Durante más de 40 años España no tuvo color. Era en blanco y negro, igual que el alma de su gente. La dictadura apretaba y hacía mella. La libertad era una ilusión que venía de fuera pero nunca se quedaba. La muerte de Franco trajo un atisbo de esperanza, y unos cuantos la aprovecharon para pintar de colores brillantes la tan cacareada transición. La Movida revolucionó todo. De repente se podía hacer de manera legal lo que antes había que hacer sin levantar una sola sospecha. Era el caldo de cultivo para que todos los artistas salieran a la calle y se juntaran para celebrarlo.
La Movida fue fiestas, bares, drogas y alcohol. Pero también parió alguna de las mentes mas lucidas del cine, la literatura y la música española. Entre todos ellos había una persona que colaboraba con todos, que no se definía como un artista al uso, sino como un simple ilustrador que les ayudaba a que sus obras fueran mejores. Carlos Sánchez se convirtió, sin pretenderlo, en el hombre que le puso color al movimiento que simbolizaba la modernidad en un país que la pedía a gritos.
Desde los 16 años que comenzó a dibujar se bautizó como Ceesepe (que no son más que las letras de su nombre y apellidos, C,S y P) y aunque intentó inscribirse en la Academia de Bellas Artes se salió al año para ser autodidacta. Iba más acorde con su personalidad, tímida pero siempre en la calle, en los bares. Ceesepe se hizo amigo de todos, y pintó para todos. Sus trabajos fueron los que ilustraron los primeros carteles de las películas de Pedro Almodóvar (que de vez en cuando volvía a él para sus últimos filmes ya como director con Oscar), discos de Kiko Veneno y revistas como El Víbora. Su fama llegó a tal punto que hasta The New Yorker le pidió realizar una de sus portadas.
Este artista maldito de la Movida, fallecido ayer, acabó renegando de ella, y hasta su muerte siguió trabajando en su estudio, lejos de la fama de décadas atrás. No entraba en el juego de la industria del arte, y las galerías y los museos le dieron la espalda. No lo hicieron sus mejores amigos de aquella época, como la fotógrafa Ouka Leele, que tras enterarse de la triste noticia lamentaba que la gente “no se daba cuenta de que estaba en Madrid” un genio como él, al que ha definido como “un Toulouse Lautrec” español.
"A veces iba a su estudio y me preguntaba cómo no nos dábamos cuenta de lo que teníamos en Madrid. Ahí deja una auténtica obra de arte y me sigue pareciendo alucinante, su estudio es una obra de arte y deberían convertirlo en un museo", ha señalado en declaraciones a Europa Press la artista. Ouka Leele ha afirmado que Ceesepe fue un artista "increíble en todo lo que hizo, en su forma de hacerlo y un trabajador inagotable". "No solo fue un gran dibujante, sino una persona de los pies a la cabeza, muy sensible", ha concluido. “Su desaparición significa perder a uno de los referentes de la cultura más innovadora de la España democrática”, ha declarado el ministro de Cultura, José Guirao, para quien, si tuviera que destacar algún rasgo de su personalidad, sería “su profundo sentido de la amistad, del que tuve el lujo de disfrutar”.
Adiós a la Movida
En una de sus últimas entrevistas en la revista Vanity Fair, Ceesepe se mostró muy crítico con la Movida. No con todo el fenómeno, del que destacó lo bonito que era que todo el mundo se mezclara y que no hubiera “ninguna conciencia de clase”. “En las fiestas coincidían los encorbatados y los punks, y no había problema. Y ahora seguimos viéndonos igual”, decía destacando también a compañeros como Alberto García-Alix o el trabajo de Kiko Veneno y Pedro Almodóvar.
Contra lo que arremetió era contra aquellos que habían convertido la Movida en un logo, en un eslogan con el que seguir lucrándose. “¡La Movida! No quiero tener nada que ver ni con Alaska, ni con Mario Vaquerizo, ni con Fabio McNamara. Ni compro sus discos, ni sus libros, ni nada de eso. Ni aunque me los regalen. Yo no quiero ser un bote de Colón ni salir anunciado en la televisión”, dijo en una declaración que dio la vuelta al mundo.
Su muerte ha removido la memoria de una época. También la de políticos que la disfrutaron, como el actual ministro de Cultura, José Guirao, que le ha recordado como un artista fundamental dentro de la contracultura española de finales de los 70 y 80: “Su obra se convirtió de alguna forma en el ‘logotipo’ de la ciudad de Madrid en los 80. Fue un artista total en la primera época desplegando su trabajo en el cómic, la ilustración, la pintura, los fanzines y portadas de discos…, que se centró en los 90 solo en la pintura”, ha concluido el Ministro.
Los conservadores no tuvieron la misma sintonía con él. Si no que se lo pregunten a Alberto Ruiz-Gallardón, que antes de ser ministro calificó unas viñetas suyas como “porquería repugnante (…) contraria a la moral y la familia”. A Ceesepe ni siquiera le importó, y de hecho criticó que cuando llegó a la cartera de Justicia los medios recuperaran aquella anécdota para hacer sangre. Una anécdota más que muestra la personalidad única del pintor de La movida, aunque acabara renegando de ella.