Silvia C. Carpallo es escritora -ahí sus libros de relatos eróticos El orgasmo de mi vida o Cincuenta escenarios para desatar tu pasión, además de dos novelas románticas-, sexóloga y feminista militante: no entiende el erotismo sin la óptica de la igualdad. Cree que hay que repensar el sexo -desgenitalizarlo, indagar en la anatomía más allá de los órganos sexuales- y anda esperando la revolución íntima de los hombres, que no acaba de llegar.
En su último libro, Sexo para ser feliz (Cúpula), la experta lanza una lluvia de ideas -sin verdades absolutas, sin dogmas- para enriquecer la vida, para destensar las expectativas, para jugar por jugar. En la cama, en el sofá o en los lugares de la imaginación.
¿Qué porcentaje de importancia tiene el sexo en la vida?
Mucha más de la que a veces pensamos que tiene. Esto no quiere decir que la situación perfecta sea tener muchas relaciones sexuales, no es una cuestión de cantidad, sino de estar satisfechos con esa parte de nuestra vida. Que la vida sexual nos vaya bien nos hace felices. El sexo es, sobre todo, felicidad. Nada como un buen polvo para empezar la mañana.
¿Por qué la gente ve tanto porno pero luego se escandaliza por hablar de sexo? ¿Notas cierta hipocresía?
El porno se ha consumido siempre, de una manera u otra, pero quizá ahora es más accesible que nunca. Antes había que comprarlo, pagar por él, pero ahora lo tenemos tan a mano que lo consumimos más. Eso sí, que lo veamos más no quiere decir que nos influya más que antes. El impacto es el problema. Todo el mundo ve porno, y no voy a entrar en propuestas de prohibición ni nada de eso, es absurdo, pero la pregunta es: ¿es este el porno que queremos ver? No se trata de que el porno mainstream desaparezca, pero necesita hacerse más diverso. Hablamos siempre de porno, pero en la novela romántica pasa lo mismo: echo de menos que el sexo sea realista. Ponte una película romántica y verás que el sexo ahí no tiene nada que ver con la vida real.
¿Qué nos están contando de ropas, cueros, orgías…? La vida al final se parece más a las sábanas de franela de casa de tu abuela. También tenemos la idea de que los actores porno tienen una vida sexual increíble, pero todo es mucho más normal… y a veces sorprende incluso por lo contrario. Por ejemplo, cuando alguien se entera de que soy sexóloga, se suele sincerar más conmigo, y he descubierto que entre nuestros familiares, amigos o gente del trabajo las parejas tienen un sexo mucho más salvaje y divertido de lo que creemos. No son “sota, caballo y rey”, lo que pasa es que habitualmente no lo cuentan.
El problema es que si las mujeres adolescentes están viendo películas de amor romántico y los jóvenes están viendo porno, ¿cómo van a encontrarse sus expectativas?
Total, ellas están buscando al príncipe azul y ellos a la zorra cachonda de la peli porno. Son dos trenes totalmente descarrilados. Todos los conflictos que tenemos en las relaciones de pareja parten de la incomunicación. En el caso de ellos, por ejemplo: se educan en que la vida sexual tiene que ser violenta, que tienen que tener no sé cuántas erecciones, aguantar no sé cuánto… es obvio que tenemos un problema cuando en las consultas los chicos acuden con tantos problemas de eyaculación precoz y de disfunción eréctil. No por un problema físico, sino por las exigencias de la pornografía, que les llenan de inseguridades y miedo. “No sé cómo lo voy a hacer, no me mide tanto, yo no aguanto tanto”… ya, ni el actor porno tampoco. Hay trucos detrás de la cámara. Todo es corta y pega. Se entrenan, y a veces ni con eso sirve.
Algo curioso: ¿por qué son mujeres las sexólogas más conocidas? ¿Dónde está la voz de ellos?
La sexualidad masculina estaba ahí, siempre lo estuvo, pero la de las mujeres ni estaba ni se las esperaba, por eso las mujeres han tomado protagonismo. De hecho, el orgasmo femenino ha pasado de no ser ni un derecho a ser una obligación. Y si no tienes un orgasmo, ¡no pasa nada!, no estás obligada a tenerlo… son los excesos del boom de la sexualidad femenina, y eso que aún nadie sabe dibujar un clítoris pero todo el mundo sabe dibujar un pene. Nosotras estamos leyendo cada vez más sobre sexo, interesándonos más para entender todo lo que nadie nos había contado. Yo estoy esperando una revolución sexual masculina, por cierto: que entiendan que el placer no es sólo genital, que salgan de la idea del falo, del pene, que asuman que el disfrute se encuentra en muchas cosas… pasa con el tema de los estimuladores prostáticos.
Les cuesta mucho reconocer a los hombres heterosexuales que sienten placer en el ano. Es porque se asocia a la homosexualidad, pero ¿y los besos, y las felaciones? También los practican los homosexuales y a ningún hetero se le ocurre decir “eso no me lo hagas a ´mi”. Es absurdo, es una cuestión cultural. A los hombres les gustan esos estimuladores anales, pero les piden a las chicas que se los compren. Es como “no voy a ir a la tienda a reconocerlo”…
En el libro hablas sobre el fingimiento de orgasmos femeninos.
Sí: esto parte de la importancia del orgasmo, ¡ese mito! Las abuelas en su agenda no tenían el llegar al orgasmo, pero nosotras nos hemos autoimpuesto tener multiorgasmos todas. Es un cambio grande en poco tiempo, y estamos un poco perdidas en cómo lograrlo. Tenemos derecho a nuestro placer, tenemos derecho a no tener que fingir para que nadie se enfade. “Hoy no he llegado, y no pasa nada”. El sexo no es una carrera corta, sino una maratón.
Tengo un amigo psicólogo que dice que el orgasmo está entre las orejas.
(Risas). Total. La gente se equivoca cuando reparte los orgasmos solamente entre clítoris y vagina. ¿Y cuándo tienes un orgasmo en sueños? Ahí no existe ni vagina ni clítoris. Hay quien llega al orgasmo con el bastoncillo de los oídos, o con los besos, o con la estimulación de los pechos. El orgasmo es mental. Toda la explosión que se produce en el cerebro afecta a nuestra fisiología. Los porcentajes de fingimiento de orgasmos son bastante altos entre las mujeres. Pero ojo, que ellos también fingen.
¿Cómo?
Hice un artículos obre el tema. Por ejemplo, si ellos tienen el preservativo se lo quitan antes de acabar, fingen cuatro gemidos y cuatro empujones y se lleva el condón para tirarlo, de forma que ella no vea que no ha eyaculado. Tienen toda la presión de la sexualidad sobre ellos. ¡El sexo es para pasárselo bien…! A veces puede ser un desastre pero hay que hacerlo divertido, no esto de cumplir “x” hitos, llegar a “x” orgasmos, etc. Los números en el sexo no encajan.
¿Cuál es el mito sexual más extendido?
Creo que uno de los más pesados es el de que ellos siempre tienen ganas. Eso es un gran problema en la pareja: los chicos a veces no tienen ganas y las chicas piensan que es por su culpa. Ellos lo viven como un examen, se agobian y llega el comúnmente llamado “gatillazo”. Ellas se culpabilizan.
¿Por qué ocurre lo del gatillazo?
Las chicas piensan “es que no le gusto”, y en la mayoría de casos suele ser todo lo contrario. Es porque le gustas demasiado, y tiene tantas expectativas y tanto estrés que el cuerpo le falla. Cuando hay estrés, el cuerpo se corta, se cohíbe… el cuerpo está preparado ante esas situaciones para que nos quedemos con las necesidades básicas, y esa, obviamente, no lo es. Pero fíjate en el caso de la infidelidad: si el chico ha podido hacerlo, es que no se ha estresado mucho. Si tuviera un ataque de pánico, no funcionaría.
En estos años leyendo y estudiando la sexualidad, ¿qué es lo que más te ha sorprendido descubrir?
Lo típico sería decir “lluvia dorada”, o “beso blanco”, que es darse un beso con la eyaculación en la boca. Pero te diré que lo más complejo es la razón fisiológica del sexo. La ciencia que hay detrás del sexo. No sabemos nada, estamos en pañales, no se ha investigado científicamente sobre el tema.
Masters y Johnson fueron revolucionarios, pero se quedaron un poco cortos. Ahora estamos conociendo nuestra sexualidad más a fondo. Ahora sabemos que en sólo un beso sabemos si nuestra pareja es genéticamente compatible con nosotros. Se dice “uf, no ha habido química”, pero en realidad es “uf, no ha habido genética”. Somos más complejos de lo que creemos.
¿Basta un cuerpo para toda la vida? ¿No se agota la anatomía de la pareja monógama?
Yo he aprendido que el deseo no desaparece, se esconde. Hay un factor, y es que nos acostumbramos a las hormonas de nuestra pareja, pero eso se puede reavivar. Esa es la buen anoticia. Podemos cambiar de perfume, por ejemplo, y reactivar el deseo. El olor tiene ese componente importante, y un cambio de perfume es sencillo y puede ayudar. Además, no somos las mismas personas durante toda la vida. Cambiamos. Y nuestra pareja también cambia y evoluciona.
¿Cuál es el mayor tabú sexual que existe en la España de 2018?
Creo que el sexo anal. No tanto la penetración anal, que es fetiche, sino otras formas de estimulación anal, como el beso negro o la oralidad. Es por el tema higiene, obvio, pero después de una ducha no tiene que haber ningún problema. Y el máximo tabú es la revolución sexual masculina. Yo no entiendo la sexualidad hoy día si no es desde una perspectiva feminista. Hay que cambiar la sexualidad en general, hay que desgenitalizar. Pensamos que “sexo” es igual a “coito” y es mucho más.
¿Están los hombres heterosexuales sobrestimando su falo? Como aquella columna de Sostres que decía que dos lesbianas practicando sexo no disfrutarían hasta que no entrase él.
Totalmente, los hombres heterosexuales y las mujeres heterosexuales también. Tengo amigas que creen que “las lesbianas no follan” ¡porque no penetran! Y, por cierto, pueden penetrar perfectamente con una cosa que se llama arnés. Las mujeres lesbianas tienen muchos más orgasmos que las mujeres hetero, averigua por qué. Que se lo pregunten los hombres. No hace falta averiguar mucho.
Hay 8000 terminaciones en el clítoris, ¡sólo en el glande! Es un órgano único. El resto de animales lo tienen dentro de la vagina, pero en la mujer ha salido fuera y está diseñado para el placer. Se demuestra así que no sólo para la reproducción. Y no hace falta estimularlo a través de la penetración. Las mujeres homosexuales tienen más comunicación, más piel con piel, otras dinámicas… mucho tienen que aprender los heterosexuales.