“Maricón” se ha convertido en la palabra del día: una grabación de 2009 ha revelado que la ministra de Justicia, Dolores Delgado, calificó así a Marlaska en una comida con Baltasar Garzón y Villarejo. La semana pasada, este concepto volvió a levantar revuelo cuando el periodista Arcadi Espada lo utilizaba para referirse a Rufián: “La polla, mariconazo, ¿cómo prefieres comérmela: de un golpe o por tiempos?”, escribió en su columna. Pero, ¿qué connotaciones tiene en 2018 esta palabra? ¿Y cuál es su origen etimológico?
Hoy la RAE la recoge como un adjetivo despectivo y malsonante que habitúa a usarse como insulto. Lo señala como una derivación de “marica”, que en su primera acepción se define como “afeminado, que se parece a las mujeres”, siempre bajo el sesgo machista que parte del hecho de que un hombre tenga similitudes con las mujeres es denigrante. En su segunda acepción: “Dicho de un hombre: apocado, falto de coraje, pusilánime o medroso”, tomando éstas como taras características de la mujer. Y en su tercera acepción: “Dicho de un hombre: homosexual”. En cada una de estas acepciones se especifica que acostumbra a lanzarse con desprecio. Hay un último significado que no nos ocupa: “Urraca, ave similar al cuervo”.
“Marica” es un diminutivo del nombre propio María y nació para referirse a los hombres que se salían del canon de masculinidad hegemónico, ya fuera por sus filias homosexuales o simplemente por no cumplir con los estándares de rudeza, violencia o fortaleza que se esperaban del hombre, del macho. En Lima, por ejemplo, durante los siglos XVI y XVII, la palabra “marica” sirvió para identificar a la muñeca de trapo que se manejaba con hilos. La RAE recogió el concepto por primera vez en 1734, con una connotación estrechamente relacionada: “Hombre afeminado y de pocos bríos, que se deja supeditar y manejar”. Ahí era obvio que su significado estaba relacionado tanto con la feminidad como con la presunta tendencia a amilanarse; pero no se especificaba concretamente ninguna orientación sexual. Este detalle sólo se aclaró en los diccionarios ya en el XIX, introduciéndolo como sinónimo de “sodomita”.
También hacía referencia al término Quevedo con su poema A un bujarrón refieriéndose a un caballero muy tierno que sentía tendencias homosexuales hacia los niños y demonizó el concepto para hablar de un criminal. Roberto Bolaño, por ejemplo, diferenció en su novela Los detectives salvajes (Anagrama) entre “poetas maricas y maricones”, pero no con ánimo despectivo, sino para diferenciar entre los escritores que caminan de la ética a la estética y los que lo hacen a la inversa. Sin embargo, lo más interesante del término es que la comunidad gay lo ha hecho suyo: lo que fue usado como insulto ahora es una palabra cariñosa con la que muchos homosexuales se autodefinen o llaman a sus amigos, sean o no gays. Ha perdido todo componente despectivo: es otra victoria más del componente LGTBIQ. Los homófobos se han quedado sin una de sus palabras favoritas y ahora les vuelve como un boomerang.
Como esta reinterpretación es relativamente reciente, aún hay que discernir la intención del emisor del mensaje. Tanto en el caso de Dolores Delgado como el de Arcadi Espada se deja ver que hay un deseo peyorativo impreso en la expresión. Quizá por eso ahora el concepto “marica”o “maricón” se mueve en un limbo: puede ser divertido y cariñoso u homófobo y despectivo según quién y cómo lo dice. En cualquier caso, hay demasiadas sensibilidades rodeando la palabra como para que la emplee un político. Aún el concepto no ha conseguido librarse de sus connotaciones homófobas por completo por lo que sigue estando vetada para la clase política o institucional y por ahora se le lleva a cabo una doble lectura y un estudio del contexto lingüístico en el que se emplea. Los asesores de comunicación de los gobernantes harían bien en recomendarles abstenerse, por ahora, de utilizar este término.