Plaza del Rey. Quinta planta. Llenazo. Méndez de Vigo y Montojo entrega la cartera de Cultura a Màxim Huerta. El periodista se lanza a su primer discurso como máximo responsable de la Cultura española y asegura que está muy orgulloso de ser el ministro y de que el Gobierno de Pedro Sánchez haya recuperado el Ministerio, aunque sea con una condición: deportes, que Huerta se quitará de encima subcontratándoselo a una Secretaría de Estado.
El nuevo ministro habla de ilusión a la galería de interesados. Entre ellos, junto a los cargos salientes y en un lugar muy visible y protagonista, la exministra Ángeles González Sinde, que sonríe. Entre el público de la sala de columnas se encuentra de tapadillo Daniel Espín, el primer director de prensa de Sinde como Ministra, que ascendió a jefe de gabinete con el tiempo. Un día después se dio a conocer que Espín volvería a tener foco en los despachos de la Plaza del Rey.
Ferraz consensúa con Huerta los nombramientos de los colaboradores del ministro. La mayor parte de los directores generales serán despedidos, pero la labor del equipo de la subsecretaría del Libro se está valorando mantener tal cual. Desde el PSOE trabajan con intensidad para montar una estructura política lo más fuerte posible para paliar la falta de experiencia del ministro, que para garantizar su seguridad ha contratado a amigos y a recomendaciones de amigos.
Espín ha llegado por influencia de Sinde -a quien Màxim pide consejo continuamente- y el PSOE lo ha visto bien por ser alguien que conoce la casa. “La legislatura va a ser breve y no podemos permitirnos perder tiempo en el aterrizaje”, explican fuentes del partido a este periódico. Quieren optimar y amarrar. “El PSOE tiene una buena agenda en experiencia de Gobierno y la tranquilidad socialdemócrata necesaria como para no experimentar. Y Espín no dio problemas en la anterior etapa”, cuentan las mismas fuentes que prefieren no aparecer citadas.
Espín, especializado en el ámbito de la comunicación, no dio problemas en aquella etapa convulsa, porque es un trabajador en la sombra, que evita pisar terrenos que no le competen, que nunca pierde las formas y siempre ha fortalecido la defensa y protección de los derechos de autor. Quienes trabajaron con él hace siete años lo recuerdan como un buen colaborador, humilde y servicial, un tipo con el que era fácil tratar. En este aspecto está muy necesitado la industria cultural, que durante la etapa del PP ha encontrado incomprensión, silencio y desplantes (sobre todo, en la era Lassalle).
De Daniel Espín, el jefe de gabinete, dicen que no es tan analista político como ejecutivo, que trabaja más con personas que con papeles y que es humilde y servicial.
El jefe de gabinete tendrá un papel relevante, pero no decisivo. Se encargará de reunirse con todos los agentes culturales y él transmitirá las preocupaciones a Huerta. Espín ha recibido hoy en su despacho del Ministerio las primeras cartas felicitándole y pidiéndole audiencia. “No es tan analista político como ejecutivo. Trabaja más con personas que con papeles”, lo describen quienes lo conocen.
Los amigos, primero
En el PSOE decidieron que Cultura no tendría Secretaría de Estado, para que fuera el propio Huerta y su jefe de gabinete quienes asuman las responsabilidades de las curvas que se les vienen encima: crisis en el Teatro Real y la Zarzuela, crisis en la SGAE (y su intervención), crisis en la Ley de Propiedad Intelectual, crisis con la reventa de entradas, crisis con el IVA cultural, crisis con la reforma de la Ley de Mecenazgo, aprobación del Estatuto del Artista… en año y medio. Aparecer sin Secretaría de Estado es aparecer a pecho descubierto, asumir todas las responsabilidades y riesgos, y mandar el mensaje de que lo importante en la bicefalia es la Cultura.
El Ministro todavía no se ha sentado con ningún agente, pero sí trata todos los días con Ibán García del Blanco, máxima autoridad cultural del partido. Él esgrime con Huerta el aparataje político y nombramientos, a los que acaba de sumarse el mejor amigo del ministro: el periodista Paco Tomás, que desempeñará un papel de asesor, aunque no hemos podido concretar en qué asuntos. Con Paco valoró la invitación de Pedro Sánchez.
“Lo sensato es que tires con experiencia en el puesto, dispuesta a tomar la administración a la carrera. No hay opción para la reflexión. Gobierno y Administración deben estar actuando ya, pero necesita un par de semanas para aterrizar”, cuentan a este periódico. En el partido valoran mucho su proyección pública, aunque tendrá que reforzar la parte más fina de su piel cuando lluevan palos.
Han tirado de experiencia en el puesto, dispuesta a tomar la administración a la carrera. No hay opción para la reflexión. Gobierno y Administración deben estar actuando ya
Màxim llega a un Congreso con muy buen rollo entre todos los grupos, sin tiranteces y con un afán de colaborar. Habrá que ver si el PP en la oposición mantiene esa tónica, pero hasta dentro de un par de meses no veremos al nuevo ministro por la Comisión de Cultura. Y si en el PSOE prefieren no jugar con fuego, lo pueden llevar más allá de las vacaciones.
Un ministro implicado
Para lo que no hay tiempo es para resolver el problema de la absorción de la Zarzuela por el Real. En dos semanas se aprueban los Presupuestos Generales del Estado y si quieren cambiar algo -que ya han declarado que sí- deben moverse con mucha rapidez. Los trabajadores del INAEM tienen muchas esperanzas puestas en este cambio de Gobierno para solucionar el problema que el PP quiso resolver a oscuras.
El día del nombramiento llegó con los deberes hechos y el programa del PSOE impreso y subrayado para ponerse manos al asunto. Lo que no sabe, lo pregunta. Escucha y se deja guiar
Los colaboradores que han trabajado estos días con Màxim Huerta lo ven muy implicado, con buena actitud. “El día del nombramiento llegó con los deberes hechos y el programa del PSOE impreso y subrayado para ponerse manos al asunto”. Lo que no sabe, lo pregunta. Escucha y se deja guiar. Quizá se haya dado cuenta ya que el partido no quiere tener nada que ver con quienes esconden sus riquezas en los paraísos fiscales, como hace Carmen Cervera con las obras que cede al Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Desde el sector de las entidades de gestión comentan que "necesita de nuestra ayuda" y están dispuestos a dársela.
Aunque la piedra más dolorosa la tiene en la Ley de Propiedad Intelectual (heredera de la Ley Sinde), donde PSOE y Podemos son irreconciliables. En este asunto, la letra suena a Sinde-Huerta. Ambos autores muy concienciados, sobre todas las cosas, con la lucha contra la piratería. Ambos autores de Planeta y ambos premiados por el emporio de los Lara.
Dos maneras irreconciliables
Sinde es el origen de las desavenencias en el seno de la izquierda en la concepción de la propiedad intelectual y Huerta ha fichado al mejor colaborador de la exministra cuando se fraguó aquel desaguisado. Para entendernos: en lado tenemos al partido que la cocinó frente al partido que quiere tumbarla y uno depende de los votos del otro. En Podemos no son partidarios de que las resoluciones no estén firmadas por un juez y en el PSOE quieren adelgazar los procesos burocráticos para lograr sentencias más rápidas. ¿Qué pensará el nuevo ministro?
En Podemos no son partidarios de que las resoluciones no estén firmadas por un juez y en el PSOE quieren adelgazar los procesos burocráticos para lograr sentencias más rápidas
Podemos es partidario de la cultura libre, fiel creyente del acceso sin reparos ni condiciones. El objetivo es defender y promocionar los contenidos en red con un sistema de remuneración apropiado y justo para los creadores que no impiden la libre circulación de sus obras. Podemos dice no a la persecución del usuario. Es la posición que prioriza la recepción de los receptores.
El PSOE se centra en la persecución de la piratería como objetivo capital. De hecho, en las enmiendas que presentó a la reforma de la LPI del PP (en 2016) se pedía el bloqueo inmediato al usuario pirata. Es la posición que prioriza las industrias culturales y las entidades de gestión de derechos de autor. El propio Ibán García del Blanco explicaba a este periódico que veía con buenos ojos las licencias libres, siempre y cuando no fueran los creadores los que paguen por el uso libre. “Debemos tener mucha más mano dura con quienes se están lucrando”.