Loola Pérez es filósofa e integradora social: ahora también estudia sexología y psicología. Es un manojo de ideas hecha mujer, un ser discursivo y pensante que no se acomoda a la opinión de las masas y debate contra viento y marea empuñando libros y argumentos. Investiga la pedofilia para evitar la pederastia y recuerda que "nadie puede ser condenado por sus deseos". Se define como "feminista, a pesar de todo", porque sus tesis saben pisar y pisan los callos del llamado feminismo radical. Es "incorrecta" y "libertaria". Montó un buen cirio en redes sociales por un artículo en el que respondía a la diputada por Podemos Beatriz Gimeno: la política mantenía que la empatía es fundamental a la hora de tener sexo, y Pérez la contradijo. Esa exigencia le parecía "puritana".
Ella trata de recuperar el placer como tema de conversación positivo dentro del feminismo y combate "el sensacionalismo, la demagogia, el buenismo y el pánico moral". Una cosa más: reivindica la sexualidad propia como un universo individual e intransferible en el que nadie debe meterse. El gregarismo y el moralismo, no. Y el Estado, menos.
Escribiste una tribuna en Ctxt que fue muy polémica. Follar con empatía, otra lección puritana que se disfraza de feminismo. ¿Qué es follar con empatía y por qué crees que no es necesario?
Pues yo creo que follar con empatía es una expresión un poco sacada de la manga y forma parte de este feminismo que nos está diciendo qué tenemos que hacer con nuestro cuerpo, cómo tenemos que gestionar nuestra sexualidad… pero no desde parámetros que vengan determinados por unos ideales de libertad y de libertad sexual, sino por un moralismo bastante rancio que nada tiene que ver con esa revolución de los setenta. Hay un feminismo de izquierdas que tiene un proyecto, un itinerario muy enraizado en lo que es el Estado y es un poco perverso, porque al final la libertad no tiene que depender del Estado.
Tenemos ahí a Gimeno, que dice “follar con empatía”, y luego tenemos a gente de Podemos que dice que la libertad sexual va a ser ley. Pero, ¿qué contradicción es ésta?… Esto venía todo por el tema de La Manada, del consentimiento, etc. Estamos en un momento en el que están pasando muchas cosas, sobre todo a partir del Me Too: se ha abierto el armario de la mierda y es genial, pero no podemos caer en el sensacionalismo, en la demagogia, en el buenismo, en el pánico moral.
Conceptos como “follar con empatía” apelan a esa moralidad. Porque “follar con empatía”, ¿qué es? Yo quiero tener sexo y no siempre tengo que sentir afectividad. Puedo sentir respeto por esa persona, por supuesto: porque si no siento respeto o la persona no siente respeto hacia mí, la relación sexual no va a ser satisfactoria, y no por ello va a ser una violación. Porque tenemos experiencias sexuales de pena y que no son violaciones, ¿vale? Y eso lo tenemos todos. Igual que tenemos relaciones que no son de violencia machista pero son relaciones tóxicas y son relaciones de pena. Cuando él se porta mal, tú te portas y caéis en bucle. O cuando lo dejas con tu novio y te acuerdas de todas las cosas que hizo mal. Vale, pero eso no es violencia machista. O a lo mejor no era violencia psicológica, sino que no teníais unos patrones de comunicación claros. Parece que estamos en ese punto de “todo es machista”, “todos son agresores”.
Mi artículo iba en respuesta a lo que decía Beatriz Gimeno pero tocaba algunas cosas más. Creo que lo de “follar con empatía” trataba de rescatar una parte romántica del sexo, y en el sexo puedes tener relaciones más afectivas o más duras (me refiero a sexo duro), pero que te guste, ¿no? Al final, el sexo es salvaje.
Sólo es sucio si se hace bien, como decía Woody Allen.
Claro, es que el sexo apela a nuestra animalidad, a la pasión. Parece que tenemos que razonar ese acto.
Pero en realidad, la empatía es algo sencillo de tener. Si yo bajo a comprar el pan y veo al panadero llorando, aunque no le conozca de nada, le voy a preguntar que qué le pasa y si le puedo ayudar en algo. La empatía no tiene que ser heroica, ¿no?, sino una cuestión de observación y de humanidad. ¿Es tan complicado llevar eso al sexo?
Eso no tiene tanto que ver con la empatía como con ser considerado con la persona con la que estás. Tiene que ver con la atención.
Entonces igual el problema es el concepto de “empatía”.
Claro, es que la “empatía” desde el concepto psicológico tiene poco que ver con el concepto “popular”, por decirlo así. No es sólo “ponte los zapatos del otro”, la empatía es mucho más amplia. No todas las personas tienen empatía, y por no tener empatía no significa que el sexo sea malo. Puedes tener una relación muy salvaje y satisfactoria pero a lo mejor la persona no siente empatía. Un polvo rápido, ocasional…
Pero, ¿cómo vas a buscar el placer mutuo si no estás atento a lo que siente el otro?
Es que eso tiene que ver con la atención y con la educación. Por ejemplo, se dice que los psicópatas no sienten empatía, pero un psicópata es comunicativo, tiene capacidad de atención.
¿Crees que es cierto que las mujeres heterosexuales se implican emocionalmente más en el sexo que los hombres? ¿Esto es machismo heredado de la sociedad o esto es pura biología?
Yo creo que tu pregunta también intenta plantear lo de “existen dos cerebros: el masculino y el femenino”…
Y porque biológicamente un hombre puede fecundar a muchas mujeres en un año, pero una mujer sólo puede ser fecundada una o dos. ¿Hay una memoria de eso en nuestra actuación, hay que extirparla, o cómo proceder?
Una cosa es la reproducción y otra cosa es el placer. Hablemos de esto desde el plano de la intersexualidad. Es como “hay mujeres puras y hombres puros”, imagina, y en ese segmento tenemos una mujer que se acerca más al polo de los hombres y un hombre que se acerca más al polo de las mujeres. Hombres más femeninos, mujeres más masculinas. Ese espectro. Yo siempre hablo de las diferencias sexuales desde un plano intersexual y no dicotómico. Creo que es difícil decir “los hombres son así y las mujeres son así”, confluyen muchos factores biopsicosociales.
Decir que los hombres son de Marte y las mujeres de Venus no sólo es inexacto, sino interesado. Parece que siempre tienen que existir esos dos mundos: el azul y el rosa. Les estamos diciendo que los hombres pueden jugar con muñecas y las niñas con camiones, pero en el tema de la sexualidad estamos volviendo a hacer esos dos mundos. Respondiendo a tu pregunta, yo creo que tiene que ver con la sociedad y con las estructuras, la represión sexual que han vivido las mujeres y la dicotomía, ahí sí, de mujeres entre santas y putas.
La libertad sexual de los setenta se quedó a la mitad. Y ahí hay muchas cosas por hacer. Ahora estamos en un momento súper conservador, de represión sexual, aunque el porno esté por todas partes. Ciertas prácticas son las que se reproducen, ciertos comportamientos… no tenemos ningún programa de sexualidad en televisión.
Lo hubo.
Por eso: estamos en un mundo más conservador y represivo. Si el porno está en todas partes, ¿por qué no hay un programa de educación sexual en televisión?
¿Cómo va a cambiar la revolución feminista el coqueteo y la seducción?
Bueno, a la hora del coqueteo y la seducción ahora hay una represión. Es paradójico, porque venimos de unos años de gobierno de la derecha (además, de una derecha bastante conservadora que nos ha paseado al autobús de Hazte Oír, el debacle del Estado de Bienestar, de los derechos sociales, de la demonización de la educación sexual, etc), y ahora tenemos un gobierno de izquierdas, que se llama progresista, que es el más feminista de todos… bueno, estupendo. Es todo muy estupendo, ajá. Y cuando deberíamos haber esperado, quizá, un mayor clima de apertura hacia la sexualidad, hacia la seducción… encontramos todo lo contrario. El PSOE también las ha demonizado. Se habla todo el rato del miedo y del peligro del sexo, pero no se habla del placer. Más allá de izquierdas o derechas, dentro del movimiento feminista nos es fácil hablar de violencia porque empatizamos más las unas con las otras, pero con la sexualidad no, porque es muy subjetiva, y no todas las personas tenemos los mismos deseos, las mismas fantasías, no todos gestionamos igual nuestras emociones con relación al sexo.
A mí me violaron y tenía 19 años. La verdad que la gestión que hice fue muy buena, porque dos años después empecé a ir al psicólogo (porque había tenido una crisis con la bulimia), y fue un proceso del que yo pude recuperarme bien. La violación apenas salía. Yo pude hacer buena gestión, pero para otra persona no es tan fácil. Yo tuve pastillas y hay muchas cosas que no recuerdo: no tengo imágenes traumáticas o muy violentas en mi cabeza, pero para una persona que está consciente no sería tan sencillo. O depende también de si el violador es conocido o desconocido. En la violencia empatizamos, pero si hablamos del placer… es otro tema. Si yo hablo de fantasía de violación, a mí no me genera ningún malestar. Una fantasía es una fantasía: ocurre en tu cabeza.
Es decir, que ¿a pesar de haber sufrido una violación, no te chirría tener fantasías de violación?
No, no, para nada.
Interesante.
Claro, pero para otra persona será diferente. Si no ha superado su violación o si sí la ha superado pero tiene imágenes o pensamientos que le causan malestar. Yo voy a empatizar con esa persona, pero no hasta el punto de prohibirle nada o de hacerla sentir mal por aquello que siente. Nuestras fantasías y nuestros deseos son únicos y pertenecen a un ser humano en exclusiva. Pero claro, estamos en ese momento de colectivo, de sororidad, de “tú eres mi hermana”, y es como… no me cuentes cuentos. Al final, tú tienes tu vida y yo tengo la mía, y aquí lo que se trata es de que nosotras (a pesar de que seamos dos individualidades distintas) cooperemos. Nadie nos tiene que decir qué hacer con nuestra vida sexual. Ese es uno de los grandes problemas del feminismo, que le cuesta hablar de placer y de sexo y hacerlo en positivo.
¿Y qué se ha perdido de la seducción que se hiciese antes?
La espontaneidad.
Se habrán perdido cosas buenas y malas, porque también la sociedad estaba hecha a una bravuconería innecesaria a la hora de ligar.
Sí, pero fíjate. Nosotras hemos aprendido a responder a esas bravuconerías, y eso tiene que ver con el empoderamiento. No somos pasivas, no somos objeto, somos sujetos políticos y te contestamos. Igual que tú te crees con el derecho a decirme algo, yo sí tengo el derecho a contestarte a ti. Estamos en un proceso de medir el poder, pero las cosas han cambiado mucho. Y en cuanto a las cosas buenas también: igual que creo que se ha perdido espontaneidad, se ha ganado seguridad. Porque sabemos que ellos ya saben que no lo toleramos todos. Hay comportamientos que ya no aceptamos. Y a ellos esto les pone muy nerviosos: ahora tienen que asumir una responsabilidad que antes no tenían. Antes era como “bueno, yo lo digo y me lavo las manos”.
¿Cómo afecta el porno al niño y en qué tipo de hombre le puede convertir si esa es, efectivamente, su primera experiencia con el sexo?
Yo no pienso que el porno per se sea malo. La imagen pornográfica o la representación erótica es algo que históricamente ha estado bastante perseguida. Ahora, ¿qué pasa? Que el porno está por todas partes. Hemos pasado de censurarlo en un clima muy religioso y muy moral, y ahora a lo que nos ha llevado el capitalismo (que usa mucha imagen o mucho código pornográfico) es a esto: al porno por todas partes. A mí no me molesta en cierto sentido, o entiendo que forma parte del arte. Hay porno bueno y porno malo, igual que arte bueno y arte malo. El porno puede darte experiencias estéticas, ya no sólo eróticas.
Pero el porno no es el sexo, y hay que enfatizar la educación sexual. Pero aquí en España tenemos una Ley de Educación Sexual que no se aplica, que no tiene competencias por parte de los profesionales para desarrollarla. La situación de la educación sexual aquí empezó a darse a principios de los noventa, no hemos tenido una generación que haya tenido una educación sexual integral, continua, adaptada a su edad. ¡Estamos en 2018! Me da mucha vergüenza.
Yo fui a un colegio de curas y recuerdo una sola clase de educación sexual. Todo giró en torno a la idea de “el único anticonceptivo seguro es no practicar sexo”.
Claro… qué horror. Hay que empezar por ahí. Y contar con los profesionales. Y contar con una mirada científica que tenga en cuenta los factores biopsicosociales. Yo en mi trabajo de la Asociación me he encontrado a gente y me cuentan cosas como que se ha dado un taller de educación sexual y han empezado a decir que los niños son violadores en potencia. A ver: un niño no es un violador. Un niño es un niño. Ni violador en potencia ni mierdas. Igual que no puedes irte a una clase de 16-17 años y explicarles la menstruación. ¡Eso ya les pasó en primero de la ESO, o en sexto de primaria! A los 16 querrán saber cómo se pone un condón, qué pasa si se rompe, qué hacer para que el otro se ponga el condón, qué puede hacer ella si le da el calentón y no tiene condón y no quiere hacerlo pero sí quiere sexo (saber qué prácticas se pueden hacer). Si se rompe: dónde puede pedir ayuda, si se van a enterar sus padres, cuánto cuesta la píldora, etc.
O incluso: cómo romper con una persona o cómo saber si estás enamorado. La educación sexual es todo eso, no es sólo lo práctico del sexo, el coito también puede conllevar afectividad. O cosas tan básicas que tienen que ver con el género: por ejemplo, yo soy una chica y me gusta una chica que tiene pene. ¿Qué pasa ahí, no? Tienes que explicarles que tus sentimientos no tienen que ver con la genitalidad de la otra persona, que puedes tener sexo aunque la genitalidad no sea lo que a priori socialmente se espera. A mucha gente le aterra hablar de diversidad sexual.
De hecho, les cuesta mucho incluir dentro de la literatura obligatoria en los colegios tomos LGTBI, con historias de amor diverso, no sea “que a los niños les estemos inculcando ser LGTBI”. Esa homofobia.
Nunca he visto a un niño contagiarse de ser el lobo feroz, los siete enanitos ni el príncipe de Blancanieves. Eso no lo he visto. No se van a contagiar ahora de ser homosexuales, al revés, eso les hace ser mucho más tolerantes. Yo creo que los niños gestionan la diferencia y la diversidad mucho más fácilmente que los adultos, porque en su mundo de niño es como: se quieren, se respetan, son amigos, juegan juntos, ¿cuál es el jodido problema? Y los adultos muchas veces son los que traen los prejuicios.
Regresando a la cuestión de la educación sexual, ¿a qué edad conviene enseñar qué?
En los años de primaria hay que enfatizar sobre todo el cuidado corporal, el aprender cuáles son las partes del cuerpo, quién te puede tocar y cómo te puede tocar…
Eso es muy importante para prevenir y detectar el abuso.
Muy, muy importante. Importante también trabajar con los profesionales dentro de los colegios, porque yo estoy investigando sobre pedofilia y sobre agresores sexuales y al pedófilo le gusta el contacto con los niños, más allá de que le pueda gustar sexualmente. Generalmente si pierde la noción de responsabilidad, va a elegir espacios donde están los niños. Si esa persona no tiene un apoyo, no es muy consciente de lo que le pasa… se puede producir un abuso. ¿Cómo gestionas dentro un colegio el abuso a un niño por parte de un profesional?
Me aterra eso.
Claro, es que tenemos que trabajar con todo el engranaje. Tienes que decirle a un niño en clase de educación sexual de primaria: “Mira, a ti sólo te pueden tocar en la ducha y con la esponja porque es para lavarte, o cuando vas al médico, y si te manchas en el colegio, un profesor te puede tocar, pero sólo de esta manera”, etc. Continuamente salen casos de abusos sexuales en colegios, en institutos, profesores de Educación física, actividades extraescolares… y hay un trabajo ahí que no se está haciendo. Nos alarmamos con mucha facilidad pero cuando tenemos que apostar por qué hacer, que es aplicar educación sexual, no lo hacemos.
¿Qué porcentaje de pederastas hay en España? ¿Cuál es la magnitud del problema?
El dato lo tiene que tener la Fiscalía. Creo que hay un estudio de Santiago Illesca que lo estipula así: de todos los delitos de agresiones sexuales, el 20% son de pederastia. Pederastia, pornografía infantil, abuso, abuso con prevalimiento, acoso sexual, etc. Hay muy poca reincidencia, y eso también es curioso. Normalmente los agresores sexuales no son reincidentes.
Yo tenía entendido que, al menos, los de mujeres sí, los violadores.
No. Ahí la reincidencia se da cuando se junta con un rasgo de personalidad, como una psicopatía. Si eres un psicópata tienes muchas más probabilidades de cometer un abuso. Como el pederasta de Ciudad Lineal, no lo he estudiado pero pienso: “Uf”. No es solamente un agresor sexual, es un psicópata.
Pero al ser una problemática física, testosterónica, biológica… no sé si se puede educar o reinsertar, o si el impulso sexual ya sea del violador o del abusador de menores se puede, o no, reconducir.
Tenemos que diferenciar: una cosa es el deseo sexual, otra cosa es el impulso sexual y otras cosas son las voliciones. Son tres cosas distintas. El poder hacerlo es la volición, el tomar la decisión de. Desearlo no es hacerlo. Yo puedo desear, yo qué sé, rapar al cero a Pedro Sánchez, y no por eso lo voy a hacer. Luego está el impulso de querer hacerlo y luego tomar la decisión de hacerlo. Es la diferencia entre acto y deseo. Y los violadores… dependen mucho de sus características de personalidad: si tienen rasgo de psicopatía o no lo tienen, si son introvertidos o extrovertidos, si tienen o no apoyo familiar y social, si hay consumo de alcohol y drogas, si tienen alguna característica de hipersexualidad.
Son muchas cosas, cada caso es un mundo. Estamos acostumbrados a hablar de violaciones y de abusos y es algo muy goloso, estamos todos en alerta. Es verdad que ahora se habla mucho mejor de violaciones de lo que se hablaba antes, también en los medios, pero se genera un pánico… Esa alerta y ese miedo generalizado. Pero cada caso es un expediente, y cada expediente lleva mucho detalle. Quizá todo ese detalle se pierde: empezar a comprender algo te da más tranquilidad, y es algo que los medios a priori (en esta guerra por la actualidad y la información) no tienen tiempo para dedicar.
¿Cómo se puede prevenir la pederastia?
Es interesante la pregunta, porque no siempre se pregunta cómo se puede “prevenir”. Dedicamos muy poco a la prevención en general. Tenemos un sistema muy penalista y enfatiza mucho el castigo.
También está claro que no siempre el castigo es disuasorio, porque la gente sigue delinquiendo.
Ya no es sólo que delincan, es que hay víctimas. Hay un victimario. Las personas que trabajamos con la otra parte tenemos un estigma como profesionales. Y nosotros lo hacemos no porque nos guste trabajar con delincuentes, sino porque no queremos que haya más víctimas, no queremos que exista ese delito, o que haya tantos casos, o que se vuelva a producir. Para prevenir la pederastia, lo principal es comprender el fenómeno. Ha pasado siempre, siempre ha estado ahí.
Dentro de los abusadores sexuales de niños, podemos hacer dos diferencias: están los que abusan de un niño porque sexualmente le atrae un niño y no controla ese impulso (tienen el deseo, no controlan el impulso y en la volición toman una decisión), o aquellos abusadores sexuales a los que no les gustan los niños pero abusan de un niño como forma de castigo. Como una humillación. Como una forma de maltrato. Por ejemplo, un caso de unos padres (hombre y mujer; porque en este último grupo convergen hombres y mujeres, en el otro el perfil es absolutamente masculino, hay rotundidad de que la pedofilia tiene que ver con ser hombre, no sabemos por qué, ves las cifras y dices “solamente hay hombres”).
Curioso.
Sí, las muestras con las que trabajo señalan como pedófilos a los hombres. La prevalencia es masculina. Pero en forma de castigo, hombres y mujeres: ponerle a tu hijo un vídeo pornográfico, por ejemplo, “ahora vas a ver esto”… eso pasa. Es impactante pero pasa. Hay muchos profesionales que se niegan a tratar a los pedófilos, y creo que tenemos que empezar cambiando el chip: esto es un problema ante el que no hay que cerrar los ojos. Hay pedófilos que no abusan y que no quieren abusar, por eso los profesionales tenemos que proporcionarles ayuda y soportes. La pedofilia no es algo que se elija. Nadie elige ser pedófilo, pero se elige cometer un abuso sexual.
Entonces, ¿no hay que criminalizar al pedófilo?
No hay que criminalizar al pedófilo, hay que romper ese estigma que tiene, y la importancia en no estigmatizar es que si es sólo pedófilo, si sólo es deseo, no hay delito. Es repulsivo, moralmente es despreciable, y yo ese sentimiento lo tengo y lo entiendo, pero entiendo más la diferencia entre deseo y acto. No se puede condenar a alguien que no haya cometido nada.
¿Es un desorden, es una enfermedad: cómo se cataloga?
Es complicado, porque en el ámbito clínico no existe un consenso. Es un tema muy delicado. Lo vimos en el DSM-5 (el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales). Es un gran tabú en nuestra sociedad: está el incesto y la pedofilia. No existe consenso sobre si es enfermedad o no. Se habla de que es una inclinación que se mantiene constantemente, se mantiene en el tiempo, pero no hace una clara diferenciación entre el acto y el deseo. Luego vas a la realidad y te encuentras cosas muy diferentes: pedófilos que no delinquen, pedófilos que controlan su atracción sexual, pedófilos que jamás tocan a un niño e incluso hacen por no tocar a un niño (porque conocen las consecuencias), pedófilos que consumen pornografía infantil pero no cometen abuso sexual… es complicado, porque puede tener una inclinación sexual hacia los niños pero físicamente estás bien, psicológicamente estás bien.
O te gustan los niños pero además te gustan las personas adultas, y lo que hace esa persona es desarrollar su vida hacia las personas adultas: ¿por qué hay que decir que esa persona está enferma o trastornada? Luego hay casos contrarios: pedófilos que no delinquen, que le gustan los niños de forma exclusiva, y no quieren cometer el delito. Entonces tienen tendencias suicidas, baja autoestima, no saben con quién hablarlo, no saben cómo controlarlo, están en un punto en el que creen que su vida no vale nada, “soy un monstruo, me da igual consumir ya pornografía infantil, me doy asco pero me planteo delinquir...”. Se lo están planteando. Y ahí tenemos que intervenir para evitarlo.
¿Puede abolirse un deseo? ¿Puede uno ser enseñado a desear otra cosa?
No. Aquí se establecen comparaciones con la homosexualidad, cuando se hacían terapias de electroshock para cambiar el deseo. El deseo no se puede cambiar, pero puedes controlar tu conducta, tus estímulos, tus impulsos. Luego están los pedófilos que cometen un delito, y ya son pederastas. Ahí es donde los profesionales y la sociedad nos tenemos que preguntar: ¿dónde hemos fallado?
Lo importante, a mi parecer, es que ninguna de las terapias para prevenir el abuso en pedófilos incluya exponer a niños, ni imágenes de niños, ni hacerlo a costa de nadie.
No, no, claro. Es que una cosa es trabajar con el pedófilo y otra cosa es trabajar con el victimario. No por trabajar con pedófilos tienes que dejar de trabajar con los niños, o con las víctimas. Con los niños tienes que trabajar para prevenir el abuso sexual infantil, proporcionándoles una educación sexual adecuada a su etapa de desarrollo, con padres y profesores tienes que trabajar para que sepan detectar un caso y cómo actuar, etc.
El engranaje.
Sí. Es todo. Y estamos fallando. Lo que estamos haciendo excepcionalmente bien es escandalizarnos.
Cambiando de tema: uno de tus referentes es Simone de Beauvoir, que siendo feminista defendía el sadomasoquismo en la literatura. ¿Podría hacerse eso hoy: se puede defender el sado desde el feminismo?
Cada persona tiene una individualidad y una vida sexual y unas fantasías y unas diferencias. Al final el sadomasoquismo es una práctica sexual, y lo más importante de esa práctica es el consentimiento. Hay mucho más consentimiento en el sadomasoquismo que en relaciones sexuales normales. Porque en el sadomasoquismo tienes que hablar de límites, de deseos, de clave de seguridad… tú en el sexo no tienes una palabra de seguridad. Muchas veces las personas sadomasoquistas se sienten más seguras en el sexo duro que en el sexo heteronormativo.
Porque está todo más diluido.
Claro. En el sado se habla mucho más de qué métodos anticonceptivos se toman, si se usa condón, si no… pero en las relaciones heterosexuales… cuando sacas el condón, lo sacas, pero no ha habido una negociación previa. ¡O no se saca, que es mucho peor! Aquí hay un argumento que es “la erotización de la violencia”, ¿no?, pues también podríamos decir que el sexo normativo es la “erotización del romanticismo”. Cuando el feminismo viene de tambalear todos los pilares del amor romántico, de ese amor ideal, que fluye, que todo funciona, y es como “a ver, no: las cosas se tienen que hablar y gestionar”. El amor no tiene nada que ver con las películas de Jennifer Aniston. Tenemos que elegir lo que nos gusta, hacerlo con consentimiento y disfrutar de quiénes somos.
Se han aceptado algunas prácticas que están entre el BDSM y el sexo heteronormativo (imagínate: pues azote vale, cadenas vale, pero ya que te aten también los pies… no sé), pero no hay nada definido, es absurdo. ¿Hasta qué punto sí y qué punto no; hasta qué punto es sexo y cuándo es tortura? También hay gente que se quema con velas, pero hay unas velas especiales. Cada uno tiene que elegir sus propios límites.
También has criticado la demonización de la belleza. ¿Por qué si decimos que algo es bello está directamente siendo cosificado? Tú decías que ya no se puede decir que Kim Kardashian está buena sin que te llamen machista.
La cosificación del cuerpo femenino ha estado muy presente en la publicidad y en los medios de comunicación. Igual que hemos visto la utilización de estereotipos, “mujeres relacionadas con belleza”, “hombres y automoción”, pero cada vez se cuida más, porque la sociedad ha cambiado y los roles son distintos y diversos. Hay distintos modelos de familia: ser una única persona es ser ya una familia. En el caso de la belleza, esta persecución tiene que ver con ese momento de puritanismo y represión que estamos viviendo. Se ha censurado un calendario de bomberos en el Ayuntamiento de Zaragoza. Era un calendario benéfico… y no hay por dónde coger eso. En esa demonización de la belleza confluye mucho el cuerpo de la mujer, porque suele ser el que está en la trinchera, tenemos ahí el látigo, continuamente.
Ahora parece que hemos interiorizado la idea de que el cuerpo de la mujer tiene que estar cubierto, porque eso tiene que ver con la dignidad; y resulta que dicen que la dignidad está relacionada con no ser sexy, con no ser seductora. Eso es perverso. Porque tú puedes encontrar la belleza de una mujer en una imagen cuidada o en una imagen agresiva y sexual. Esta demonización de la belleza tiene que ver con eliminar todo atisbo de sexualidad de la mujer en el espacio público. Me acuerdo cuando Cristina Pedroche salió en televisión con un escote y empezaron a criticarla. Ah, Cristina Pedroche es guapa pero tiene que aparecer con una ropa que esconda su sexualidad: es muy perverso, es como caer en una censura. Hay mucha envidia: ella comunica muy bien, porque más allá de ser guapa es muy buena profesional. Ser atractiva y hacer bien tu trabajo se vive entre muchas mujeres con mucha envidia.