En una ocasión le hablaron a Borges de Antonio Machado y el argentino respondió, con su mala baba épica: “¡Ah! No sabía que Manuel tenía un hermano”. Pero lo cierto es que sí lo tuvo, y muy genial y citado: decía el poeta Luis Alberto de Cuenca a este periódico que nuestros políticos cometen un error al “restringir el nombre de Machado a un hermano, porque Manuel es tan potente como Antonio”. Este último es el preferido, qué duda cabe. De un poco a acá se ha convertido, como él mismo escribió, en el “rompeolas de todas las Españas”, en el poeta cohesionador, en el hombre que media, en la medalla que cualquier partido quiere clavarse en el pecho.
Lo recuperó Rajoy, lo menta Felipe VI, lo regala Pablo Iglesias. Hasta Quim Torra le tiró los tejos a Pedro Sánchez en la fuente del poeta, y eso que cierto sector del independentismo lo criminalizó por “españolista y anticatalanista”. Pero el debate acerca del uso político de nuestros símbolos culturales terminó de florecer cuando Pablo Casado se acordó del padre de Campos de Castilla en su discurso como nuevo presidente del PP -“ni está el mañana / ni el ayer escrito”-, generando enseguida una ola de críticas. La cuestión es: ¿es legítimo que un político que desdeña la Memoria Histórica se sirva de un autor que no sólo amó a España y la cuestionó, sino que murió en el exilio? ¿Tiene las mismas connotaciones citar, como símbolo de ejemplaridad, a Cervantes que a Machado, cuando este último aún porta un aura guerracivilista en 2018, año en el que se va a sacar a Franco de El Valle de los Caídos?
Machado no es de nadie, es del lenguaje y de la poesía; pero retomar su nombre sin haber resuelto la ecuación del franquismo es echar más tierra encima
Claro que todos los políticos pueden citarle -no estamos hablando de censura-, pero, ¿deben hacerlo; lo hacen con la misma autoridad? El poeta Pablo García Casado, autor, entre otros, de Fuera de campo (Visor), empieza subrayando que “Machado no es patrimonio de la izquierda”, porque “Machado no es de nadie, es del lenguaje y de la poesía”. Pero a la vez, recuerda que “en España todavía no se han curado las heridas de la Guerra Civil”: “Hay muchos muertos en las cunetas. Machado no murió en una cuneta, afortunadamente está enterrado, pero la asignatura pendiente de la derecha española es resolver la ecuación del franquismo, y no está por la labor. Retomar el tema de Machado sin haber resuelto eso es ilógico, y es casi echar más tierra encima”.
La República es de todos
En cualquier caso, matiza, “la poesía permite que cualquier ser humano pueda acercarse a ella”. “Hay lecturas de Machado extraordinarias por parte de personas conservadoras, como el poeta Luis Alberto de Cuenca. Es sublime. No tenemos que ser tan simplistas. El problema es la manipulación de la poesía y de las palabras, sobre todo porque Machado no puede defenderse”, esboza. “El discurso político de Machado es republicano, pero es perfectamente asumible por una persona de izquierdas o de derechas, porque se basa en respetar la ‘cosa pública’. Se basa en el no aprovechamiento individual de las cosas, sino en lo colectivo, en la sociedad civil. Se basa en ser ciudadanos, no súbditos”.
Todos los políticos citan a Machado porque les presta “una pátina moral que luego no se ganan tanto en su vida diaria”: “Lo citan porque es barato, porque no pagan derechos de autor y porque no se puede defender, repito. Si Machado los escuchase citándole… yo creo que el hombre sonreiría de manera socarrona, como diciendo ¡vaya tela!”, sonríe. “Era una persona contradictoria, en lucha consigo mismo. Para su vida personal, era una persona conservadora. No era un revolucionario. No lo veías cambiando el mundo. Pero yo creo que los políticos no lo han leído mucho, sólo se les ha quedado por Serrat”, bromea.
Machado (omitido)
El cantautor y poeta Ismael Serrano opina que “lo perverso es que Casado omite la parte del verso que dice ‘ni el pasado ha muerto’, cuando él ha hecho referencias, precisamente, a enterrar el pasado y ha mostrado un desprecio tan insultante hacia las víctimas del franquismo: chirría”. En una ocasión Serrano -autor del poemario Ahora que la vida (Mueve tu lengua)- ya tuvo un rifirrafe con Casado por la memoria histórica. “Me gusta tu música, aunque no la merezca”, le guiñó el del PP en un tuit. “Gracias, Pablo. Pero es que yo soy de los que tienen enterrada una tía abuela en una fosa sin encontrar”, contestó el artista.
“Todo el mundo puede utilizar a Machado”, repone Ismael Serrano al teléfono. “Ya en la Posguerra, autores falangistas como Dionisio Ridruejo reivindicaron su obra y se hicieron antologías que intentaron quitarle el componente ideológico. Machado fue defensor de la República. Pablo Casado lo cita como cuando Aznar citaba a Azaña: para darse una pátina más moderada y conciliadora”.
Con todo, Ismael Serrano reconoce que “el valor literario de Machado trasciende y su obra devora también su postura política”: “Es un poeta indispensable en la cultura española. Pero en mi opinión no le puedes sacar del contexto histórico de cómo le tocó vivir y cómo murió. Casado reivindica la parte que quiere, pero no creo que citase con la misma soltura los textos de Juan de Mairena u otros poemas. Quizá se sentiría aludido con esa España que ha de helar el corazón”. Recuerda, por último, que la izquierda debería “recuperar el concepto de patria”, porque hay una “patria con mirada crítica”, que es sobre la que escribía Machado.
Citas "cartón piedra"
El poeta decía que sentía “un gran amor hacia España” y que eso era compatible con “una idea de España totalmente negativa”: “Todo lo español me encanta y me indigna al mismo tiempo. Mi vida está hecha más de resignación que de rebeldía; pero de cuando en cuando siento impulsos batalladores que coinciden con optimismos momentáneos de los cuales me arrepiento y sonrojo al poco, indefectiblemente”, como escribía en su Autobiografía. La filósofa Azahara Alonso -autora de Bajas presiones (Trea), un libro de aforismos donde reivindica la lectura como clave de la supervivencia- cree que es “legítimo que todo el mundo cite lo que quiera”, pero también que a veces es “absurdo, deshonesto, incoherente, poco creíble, cartón piedra”.
Machado decía que sentía “un gran amor hacia España” y que eso era compatible con “una idea de España totalmente negativa”
“No me gustan las apropiaciones intelectuales o culturales por ninguna de las partes para fines de comunicación política, pero hay casos más absurdos que otros, desde luego”, sostiene. Estudiando el discurso de Casado, Alonso encuentra varias citas, algunas veladas: “’Como decíamos ayer’, en referencia a lo que dijo Fray Luis de León tras pasar cinco años en un calabozo de la Inquisición y que más tarde, en 1936, recuperó Unamuno en una de sus clases; y otras con referencia directa, como es el caso de las menciones a Ortega y a Machado”, relata.
Machado como argumento de autoridad
Supone la filósofa que el discurso está escrito por los expertos en comunicación del partido. “Ahí descansa bien tranquilo el argumento de autoridad y un desplazamiento por el que los referentes culturales se convierten en moneda de cambio, nombres-símbolo, relieve que destaca entre el resto de palabras para decirnos: “Eh, sé de lo que hablo, este personaje que suena a cosa-indiscutible también lo ha dicho, google it!”.
Azahara Alonso no sólo cree que no todo vale, sino que casi nada debería valer: “Necesitamos que esta gente que nos quiere representar (sea cual sea el partido) hile mucho más fino”, comenta. “Tomando otra vez la idea de los nombres-símbolo-argumentos de autoridad, también es muy significativo lo que ocurrió hace unos tres años, cuando Albert Rivera y Pablo Iglesias patinaron al meterse en el pantanoso terreno de la filosofía. Se les pidió ir más allá de la mención a Kant (que tanto vuelo da) y entonces ninguno de los dos cayó de pie al ser preguntado por un título concreto de su obra: Rivera no tenía ni idea e Iglesias confundió algunas palabras”.
Cita ella misma, por último, a Althusser: “Vino a decir que la ideología era como unas gafas a través de las cuales vemos. Lo mismo debería ocurrir con la cultura (y más aún en el caso de los personajes públicos): que importe más tener el cristal bien graduado y no tanto el grosor de la montura”.