El Ministerio de Cultura (y Deportes) respira profundo. Los corrillos murmuran. Hay satisfacción, tranquilidad, hay garantías. El sector reconoce las buenas manos y artes de Pepe Guirao, al que conocen como gestor desde hace casi cuatro décadas. De hecho, él estaba a un paso de retirarse a vivir la tranquilidad de su casa en lo verde de Extremadura, pero la llamada in extremis (a las seis de la tarde) de Pedro Sánchez lo sacó de su dorado sueño de la jubilación. El Ministerio era lo único que le faltaba a su excelente currículo y no lo ha rechazado.
Pocas personas hay tan capacitadas para el diálogo y la reconstrucción de unas industrias arrasadas por las malas prácticas del PP en una legislatura y media. Pocas personas concitan tanto consenso entre las dos orillas del río. Para algunos nada y guarda la ropa, para otros es un negociador nato. Hoy en la sala de las columnas de la quinta planta del Ministerio sí estaban los peces gordos de la Cultura, no así hace una semana.
Notables de la Cultura
Apunten: José Pedro Pérez Llorca (presidente del Patronato del Prado), Alfredo Pérez de Armiñán (presidente de Patrimonio Nacional), Miguel Falomir (director del Museo del Prado), Manuel Borja-Villel (director del Museo Reina Sofía), Ana Santos (directora de la Biblioteca Nacional de España), Ricardo Martí Fluxá (presidente del Patronato del Reina Sofía), Juan Manuel Bonet (director del Instituto Cervantes), Elvira Marco (Acción Cultural Española), Fernando Benzo y Miguel Ángel Cortés (antiguos secretarios de Estado de Cultura), Luis Cueto (segundo del Ayuntamiento de Madrid) y Jorge García Castaño (Concejal del Ayuntamiento). También han estado los diputados que han elaborado desde hace más de un año el Estatuto del Artista en el Congreso. Sólo ha faltado Gregorio Marañón, presidente del Teatro Real (a quien le esperaba una manifestación en la puerta).
Un gesto de un gestor competente: el mismo día en que toma la cartera del ramo, ha invitado a estar a su vera a María Jesús Montero, ministra de Hacienda y a la ministra de Educación, Isabel Celaá. Eso es empezar con buen pie, involucrando a los ministerios con los que tendrá que brear para sacar del atolladero al sector. Es una declaración de principios y de intenciones. Nadie tiene que contarle cómo se hacen las cosas. Está capacitado para poner en marcha todo antes de llegar al Ministerio. Hoy también hay ex ministros que lo acompañan, Cesar Antonio Molina y Carmen Alborch, ni rastro de la sombra de Ángeles González-Sinde, la ministra que dice que el fraude a Hacienda es un hábito en la Cultura. Sí se quedó hasta el final su delfín, Daniel Espín, varado en el limbo.
La integridad
Pepe Guirao ha demostrado en una intervención sosegada y sin papeles, que no ha venido a darle color ni extravagancia al Consejo de Ministros, que está aquí para “trabajar, trabajar y trabajar”, ser “prudente” y “valiente”. Nada que ver con ese hombre subido a un caballo de apellido Méndez de Vigo y Montojo, el noble de buena cuna sin empatía con el trabajador cultural, cuyo recorrido al frente del Ministerio se puede resumir en dos imágenes: mandando descolgar el retrato de Unamuno de su despacho y cantando Soy el novio de la muerte con la Legión. No. La Cultura no puede permitirse esto.
El ministro de Cultura (y Deportes) no va a tener mucho tiempo, pero es el hombre capaz de generar un pacto de Estado entre todas las fuerzas políticas a favor de la Cultura. Como prueba, las izquierdas y las derechas estaban revueltas en la zona VIP de la sala donde Guirao dijo que “con consenso salen las leyes y yo voy a buscar el consenso para arreglar la Cultura”.
Arriba el Patrimonio
En su toma de posesión habló de la importancia del Patrimonio como máquina de facturar PIB para el resto de los españoles. De ahí la presencia de la ministra de Hacienda. “La Cultura genera dinero”, le dijo a la ministra tras alabar los beneficios del Patrimonio Histórico para atraer turismo más allá de las playas. Además, se reconoció como “de la vieja guardia”. Paradoja, ya que su vida laboral ha estado vinculada al ámbito contemporáneo.
Por eso defiende las Humanidades, la Historia, la Filosofía, el Latín y el Griego, por eso estaba presente la ministra de Educación escuchando cómo volver a hacer importantes las asignaturas que generan “personas con conciencia”. “La tecnología sin alma nos lleva a lugares sin tránsito. Me siento heredero de las preguntas que se hacían los griegos y que seguimos sin respondernos”, apuntó. Pretende realizar un trabajo equilibrado entre “el Patrimonio, el fundamento y la creación contemporánea”, y promete intentar “no meter la pata”. La Cultura está en las mejores manos.