park Avenue”, en la línea de la tradición de John Steinbeck, Charles Dickens y Emil Zola. Su presencia de punta en blanco fue otra de las marcas propias de un escritor que ha muerto sin tener un Nobel de Literatura.
Wolfe nunca dio por fallecido al lector, nunca creyó en el esperpento coloreado en fluorescente en las portadas, ni trivializó la realidad. Defendió con dignidad su oficio. Su obra demuestra que un periodista con talento es capaz de componer como un novelista, como así han hecho Janet Malcolm, Theodorer White, Ta-Nehisi Coates, Philio Gourevitch, David Remnick, John Hersey, Ryszard Kapuscinski, Timothy Garton Ash o Svetlana Alexievich.
Su periodismo es el que no tiene urgencia, el que respira libro y libre. Lo llamó nuevo periodismo porque rompió con todas las normas que habían hecho del oficio en algo de hierro. Él mezcló de aquí y de allá, recurrió a todas las técnicas narrativas posibles, sus reportajes intercalaban los tiempos de la novela y del periódico una y otra vez. Se detenía en las luces y las sombras, con la urgencia suficiente como para poder ahondar y profundizar desde otros puntos de vista más allá del titular y el flashazo. Wolfe enseñó al periodista a no ir en línea recta, a perderse por todas las variantes para no dejar de atender ni una sorpresa, ni un secreto, ni un testimonio.
Periodismo con estilo
Y en su movimiento de renovación del periodismo, pareció renovar la novela porque casi todas las estrategias de la narrativa tradicional eran predecibles, manidas, artificiales y, en esencia, inútiles. Siempre mirando por el retrovisor a los trabajos de Maupassant y Balzac, hizo que la literatura ideal fuera la prosa. No la novela. Quizá fuera un pequeño paso, quizá no fuera más que liberar al periodista del estilo de la información, a partir de hechos reales. Quizá sólo dejó que el periodista escribiera con licencias. Pero con eso ya bastó para revolucionar el hecho diario.
Fue un maestro también en el arte de vestir su famoso tres piezas y las polainas. Un caballero sureño, que desarmaba a la gente, un marciano que recibía todas las atenciones. Wolfe comenzó en Massachusetts y de ahí a Washington y Nueva York, donde llegó en 1962 para trabajar en The New York Herald Tribune. Espero a escribir su primera novela más de veinte años después de iniciar su carrera periodística, con La hoguera de las vanidades (1987).
Un poco de dignidad, por favor
Gracias a la labor de Wolfe hemos entendido que la realidad no es una, sino múltiple. Que cada uno tiene su propia versión y desde ahí la cuenta, con absoluta legitimidad. El periodista entraba de lleno en el periodismo, tenía permiso para aparecer en sus informaciones, porque enseñó que no existe un método perfecto para llegar a la verdad, ni para mejorar las historias. Todo esto para llegar a la única regla del periodismo narrativo: se trata de periodismo.
Tom Wolfe es el creador de una obra que descubre los inicios de lo que terminará siendo, en nuestros días, la profunda decadencia del imperio norteamericano. Eso es Soy Charlotte Simmons, un retrato devastador de la industria del reconocimiento y de los escorzos que la dignidad se ve obligada a hacer en nombre de la popularidad. Incluye el sometimiento del debate intelectual a la dictadura de la corrección política. Viendo las maravillas críticas que hace en la Universidad Dupont, Wolfe lo habría disfrutado muchísimo en la Universidad Rey Juan Carlos.
Periodismo: instrucciones
Pistas para ser periodista: para Wolfe los estudios superiores son un “bárbaro tratamiento”. Incluidos los suyos. Aprende a dibujar. Fue dibujante antes que reportero y eso se nota en su adjetivación. Escucha bien: en el reportaje The Kandy-Kolored Tangerine-Flake Streamline Baby (publicado en Esquire, en 1965, con el título There Goes (Varoom! Varoom!) That Kandy-Kolored (Thphhhhhh!) Tangerine-Flake Streamline Baby (Rahghhh!) Around the Bend (Brummmmmmmmmmmmmmm)…), Wolfe hizo gala de un delicioso repertorio onomatopéyico para entrar en el mundo de la customización de los coches, donde descubre a George Barris, que se hacía llamar el “rey de los kustomizers”.
Umbral dijo del Nuevo Periodismo de Wolfe -al que él mismo definió como el género literario más vivo de la época- que era “una cosa que tenemos que leer todos los periodistas”. De hecho, entendimos dos cosas: siempre habrá nuevos temas de los que escribir y, dos, lo importante era encontrar un ángulo nuevo para mirar, hasta descubrir que la unidad de trabajo no es el dato, sino la escena. Hiperrealismo narrativo al servicio de la percepción del detalla... Lo que sea para encontrarle interés a este mundo.
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