La clásica postura masculina de abrir las piernas en los espacios públicos, ocupando más del sitio reservado para una persona -y acomodando el testiculario a sus anchas, por ejemplo, en los asientos del metro- fue cercada como un perro con bozal cuando fue bautizada como “manspreading”, porque lo que no se nombra no existe. Ahora la ciudadanía, una vez señalada la grieta de comportamiento, anda más atenta y detecta estos excesos; pero también hay reacciones enfermizas al respecto: esta semana, la activista rusa Anna Dovgaliuk llevó a cabo lo que ella llama una “acción” -que es, en realidad, una agresión- en el metro de San Petersburgo que fue grabada en vídeo y rápidamente se hizo viral. La performance consistía en echar lejía en la entrepierna de los hombres que estuviesen despatarrados en los asientos. “Es muy importante para mí captar la atención de la gente con este tema para crear un punto de discusión y que se tomen medidas legales contra el manspreading”, declaró la joven.

Hay hombres que niegan que el manspreading exista y otros que lo achacan a una cuestión meramente biológica: no pueden plisarse el miembro, alegan, y ese hecho no tiene nada que ver con ningún deje misógino. Sin embargo, José Luis Cavañete y Paula Cavañete -analistas de comportamiento aplicado- explican a este periódico que “decididamente” existe un lenguaje no verbal asociado a un comportamiento machista. “El lenguaje expresa información de todo tipo, y la no verbal es la más sincera”, relatan. Esto nos lleva a dos posibilidades: “Si el lenguaje no verbal de actitudes machistas coincide con el verbal, significa que estamos ante una persona de asumidas posiciones misóginas, es decir, un militante antimujer. Pero estos son los menos”.

Manspreading de Rajoy.

Ojo al segundo grupo: “Cuando el lenguaje verbal es correcto, pero su expresión no verbal es de un claro componente machista, estamos ante una persona que desea ocultar sus verdaderas posiciones. Estos son los más abundantes y los más peligrosos. Es la persona que retiene y que acaba explotando”. Pero, ¿cuáles serían los signos legibles en el comportamiento de una persona machista? Los expertos dejan claro, en primer lugar, que igual que en el mundo verbal, sólo podemos extraer conclusiones válidas tras una lectura en contexto: “Un gesto aislado no significa mucho si no estamos ante un discurso completo. Los ítems no verbales sólo son creíbles cuando se encuentran insertos en un conjunto”.

6 posturas machistas

Para empezar a observar, citan los “énfasis en movimientos pélvicos, autocontactos ampliados y explícitos sobre el pene y heterocontactos provocados”, pero teniendo en cuenta que “la catalogación de una persona como un perfil machista es una cosa, un discurso machista es otra y una expresión machista es otra”. “Los dos últimos pueden ser circunstanciales, por ejemplo, condicionados por imitación del grupo, pero el primero pertenece al mundo de la personalidad y es en gran parte un producto cultural que debemos corregir de modo global”, cuentan los analistas. Aquí el listado.

1. Extensión corporal: se refiere a personas que ocupan más espacio del habitual. Es lo que se llama “personas expansivas”, fuertemente presenciales.

2. Expresión facial de dominio (que suele canjearse en una mirada directa).

3. Posturas abiertas en piernas y brazos. Separación del cuerpo.

4. Orientación coincidente de ejes corporales en las posturas de comunicación, miradas, torso, caderas.

5. Una proxénica (esto es, manejo de las distancias) de carácter intrusiva. Entran en el espacio íntimo de la otra persona.

6. Su gestión del contacto, en todas sus variantes: consigo mismo, con los demás y con los objetos incluyen con frecuencia alusiones al dominio o de carácter sexual explícitas. Exceden las costumbres de zonas de contacto usuales en cada cultura. Es decir, tocan más y más allá.

El contraataque de las mujeres al manspreading: el womanspreading. Aquí Selena Gómez.

Pero, ¿cuándo la lectura de un comportamiento no verbal de tipo machista debe preocuparnos de verdad? ¿Cómo interpretarlo para medir un posible peligro? “Cuando los factores creíbles de índole dominio-sumisión, agresividad, intrusión, presión, mentira, engaño, etc, son dominantes por encima del discurso verbal”, sostienen. “La credibilidad en esta lectura nos la aporta siempre el componente no verbal sobre el verbal y sobre todo, la incongruencia entre mensajes. Eso nos indica la necesidad de atención extra”.

El contraataque femenino

Sin embargo, las tornas están girando. En las sesiones de fotos de artistas, cantantes, actrices y demás creadoras van colándose nuevas tendencias corporales que buscan recuperar el espacio perdido: ahora la mujer se abre de piernas para reivindicar su figura y su lugar en el mundo, visto que el caballero no está por la labor de controlar los impulsos expansivos. Hasta se creó un movimiento viral, el #womanspreading: desde Rosalía a Rihanna pasando por Cristina Pedroche.

Rihanna.

¿Qué aconsejan los analistas en comportamiento a las mujeres para reaccionar en un contexto machista? “Hay que salir del campo exclusivo del lenguaje y entrar en el mundo de la comunicación”. Creen que este nuevo movimiento ha dado con la clave. “Ante una intrusión espacial en el área que valoramos como personal, la respuesta habitual de cierre y protección sólo produce una reacción perceptiva de incremento de poder, lo que se traducirá casi seguro en una reiteración intensificada de las aproximaciones excesivas”.

Cristina Pedroche.

La idea es romper ese ciclo y asumir, también la mujer, posturas de poder. No evitar, desafiar. Si es necesario, incorporar “gestos manifiestos de poca amabilidad”. Algunas ideas para recuperar el espacio:

1. Mirada abierta y directa. No ocultar la mandíbula.

2. Buscar visibilización potente. Ocupar lugares dominantes en el grupo.

3. Evitar el lenguaje excesivamente suave y, sobre todo, los silencios excesivos.

4. Respuesta activa de contacto físico directo. Saludos directos sin evitaciones.

5. En general, todas las expresiones no verbales que marquen presencia y estatus.

Malú y el womanspreading.

Señalan que la comunicación nunca es unidireccional, así que “cualquier reacción provoca cambios en los emisores del discurso”: “Siempre podemos cambiar el proceso mediante actitudes y posiciones decididas”.