Hace mucho que Sergio Peris-Mencheta dejó de ser el niño de Al salir de clase para reinventarse como dramaturgo, aunque sabe que en este país la polivalencia no se premia, sino que se mira con escepticismo. Hasta con rechazo. Él respira hondo y sigue jugando. Dice que hacer teatro en España también es ser emprendedor "en el sentido sano de la palabra", y practica la vocación versionando Lehman Trilogy, de Stefano Massini, que acaba de estrenarse en Teatros del Canal. Cuenta la historia de tres generaciones de la familia Lehman: ascenso, corrupción y caída. Es un cuento de desamor, el del capitalismo moderno.
¿Que si la de los Lehman es una historia de emprendedores? Sí, es la historia de una saga familiar, de tres generaciones. Arranca en 1840 y la saga llega hasta 1969, pero contamos también la marca de los Lehman Brothers… empieza siendo una empresa familiar y luego se convierte en una marca vacía, inflada como una burbuja. Me preguntas si lo de “emprendedor” es una falacia: la obra no se posiciona. Habla de un tipo que aparece en América con una maleta llena de sueños, con la necesidad de salir adelante, ni más ni menos; pero cuando llega el contacto con el vil metal se vuelve aquello el anillo de Mordor y va devorando sus valores. Eran judíos ortodoxos. Podría haber sido cualquier otra religión, no nos centramos en el aspecto hebreo del tema, sino en lo cultural.
Pasan las generaciones y van dejando de respetar los valores que rigen en la comunidad hebrea. Es una metáfora de que vamos abandonando las razones primigenias por las que empezamos a hacer las cosas… ellos, por ejemplo, empiezan a abrir los sábados porque las tiendas de los demás lo hacen. Y si se ha muerto Fulanito, ya no cerraban, sino tres minutos de silencio. Es el poder del dinero: nos va devorando y terminamos siendo marionetas al servicio del sistema económico de los mercados.
¿Si son una casta, dices? Ellos realmente cuando empieza la función no son una casta. El primer Lehman de la obra es el tercer hermano de una familia de diez hermanos, con un padre vendedor de ganado en Baviera, con una mano delante y otra detrás… tienen una tienda de telas. Pasan los años y descubrimos que lo que marca la diferencia entre ese tipo y los demás son sus ideas pioneras. Hay que ser el primero en hacer algo. En el caso de los Lehman Brothers se atreven a buscar petróleo en Alaska. Y dicen: ¿y si hacemos ordenadores personales? Y luego: ¿y si producimos una película sobre un mono gigante que se llama King Kong? La gente decía: “¿Cómo va a dar eso dinero?”. ¡Y lo dio! Se forran. Tienen esa cosa del riesgo… Nosotros contamos la historia de todos los éxitos hasta llegar al gran fracaso, y vamos descubriendo cómo la suma de éxitos se empieza a inflar de nada, de aire.
Para mí es metafórico cuando pasan de estar en la feria del algodón a Wall Street, donde no hay algodón pero sí está la palabra “algodón”, no hay café pero sí está la palabra “café”, no hay tela pero sí está la palabra “tela”. Se vende y se compra aire. Es sintomático. ¿Que si yo soy emprendedor, me preguntas? Bueno, hacer teatro en España es deficitario por naturaleza. Hacerlo con una productora, digo, no estoy hablando de la gente que tiene un edificio y programa, no estoy hablando de grandes corporaciones que hacen musicales. Me refiero a productoras como Kamikaze, como Barco Pirata, como Andrés Lima, como en su momento Animalario… tienes que ser emprendedor en el sentido más sano de la palabra. Yo he hecho una obra de 3 horas y la mayoría de actores no son caras conocidas. Es una obra que cuesta un 50% más que cualquiera que hayamos producido hasta la fecha. Es un riesgo. Nos la vamos a jugar. Si no funciona no podemos hacer la siguiente y nos quedamos en casa sin hacer teatro. De ese carácter pionero hablo: no hay que demonizar al emprendedor.
Yo soy actor en un país en el que el polifacetismo se lleva muy mal. La gente dice: ¿cómo el de Al salir de clase va a dirigir teatro, cómo coño…? Yo estoy trabajando ahora mismo en EEUU y allí el polifacetismo es un plus. Aquí resta. Te dicen: ¿a dónde vas? Es como si Iker Casillas de repente quiere actuar. Se jubila y quiere ser actor. Pues no veas cómo le van a poner, y a lo mejor resulta que es un buen actor. Yo he vivido en Francia, en EEUU, en Italia… y me doy cuenta de que aquí la iniciativa arriesgada está un poco adormilada. Los españoles que tienen ese carácter tienen que irse fuera a inventárselo. Aquí no existe, no hay fe en lo nuevo, y están todos nuestros I+D repartidos por el mundo.
Por no hablar de la educación. Vamos a pagar los platos rotos. Dentro de 3 o 4 años no tendremos personas con ideas. Se fugarán no sólo los profesionales, sino la gente que quiera estudiar en condiciones. Yo me paso la mitad del año aquí y la mitad del año en EEUU. Cuando estamos aquí, mi hijo mayor estudia en el cole privado. Por una sencilla razón, me permiten hacer medio año aquí, medio año allí. En EEUU están los dos en el público. En Los Ángeles, donde vivimos nosotros, los públicos tienen ratios increíbles. Puedes encontrar colegios públicos donde se hace educación más humanista, más cientificista… hay abanicos de posibilidades, y aquí no tanto. Yo aquí en España quería que mis hijos fuesen a un colegio público. Fuimos al que nos correspondía y en la charla con la directora del colegio nos dijo que no nos preocupásemos por los deberes, que serían como mucho tres horas al día. Salimos espantados.
Estamos en el privado porque podemos asumirlo, esa es otra, de momento sí. Los dos somos actores y vivimos al día. El día que no podamos asumirlo habrá que quedarse en España. ¿Que quiénes son los lobos de Wall Street de España…? Uf. Hay mucho lobo de Wall Street en el cuarto poder, en los medios, el periodismo. De hecho, están conformando nuestro pensar. No hay más que ver cualquier tertulia. ¿Hay alguno no nocivo? Se me ocurren pocos. Me gusta Javier Aroca, Angels Barceló, Julia Otero… no son nocivos, sino todo lo contrario. Jordi Évole es un tipo también fuera de serie.
Amancio Ortega, ¿héroe o villano? Joder (risas). Por más preguntas de esas que me hagas, no… mira, te voy a contestar de la siguiente manera. Estamos en un país en el que si yo te contesto a esa pregunta, es probable que la sala de teatro se vea afectada. Es probable que no me llamen para hacer una serie mañana. En el festival de Teatro hice un discurso en el que yo le dejaba un mensaje en el contestador a Wert, el que fue ministro de Cultura… era un discurso amable, pero yo le decía “oye, tío, no nos dejes así, el IVA cultural, tal...”. Hice eso. Y me llamó mi gestor, y me dice: “Este año te va a caer una inspección”. Y no me lo podía creer, no me habían hecho nunca una, pero me vinieron dos seguidas. No me pillaron en nada porque pago mis impuestos religiosamente.
Pero ya ves… si yo te contesto a esa pregunta, te diga una cosa o te diga la otra, me la estoy jugando. Seguro que me va a perjudicar. A estas alturas de la película no me la puedo jugar… No puedo hablar de política: tengo dos niños y soy actor, me va a perjudicar. Acabaría como Willy Toledo. Él ha dejado de trabajar y tiene que ver con esto. Willy, en mi opinión, es si no el mejor, uno de los diez mejores actores de este país. Y ha dejado de trabajar por decir lo que piensa. Eso es increíble… aunque estemos más de acuerdo con él o menos.
Me dices que el otro día leíste un artículo que contaba cómo el poder corrompe hasta las células cerebrales. Que anula el sentido de la empatía, la capacidad de diálogo… me preguntas si con el dinero pasa igual. Pues sí: dinero y poder son sinónimos. Digamos que el dinero es la sangre del poder. ¿Que si creo que es posible una España sin clases sociales, como llegó a proponer Adolfo Suárez? No tengo ni puta idea.
Preguntas si Peris-Mencheta es más comunista que capitalista, o viceversa. Bueno. Es difícil. Creo que tenemos que reconocer tanto al capitalista que tenemos dentro como al comunista. Y ojo, porque comunismo significa gulag, asesinatos, Stalin, o también ser más generoso. Se trata de no pensar tanto en el bien individual y más en el común. Todos nos regimos por el individual, por instinto de supervivencia; y luego ya por la generosidad. Hay dos polaridades dentro de cada uno. Por otra parte, yo soy actor, y un actor no puede tener un Iphone. Yo no sé si mañana me van a llamar para trabajar. El paro en mi sector es del 90%. Me dirán “ahorra, cabrón, no te compres un puto Iphone”… tengo dos hijos y no sé si el mes que viene voy a trabajar. Tenemos un paro muy particular. Ganamos dinero y de repente estamos tres años sin trabajar.
¿Es un estigma hoy identificarse como comunista? Sí. Claro. Y como capitalista. Y como madridista o barcelonista. El año que ganamos el Mundial, los del Barça y el Madrid se abrazaban en los bares. En ese momento Piqué era la hostia, y Pujol, también para los del Madrid. Y en el Barcelona Ramos era un crack y Casillas era dios. Pero en cuanto acabó el Mundial todo volvió a lo mismo. Piqué es el Willy Toledo del fútbol: lo tienen frito por decir lo que piensa. ¿Qué tiene que pasar? ¿Que nos ataquen desde Plutón para que nos unamos, para que se acaben las diferencias entre unos y otros? Ese afán identitario… esa necesidad de ser diferente. Entre nosotros mismos siempre estamos poniéndonos a caldo. Es tan inmaduro todo. ¿No vemos que somos el mismo bicho? Nos hemos inventado fronteras, banderas y mierdas, pero somos el mismo bicho. La tierra no es de nadie. Nadie es el dueño de esta parcela.