El corto Para, dirigido por Samuel Miró, es doloroso, urgente y didáctico: empieza por sacudirse eufemismos y recuerda que “relación sexual no consentida” es sinónimo de “violación”. Y lo hace justo ahora que, a partir del caso de La Manada, la problemática de términos legalmente difusos como “consentimiento” golpea fuerte el debate social. Este trabajo cinematográfico se posiciona y le amplía al espectador las miras. Una mujer víctima de una violación no tiene por qué ser asaltada en medio de la noche, mientras vuelve sola a casa, no tiene por qué ser acorralada por un desconocido en un callejón sin salida: una mujer víctima de una violación puede ser agredida en su propia casa, en su propia cama, por un hombre con el que ha estado cenando y al que ha estado besando. Una mujer puede ser violada por su propia pareja.
El corto, protagonizado por Kira Miró (Sonia) y Alejo Sauras (Diego), arranca cuando la pareja viene de una cena romántica y distendida: bromean porque él no sabía que ella era vegetariana y la ha llevado a un asador de carne. Ya en el portal, Sonia se lanza: “¿No quieres subir?”. Él, al principio, titubea: “Sí, es que mañana tengo que madrugar mucho y tengo un montón de cosas que hacer, y tengo un día complicadísimo. Tendría que ser un ratito...”. Ella lo besa. Él se decide: “Sí, un ratito”. “¿Seguro?”, sonríe ella. “Sólo un ratito”, guiña él.
Una vez en el piso de Sonia, los jóvenes se besan. Juegan. Se ríen. Se tocan. Se van desnudando. Hay un momento en el que ella se apoya en una mesa y él empieza a bajarle la ropa interior. Ahí la mujer le frena por primera vez: “Espera, espera, espera...”, repite Sonia. Él asiente: “Sí”. Siguen besándose hasta la cama y ella se tumba. Una vez comienza la penetración, ella se siente incómoda. Tuerce el gesto, pero Diego ni la mira. “Para”, dice ella. Lo repite varias veces. “Por favor, para”, suplica. Intenta apartarlo con los brazos. Llora. Se defiende con las manos y las piernas, pero él sigue. No se aparta. La aplasta con su cuerpo. La escena es tan escalofriante y devastadora como necesaria para golpear conciencias.
"No" es "no"
Cuando termina y se aparta, ella llora con rabia y con asco. Él le acaricia el pelo con una mano y musita que tiene que irse. “¿Te suena? ¿Te ha pasado alguna vez? Tienes que saberlo: eres un violador”, señalan unas letras, con verdad y crudeza. El director, Samuel Miró, sostiene que “hay una confusión sobre la violación”: “Parece que solo podemos llamarlo así cuando desnudan a una mujer en la calle, la fuerzan sexualmente y la dejan tirada en una esquina. Pero hay muchas más formas y puede hacerlo tu pareja, tu amante, tu amigo o tu ligue de una noche”, lanza.
Recuerda que la idea del corto se le ocurrió hace años, a partir de una experiencia desagradable: “Surgió a raíz de una vivencia personal. Lo había dejado con mi ex y al cabo de un tiempo conocí a una chica. Nos estábamos acostando y, de repente, me acordé de mi exnovia y le pedí que parara. Ella estaba encima y no lo hizo. Yo, que peso cien kilos, pude zafarme y le pedí que se fuera. Pero pensé que, si la situación hubiera sido al revés, la mujer no hubiera podido pararme a mí. Un hombre hubiera seguido”.
Miró ha cuidado los detalles: decidió, por ejemplo, que fuese la protagonista quien tomase el mando de la situación y quien cortejase físicamente al chico, precisamente para hacer constar que empezar a coquetear no significa firmar un pacto que acabe con la eyaculación. “No” es “no”, como no se cansan de repetir los colectivos feministas. Y “no” es “no” en cualquier momento del encuentro. El director ha expresado que le “entristece” que un “pequeño porcentaje de mujeres” considere, una vez visto el corto, que es “Sonia quien ha provocado a Diego”. Remata: “Da igual cuáles sean las circunstancias; si una persona quiere parar por lo que sea, el ‘no’ y el ‘para’ tienen que ser aceptados y respetados por la otra persona”.