Ha sido una derrota rotunda. Ha sido una victoria sonora. La derrota se la apunta el presidente de la SGAE, José Miguel Fernández Sastrón, que ha exprimido todas sus posibilidades al frente de la entidad con un historial que rebosa de pleitos, escándalos y una cúpula fracturada en dos. La victoria es para los socios, los autores, que se han movilizado en masa a votar en contra del presidente en la Asamblea General de la SGAE, para frenar las tropelías que se han gestado en la Junta Directiva en esta legislatura casi agotada.
En la última convocatoria se presentaron 11.000 votos, ayer se depositaron 26.500. Determinante el voto por correo electrónico. El resultado elimina los privilegios de “la rueda” en el recuento. Los creadores han dicho “no” a su gestión, a sus cuentas y a sus estatutos. Una triple negación que noquea al actual presidente y a sus maneras de conducir la mayor entidad de gestión de derechos de este país. No tiene salida: el 14 de julio próximo finaliza el plazo que la nueva Ley de Propiedad Intelectual le ha puesto para la aprobación de unos estatutos que favorezcan la buena gobernanza y la transparencia. Sastrón debería ponerse a redactar unos nuevos estatutos, tras pedir una moratoria al Ministerio de Cultura que ampliara el plazo.
La moratoria sería posible si Sastrón demostrara algo que no ha tenido hasta hoy: capacidad de escucha y negociación con las partes que se han opuesto a la reforma estatutaria tumbada en la Asamblea. Sólo ha sabido chocar con todos los que no eran sus representados -el Colegio de Pequeño Derecho- y llevar a los tribunales a sus oponentes. Ni el Colegio de Gran Derecho, ni el de Obras Audiovisuales, ni el de Editores Musicales van a conceder ese margen que necesita Sastrón para salvar el cuello ante el ministro de Cultura, quien tiene en su mano intervenir en la sociedad. La nueva LPI permite al ministro hacerlo sólo con un apercibimiento. No tener los estatutos aprobados tres meses después es más que un apercibimiento.
Liberar la regeneración
José Guirao podría hacerlo y rescatar a los autores de una situación insostenible. Fernández Sastrón ha logrado lo que parecía imposible: despertar la conciencia de los creadores ante una regeneración urgente de la gestión colectiva en su casa. La movilización masiva es un mensaje bien claro al nuevo ministro de Cultura, quieren ser rescatados, quieren paz y buena gestión. Quieren nuevos estatutos, quieren que la gestión colectiva no se convierta en el sembrado de un cacique, quieren transparencia y responsabilidad.
Los problemas de los socios de la SGAE sólo pueden solucionarse en la plaza del Rey, donde la derrota debería retumbar como la alarma de un colectivo abandonado por una sociedad descabezada. Sastrón ha hecho de Pepe Guirao el Obi Wan Kenobi de los músicos. El alzamiento ayer de los creadores no tiene precedente. Mientras el presidente controla con sus votos la Junta Directiva (dividida en dos), la Asamblea de socios ha decidido que no siga utilizando sus votos, que ya no es su líder, ni está capacitado para gestionar el futuro de una entidad a las puertas de una nueva era. La liberalización del mercado obliga a la regeneración democrática de una sociedad que debe demostrar que su ánimo, realmente, no es sólo el lucro (de unos pocos).
Sastrón contaba con vencer. Los más cercanos al presidente de la SGAE aseguran a este periódico que está desconsolado ante la brecha de los porcentajes del “no”. A pesar de eso, no quiere moverse de su puesto. Quiere mantenerse aferrado a la silla y sus enemigos reclaman una actuación rigurosa del ministro, que tampoco está muy contento con Sastrón. Apenas lleva dos semanas al frente y el pasado lunes, en la entrega de los Premios Max, Guirao tuvo que aclarar que su presencia en la gala era para apoyar al sector, no las cuentas ni la gestión ni los estatutos del presidente de la SGAE (sociedad organizadora de los MAX), como éste había comunicado. “Mi presencia en la gala es un reconocimiento, una forma de acompañarle y apoyarlos, porque esta noche se reconoce el trabajo de todo el año", dijo.
Perder contra sí mismo
El impacto de la votación a favor del “no” a Sastrón es más alarmante todavía si se tiene en cuenta que no hubo alternativa que le plantase cara. La oposición estaba desmantelada y aparecía a ráfagas, mientras el presidente de la SGAE intensificaba su campaña de propaganda sin contrincantes, en la prensa días antes de la Asamblea. Pero ni siquiera las entrevistas a su favor han podido alterar la indignación de los socios, porque el peor enemigo de Sastrón era Sastrón. Así es: Sastrón ha perdido contra sí mismo.
Los creadores han hablado y no creen en él para fundar una SGAE regenerada y ejemplar, a la altura de otras entidades sin ánimo de lucro como DAMA, cuyo camino por la buena gobernanza se practica sin ruido ni escandaleras. Ahora, le toca mover ficha a Guirao, que no tiene margen, ni tampoco equipo. Los autores le han pedido que les socorra y aplique un 155 suave o duro para hacerse cargo de la situación. Es la hora de colocar un interventor y que dicte unos estatutos saneados en una sociedad corrupta… en medio de la construcción del Ministerio (y con el Mundial de fútbol de Rusia en marcha).