La Real Academia Española (RAE) ha amanecido revuelta. Ayer el académico Pedro Álvarez de Miranda reconoció que la institución regala los ejemplares del Diccionario que no han vendido desde 2014 y que se amontonan en los almacenes. “He hablado con él y reconoce que fue imprudente e impreciso en sus declaraciones”, explica a este periódico el director de la RAE, Darío Villanueva, que avanza que han propuesto nuevas estrategias a Espasa Calpe (Planeta) -editora del volumen- para la siguiente edición.
A pesar de que Álvarez de Miranda cuestionaba la continuidad de la publicación en papel del Diccionario, Villanueva aclara a EL ESPAÑOL que se seguirá publicando, pero habrá cambios notables para evitar que miles de ejemplares queden varados en las estanterías de los almacenes. “A los editores les hemos planteado hacer microtiradas, lo más parecido a una edición “bajo demanda”. La nueva estrategia que les hemos planteado es hacer ediciones limitadas conforme al tipo de público al que nos dirigimos, como el Diccionario Práctico del Estudiante que hemos publicado. Ese es el futuro”, asegura el director.
“No se pueden imaginar cómo están los almacenes de Espasa Calpe, llenos de ejemplares que no se han vendido. Hubo un error de cálculo clamoroso y se pensó que se iban a vender más de los que se vendieron. La gente ha preferido no gastarse los 99 euros en el papel y esperar a la versión digital”, dijo Álvarez de Miranda durante una intervención en un curso de verano en el Instituto Cervantes.
Un precio de lujo
Desde la RAE asumen los nuevos tiempos y unas previsiones erróneas en la tirada de la última edición del Diccionario. “El sector editorial vive una crisis profunda. Y cuando lanzamos el Diccionario pasábamos por su peor momento. Además, salió a 99 euros y eso se resintió”, cuenta Villanueva, que añade que esto ocurre en el resto de Europa. “Ellos han perdido el 66% de la venta de los Diccionarios”.
Por si fuera poco, la RAE ofrece gratis las consultas al Diccionario en la versión on line, que además es más completa que el papel, donde sólo se han incluido 93.000 lemas. “Por supuesto, hay más palabras, pero no nos cabían. Ese problema no existe en el digital. Así que a partir de ahora el Diccionario on line será el padre de una constelación de otros diccionarios más asequibles. Los hechos se imponen, pero no nos pillan sin soluciones”, cuenta el director, que dice que después de 16 años ofreciendo el contenido en internet, el pasado mes de mayo la versión digital obtuvo 65 millones de consultas.
La conquista de África
Desde ayer, la centralita de la RAE arde de llamadas de usuarios que piden un ejemplar regalado. Pero su director quiere aclarar que no lo regalan, que han decidido hacer “operaciones de donación” a comunidades autónomas y colegios que se los reclaman. Y lo más llamativo: lo están repartiendo en África. “En Costa de Marfil hay 600.000 estudiantes de español. En Senegal, lo mismo. Queremos cultivar el estudio del español allí con este granito de arena”, asegura.
De hecho, la llegada de Villanueva en 2014 a lo más alto de la institución reforzaba la era digital de la RAE. El académico que se sienta en la letra “D” (de digital), prometía “refundar el Diccionario” que se repiensa y debate entre las lámparas doradas, las estanterías forradas de terciopelo rojo y bajo llave, rodeados por incunables, diccionarios y gramáticas. En el corazón del siglo XIX, ahora se reflexiona cómo hacer un producto propio del XXI.
Reconversión digital
Villanueva entró hace cuatro años dispuesto a liderar la transición digital y por ello estaba obligado a encontrar la rentabilidad comercial del capital de la RAE: sus sabios y sus productos. Entonces dijo a este periodista que la Academia debía adaptarse a los nativos digitales y a los nuevos tiempos, pero faltaba el paso definitivo. Tras el descubrimiento del fracaso del papel como fuente de consulta, el paso ya está justificado.
La Academia no es una empresa, “pero el desarrollo de los acontecimiento apuntan en la dirección empresarial y tenemos que avanzar en esa línea”, dijo a la prensa cuando fue elegido director. Sin embargo, el director está atrapado entre los intereses de los académicos y de las editoriales que los publican y que reclaman su parte del pastel editorial producido desde la RAE. Planeta y Penguin Random House (antes Santillana) insisten en que el futuro es el papel, cuando el filón digital sin explotar mueve millones de sesiones y visitas al mes.
Los intereses del papel
Ana Rosa Semprún, directora de Espasa Calpe, defendía la supervivencia del papel “mientras la generación de nativos de la era Gutenmberg siga presente”. La editora defendía sus posiciones e intereses en la celebración del simposio El futuro de los diccionarios en la era digital, celebrado en 2014. “Eso va a hacer que el Diccionario siga existiendo impreso por largos años, aunque sea como un artículo de lujo”, explicaba, asumiendo que el futuro sólo podía ser digital.
Ese día, Miguel Barrero, director general de negocios digitales de la extinta Santillana, detalló que las ventas de diccionarios y enciclopedias había caído un 70% en España, en el período 2008 a 2013. Se había pasado de una facturación de 146 millones de euros a 45 millones de euros. En 2013 se vendieron 1,7 millones de ejemplares, un 80% menos que cinco años atrás. Es decir, hace cuatro años, antes de acordar la tirada con Espasa, en la RAE ya se sabía que la lexicografía padecía la tormenta perfecta.
En la versión anterior a la de 2014, el Diccionario había vendido más de un millón de ejemplares y todo apuntaba a que la gesta no podría volverse a repetir. A pesar de ello, Ana Rosa Semprún insistió en lo contrario: “Ha salido hace nada y es número uno entre los libros más vendidos. Se están vendiendo varios millares de ejemplares por semana”, dijo la directora. Cuatro años después sabemos que aquello era mentira, que el Diccionario ha fracasado en ventas. Villanueva ya reconocía entonces que el papel se había estancado y que iba a ser muy difícil repetir el éxito de ventas de la edición anterior. Sus peores augurios se han confirmado.