10 lugares problemáticos para distinguir al inocente del sátiro tras la doctrina del Supremo
- El Supremo establece que es abuso sexual cualquier contacto corporal inconsentido que se haga con lascivia.
- Pero, ¿cómo distinguir el roce fortuito y el provocado en espacios públicos compartidos?
El Supremo ha sentado jurisprudencia: cualquier acción, aunque sea momentánea, que implique un contacto corporal inconsentido y que se haga con el propósito de obtener una satisfacción sexual a costa de otro “implica un ataque a la libertad sexual de la persona que lo sufre”. No se trata sólo de una vejación o de una coacción leve, sino de un abuso sexual. Esta sentencia resuelve el caso de una mujer que fue objeto de tocamientos no consentidos cuando se encontraba en un bar con su marido y otros amigos: un hombre “la rozó momentáneamente en la zona del pecho y la cintura” cuando ella estaba intentando acceder al baño. También intentó entrar con ella.
La problemática es que es difícil -o imposible- probar la intención libidinosa del presunto agresor, es decir, del hombre que toca sin consentimiento. Tanto es así que esta laguna se ha aprovechado históricamente para hacer pasar por roce torpe o por pura aglomeración lo que en realidad estaba siendo un contacto físico buscado por el hombre para excitarse, véase en el transporte público, donde muchas mujeres han padecido el abuso normalizado. También puede pasar al contrario: ¿y si alguien siente como abuso lo que en realidad estaba siendo un choque fortuito, sin fondo concupiscente? Somos seres sociales y es sencillo que compartamos espacio público. El debate -y la confusión- está servida. Aquí diez lugares que pueden ser problemáticos por la estrechez física que conllevan.
1. El ascensor: a las ocho de la mañana entrando a la oficina, o a la hora de comer, mientras todo el mundo abandona su puesto de trabajo para el descanso alimenticio, lo más normal es parecer sardinas enlatadas en el ascensor. El roce es el pan de cada día. ¿Cómo discernir si el contacto ha sido casual e inocente o provocado y con fines lascivos?
2. Manifestaciones: el paraíso de las aglomeraciones -y una herramienta democrática a usar-. La queja en la vía pública conlleva que los ciudadanos caminen juntos en procesión, formando masas donde asoman cabezas, cánticos, pancartas. El contacto físico está asegurado, sobre todo si el poder de convocatoria ha sido exitoso.
3. Discoteca: cualquier fiestero está acostumbrado a ocupar pubs y discotecas con aforo completo. La gente baila y se choca permanentemente. Alguna copa caída, algún pisotón, algún empujón fortuito.
4. Concierto: más de lo mismo que en la discoteca. El baile y el cante colectivo forman parte de la experiencia, pero ¿cuáles son los límites? Esta cuestión arrastra debates anteriores. Hay quien ha propuesto crear espacios sólo para mujeres en los conciertos para evitar el acoso. Son ellas las que más padecen el llamado pogo (tiene sus inicios en el punk y consiste en moverse frenéticamente al ritmo de la música en un concierto, empujar al de al lado con caderas y hombros y dejarse arrastrar por el fervor de la masa espectadora). EL ESPAÑOL dedicó ya un reportaje a esta problemática hablando con grupos españoles. Paula, vocalista del grupo feminista Las Odio, declaró: “Si eres tío, no te van a tocar la polla”.
6. Museo: la buena noticia de que haya museos a rebosar, con colas interminables y verdadero agobio para poder ver las obras un sábado por la mañana queda eclipsada por el riesgo del roce buscado. Es triste pero cierto: el sátiro busca cualquier espacio para conseguir su objetivo. No respeta ni los lugares de culto.
7. Transporte público: un clásico donde siempre han campado los lúbricos con total impunidad, aprovechando el traqueteo del autobús o el caos del metro. Pero también hay usuarios decentes del transporte público que pueden, sencillamente, estar apretados entre sí.
8. San Fermines, carnavales (y otras fiestas populares): cada año llegan las desagradables imágenes en las que enormes grupos de hombres levantan en brazos a mujeres rociadas de vino en pleno chupinazo. Algunas tocan y se dejan tocar con alegría, pero otras son víctimas de la confusión del momento y acaban siendo manoseadas sin su consentimiento. Esta fiesta, por desgracia, y a raíz de casos como el de La Manada, se ha convertido en un símbolo de la degradación sexista, pero en cualquier otra fiesta popular puede pasar lo mismo. Ojo también a los partidos de fútbol: riadas de aficionados entrando y saliendo de un estadio. El choque físico es inevitable.
9. Rebajas (o navidad): cuando las tiendas parecen Vietnam. Cualquier madrileño sabe lo que es ir por Preciados en fechas señaladas, cuando se acerca el día de Reyes.
10. Tomar las uvas en la Puerta del Sol: lo recordamos por las fotografías panorámicas de ese día. La plaza a rebosar de cabezas pendientes de que el reloj marque la medianoche -y el Año Nuevo-. Otro espacio propicio para las confusiones.