Dice Bob Pop que el cine erótico -¡y hasta el romántico!- nos ha creado muchas frustraciones: “En la vida real te caes de la cama, te da un tirón… el sexo se parece mucho más a un chiste de Woody Allen que a una película porno. Siempre, siempre”, ríe. Roberto Enríquez (Madrid, 1971) es escritor, columnista, crítico televisivo y, especialmente, experto en la vida y sus profundidades: en sus humores, sus lujurias, sus ternuras, sus terrores. Todo un cerebro hormigueante, un ser creativo, afilado y empático hasta las yemas de los dedos. En Late Motiv lo demuestra en cada speech. Habla y las redes le aplauden con los ojos.
Sabe extender y extiende sus tentáculos intelectuales: empezamos hablando de sexo, pero acabamos derrapando en política, amor y economía, quizá por aquello de que lo personal es político. Eh, pero sin monsergas: aquí hay lucidez y alegría. Distensión para curarnos del mundo. No se lo pierdan.
¿Qué importancia tiene el sexo en la vida?
¡Muchísima! Es muy, muy importante. No sé qué porcentaje, nunca lo he calculado, pero es de las cosas que más feliz me hace en la vida y que más me divierte: el buen sexo.
¿Crees que nos cuesta reconocerlo abiertamente?
Yo creo que sí, que somos muy pacatos en ese sentido. Nos cuesta reconocer lo que nos importa el deseo, las ganas… sí. Incluso, a veces, tenemos la sensación de que el deseo es algo casi ofensivo. Como si el hecho de que nos guste alguien fuese una falta de respeto hacia esa persona. Cuando a mí lo más sexy del mundo me parece sentirme deseado.
¿Y en una relación, qué peso adquiere, hasta qué punto puede condicionarla?
Tiene mucha importancia, claro, tanto su presencia como su ausencia pactada.
¿Ausencia pactada, cómo es esto?
Sí, yo creo que cuando uno lleva años de relación, hay un momento en que el sexo se modifica, las ganas o el deseo cambian y yo creo que el sexo es muy importante por dos cosas: cuando hay y es bueno, y cuando no hay y se habla. En esos dos sentidos.
¿Hay sensación de culpa al perder deseo con una pareja duradera? Esto de “no me toques”…
Claro, pero hay muchas formas de tocar. Cuando hay amor y cariño en una relación, el tacto sigue siendo muy importante. Otra cosa son los morbos, la confianza, los juegos… a mí no me pasa, pero conozco a gente para quien la familiaridad o el hábito le restan interés al sexo.
¿Se puede reactivar el deseo eternamente con una misma persona o hay un momento en el que hay que parar el carro?
No lo sé. Supongo que depende de las personas, de las ganas que tengan y de lo importante que sea para ellos eso. En ese sentido, es un pacto entre dos, tres o los que formen parte del grupo.
Dicen los psicólogos que el tipo de amante “lúdico” acaba siempre en el poliamor o en el intercambio de parejas, porque el reto constante de la vida erótica no se puede canjear con una misma persona. ¿Nos acercamos como sociedad a este tipo de prácticas, a las relaciones abiertas?
Eso depende de nuestro estatus, de nuestro tiempo libre… yo creo que el poliamor exige mucha dedicación y cierto presupuesto. Vamos a ver, tú ya tienes una pareja, pagas el alquiler a medias, o la hipoteca a medias, vivís ahí y tenéis vuestro espacio de follar. Lo tienes más o menos apañado y no tienes ningún gasto extra. Pero el poliamor o las vidas paralelas implican una inversión en tiempo y dinero que no siempre tenemos. Yo ahora mismo en mi vida no me lo podría permitir.
Habla de eso el nuevo libro de Isaac Rosa: de cómo la economía interviene en el amor. En este caso, en el sexo.
Sí, es que yo creo que el amor y el sexo están muy condicionados por este capitalismo salvaje y este neoliberalismo. La pobreza. Ya sólo la precariedad energética: si en tu casa ahora mismo no tienes calefacción, follar bien es difícil. ¡Claro! O si no tienes aire acondicionado en verano.
¿Los pobres, los precarios, entonces, tienen peor sexo?
Seguramente. Bueno, o a lo mejor… no lo sé, porque cuando hablamos de los pobres… depende de dónde seas pobre. Estamos hablando de núcleos urbanos con climas extremos. Hemos querido adaptarnos a un espacio donde sólo el dinero nos da el bienestar. Pero si viviéramos en un clima más amable, más en contacto con la naturaleza… pues seguramente allí follaríamos genial todo el rato.
Allí en los campos.
Claro, es que vivir en una gran ciudad exige una inversión importante.
Siempre habíamos pensado que el capitalismo nos separaba por su cultura individualista, pero resulta que el capitalismo ahora nos está uniendo a la fuerza: mucha gente no puede permitirse separarse de su pareja por no poder costear una vivienda propia.
Sí, lo cooperativo… pero es una unión impuesta, no deseada. Tiene que ver con una vuelta a la familia. Hay mucha gente que vive con sus padres porque no tiene más remedio, pero no por eso es una persona más familiar, ¿sabes?
¿En qué momento hemos pasado de la liberación sexual al capitalismo sexual? En los setenta, enseñar las tetas en Interviú podía ser necesario para sacudirnos el nacionalcatolicismo, pero enseguida esos desnudos fueron absorbidos y explotados por el mercado. La mujer se liberó, de acuerdo, pero muy pronto se cosificó.
El problema de eso es que estamos cosificando y vendiendo todas las partes de nuestra vida, no sólo las tetas y el culo. Estamos cosificando el “ser la izquierda correcta”, el “animalismo”, el “feminismo”, la “lucha contra la homofobia”… todo lo que nos tendría que haber liberado se ha convertido en una etiqueta para vendernos en un súpermercado. Lo que pretende el mercado es colocarnos etiquetas para localizar al público objetivo que busque esos ingredientes en el producto que compre. Somos productos, todos.
Ahí el “gaypitalismo”, como decía Shangay Lily. ¿Qué grietas le ves tú a la lucha LGTB? ¿Se ha mercantilizado la causa social?
Es que lo de “lucha LGTB” a mí me parece un eufemismo precioso, pero en realidad hay un negocio gay y luego una lucha LGTB en la que los gays hemos ido un poco a rebufo. Hay una cosa del movimiento gay masculino: antes de luchar por los derechos de gays, lesbianas, tal, han luchado a favor de los privilegios masculinos. Y luego, sólo luego, han tirado de la parte gay. Hay un componente machista, patriarcal. Es el homopatriarcado. Además de un capitalismo feroz. Siempre se olvida que ahí las que hicieron de verdad el trabajo duro, y lo siguen haciendo, son las mujeres lesbianas y transexuales. Luego los gays hemos ido a rebufo, nos hemos mostrado más, nos hemos subido a las carrozas… pero las que han currado de verdad han sido las mujeres. Y nosotros nos hemos beneficiado de eso y hemos hecho negocio. También porque somos privilegiados. Tenemos la voz. Es inevitable: los tíos tenemos más voz.
¿Cómo practica sexo la derecha y cómo lo hace la izquierda? ¿Hay diferencias sustanciales?
Yo que he follado mucho, ya no, pero he follado mucho… mira, no, ya no me da la vida. Para follar tienes que tener energía… tienes que estar como bien. Esto de follar así de cualquier manera, no. Yo nunca he llegado a averiguar de qué tendencia política eran mis parejas sexuales, así que no tengo datos. Llévame a un mitin de Vox, suéltame en los baños y luego me haces esta pregunta.
La extrema derecha tiende al empotramiento, ¿no? Por esto de la violencia, la testosterona…
Ya, pero, ¿tú crees que el empotramiento es follar bien? Yo creo que el empotramiento está sobrevalorado. A mí no me apetece nada que me empotren. Me apetece echar un polvo largo, donde nos lo pasemos bien, donde haya morbos compartidos… el empotramiento me parece incluso un poquito inconveniente. Tampoco están los pisos de hoy en día hechos para el empotramiento. Las paredes ahora mismo son de pladur. O lo haces en un espacio público o lo tienes complicado.
¿Cómo va a cambiar el feminismo y el Me Too nuestra manera de tener sexo o de plantearnos los momentos íntimos? Hay mucho hombre hetero, de repente, agobiado por no saber cómo proceder.
Claro, pero es que, ¿cómo han estado haciéndolo hasta ahora? Para mí, lo más importante, e insisto en esto, es el deseo del otro. Si un tío no tiene claro si hay deseo por la otra parte y sólo le divierte su propio deseo y no el ajeno, está follando muy mal. Lo divertido es compartir el deseo. ¡Bienvenidos al siglo XXI! Acepta que te digan que no. Ligar siempre ha sido muy difícil, pero es que antes era más fácil porque había una posición de dominante y dominada, y ahora ya no. De hecho, yo no relaciono el Me Too con el sexo, sino con el poder.
Pero el poder aquí se ha manifestado en abuso sexual.
Total, pero les ha dado por el sexo como les puede dar por el mobbing. En ese sentido, la única gran diferencia es que el sexo tenía ese gran tabú y esa gran vergüenza que provocaba. Afortunadamente, se ha ido eliminando, y uno ya no se avergüenza de que lo hayan querido violar, sino que lo denuncia. Antes se avergonzaban las víctimas, ahora los culpables.
¿Cuánto nos dice un beso de lo que va a venir después?
Todo.
¿Todo?
Besar bien es fundamental.
Pero hemos vivido besos reguleros y después salta la sorpresa. Y viceversa: besos que pone las expectativas muy altas y después...
No, no… es que yo creo que cuando hablamos de estas cosas hablamos de la primera vez, del destello, pero yo tengo la convicción de que el polvo bueno es el segundo o el tercero. A partir de ahí, todo va para adelante. El primero es bueno como sorpresa, como experiencia, pero estás nervioso, no sabes lo que le gusta al otro… Lo divertido del sexo es ir averiguando. El juego es lo importante. Justo eso por lo que la gente protesta: no es que sea ahora más difícil, es que ahora es más interesante.
¿Cuál fue tu primera pulsión sexual?
Pues tendría a lo mejor unos diez años y me ponía muy palote el superhéroe de los chicles Boomer. Era un señor muy hinchado con un traje azul… fíjate que Supermán no me ponía tanto, pero Boomer mogollón. Muy perraco.
¿Y eso te hizo pensar?
Sí. Bueno, ese fue el primer impacto visual, pero con libros que fui leyendo… desde leer a Capote y descubrir ahí… yo leí A sangre fría siendo adolescente, y veía que los asesinos tenían algo que me daba un poco de morbo. Con la literatura fui teniendo deseos de señores que me ponían un poco. Yo desde pequeño no es que fuera discreto, es que era prudente. En casa no decía nada, no tenía novias, pero tampoco disimulaba ni jugaba a otra cosa. Siempre me gustaron los muchachos, no lo comunicaba en casa.
¿Y a la hora de comunicarlo?
Pues mira, yo tenía muchísima pluma desde muy pequeño, así que asumía que mis padres ya lo sabían todo. Así que me fui a vivir con mi novio y un día, no sé a santo de qué, me dice mi madre “no, porque tu amigo...”. Y le dije: mira, mi amigo no, es mi novio. ¡Y se sorprendieron! Y yo dije: ¿de verdad no lo sabíais? Me defraudaron un poco. Le dije a mi madre: “Mamá, has roto esta leyenda que dice que las madres son las primeras en enterarse de todo, porque tú no te coscas de nada”. Y a partir de ahí no hubo mayor conflicto. Digamos que yo ya tenía veintitantos años.
Hablemos de la plumofobia. ¿Qué hay de la pluma que tienen los supuestos hetero? ¿Esa pluma tiene que significar homosexualidad o no? ¿Cuál es la definición de pluma y dónde puede encontrarse?
Para mí la pluma la puede tener un hetero, un gay, una mujer heterosexual, lesbiana o quien sea. Yo no suelo interpretar la sexualidad de la gente, soy muy pavo con eso. Ni doy por hecho que todos los tíos son hetero, ni todas las tías, ni el hecho de que un tío tenga pluma me hace pensar que es gay… no, no me interesa. Me interesa la sexualidad de la gente sólo si vamos a follar, ahí hay que tenerlo claro. Ahí me gusta jugar sobre seguro (risas). Yo tampoco tengo muy claro qué es pluma. ¿Cierto afeminamiento? Pero, ¿qué es lo femenino? Es un concepto complicado. La pluma gay la reconozco porque la he visto en mí, y fue una cosa muy, muy dura. Yo identifiqué la pluma por cómo me imitaban a mí los otros niños de pequeño. Yo detecté que tenía pluma por cómo se burlaban de mí.
¿Qué te hubiera gustado que te explicaran (a nivel sexual y emocional) con 15 años? Algo que después descubrieras a trancas y barrancas.
Pues que el sexo mejora cuanto más lo haces, que no hay que tener prisa, que no hay que ser ansioso. Me hubiera encantado que a los 15 años me dijeran que me tranquilizara por ser gordito y peludo, que llegaría un momento en el mundo en el que los osos se pondrían de moda y sería un sujeto sexual. Pasaría un largo trayecto de desierto queriendo ser delgado, depilado y musculado, que parecía que esos eran los únicos que follaban, y luego me encontré con que había otros modelos. Otra cosa que me tendrían que haber explicado es que el físico no tiene nada que ver con el sexo. Tiene que ver con el consumismo.
Consumimos cuerpos aparentemente perfectos, normativos, cuando en realidad esos no son los cuerpos que nos hacen felices en el sexo. El cuerpo que nos hace feliz en el sexo no sabemos qué tiene. Tiene algo. No sabemos si es la piel, el olor, la confianza, las ganas, la complicidad, el deseo… yo los mejores polvos no los he echado con señores espectaculares. Igual hay ahora algún señor que en algún sitio está recordando un buen polvo conmigo, que tampoco tengo un cuerpo como para lucirme desnudo en las revistas. Hay mucha gente que liga sólo por poder enseñar el producto que ha adquirido, pero a la hora de follar el físico es lo de menos. Para mí, desde luego. Los guapos sólo sirven de trofeo.
Yo, cuando empecé a pensar en mi propia homosexualidad, me di cuenta de que había una diferencia muy grande a tener en cuenta: el hombre que deseamos ser y el hombre que deseamos tener. Dejé de buscar hombres que yo quería ser y sólo quise compartir y tener hombres para mí un rato, vaya, tampoco en propiedad privada (risas), que me gustaran de verdad, no por el efecto trofeo. Hay mucha confusión en esto, porque tiene que ver con los referentes. Y luego, cuando la gente liga, liga con alguien que quiere enseñar sólo de puertas para afuera. Y al revés también, luego están los placeres culpables de gente con la que follas muy bien pero no llegas a ningún sitio. Esto tiene que ver con clasismo… unas cosas muy feas. Yo nunca sé si he sido algo así para alguien, pero bueno, está bien pensar sobre ello.
Iconos sexuales ibéricos.
Es que yo tengo una manga súper ancha, como de kimono (risas). Eso sí, que ya hayan cumplido los 40. Es que alguien que no conozco es difícil que me parezca un referente sexual, me pone la conversación, la inteligencia… voy a pensar alguien que me ponga un poco, por la chicha. Por el titular. Mira, Francino me pone mogollón. El padre. Es un tipo súper interesante. Mariano Barroso me encanta, el director de la Academia de Cine. Creo que los dos son heterazos totales, pero que ellos lo sepan: que me parecen referentes de señores bien.
¿Hay una crisis de la masculinidad en la que van a caer viejos iconos del sexo patrio como Bardem en Jamón, jamón?
Es que yo creo que están cayendo los iconos en general y que está ganando la diversidad. Porque la diversidad tiene muchas cosas buenas, aunque Daniel Bernabé no se lo crea [a propósito de su ensayo La trampa de la diversidad (Akal)]. La diversidad no es una trampa. A mí Bardem me cae muy bien, y mucho más Carlos Bardem. Y Juan Diego Botto me chifla, también.
Ahora que mencionas el ensayo de Bernabé, ¿qué opinión te merece su tesis? En este caso, ¿estamos enrocándonos en identidades sexuales para no combatir la cuestión fundamental, la de clase?
Bernabé es un autor que respeto y aprecio un montón, y me parece que ha dado en la diana con el asunto del que hay que hablar. Ha hecho un libro que genera un diálogo interesante y si él no se enfadara tanto y permitiera el diálogo sería mucho más interesante. Por otro lado, creo que se olvida de que la diversidad sexual tiene mucho que ver con clase. Yo, junto con mucha otra gente que conozco de mi generación, me desclasé: tuvimos que dejar de pretender ser quienes éramos en un momento o haber seguido la línea burguesa en muchos casos, porque teníamos que salir de casa si queríamos vivir nuestra vida.
Dejar de estudiar, buscarnos la vida, empezar a trabajar donde fuera… y al final nos convertimos en una clase obrera de la que yo estoy súper orgulloso pero que tiene que ver también con no haber podido participar de cierta eclosión burguesa o nueva clase media emergente en España. Te hablo de homosexuales, transexuales, etc, porque la final, el precio a pagar por la libertad fue salir del espacio de comodidad que podían habernos dado nuestras familias, que en ese momento aspiraban a ser clase media.
Te preguntaba antes qué fue lo que te hubiera gustado que te explicaran. Bien, ¿qué fue lo primero que te explicaron a nivel emocional y sexual que creas que te fue de utilidad?
No me explicaron nada. Nada. La primera explicación que yo sentí fue la primera vez que fui a un bar gay. Tenía 18 años y estaba en una Chueca que no tiene nada que ver con la de ahora. Yo iba al bar gay como quien siente que va a pisar tierra prometida. “Voy a estar con los míos”, pensé, pero cuando entré me sentí ignorado, me sentí fuera de lugar. Tuve una percepción terrible. Pensé: mi lugar no estaba fuera, pero tampoco es este…
¿Cuál es mi lugar?
Claro. Es difícil, porque piensa que yo vengo de una generación muy concreta: yo empecé a follar a los 18 años y nunca he follado sin condón, porque tenía pánico al SIDA. Doy gracias a todos los que dieron la vida por salvar la mía. Pero a la vez la homosexualidad era algo muy sexual, era la única forma que teníamos entonces de identificarnos. Todo lo cultural que fue llegando luego todavía no existía. Esta cosa que la gente considera “lo gay” no existía. Estaba todo el heteropatriarcado marcado como tal, y eras gay simplemente por quién follabas. Ahora no es así: eres gay por muchas cosas, pero sobre todo por la memoria compartida.
¿Cómo era tener sexo en esa democracia que iba a gatas…?
Bueno, mira, respeta mi edad, que yo nací en el 71.
¡Pues eso! Democracia temprana.
Hija, pero que yo empecé a follar ya para la Expo. Respétame (risas). Que parece que empecé a follar en el 78.
No, hombre, no. Si nuestra democracia sigue siendo joven, pero entonces era más joven todavía. Mira el libro de Marta Sanz, el de Éramos tan jóvenes, donde habla de cómo ha cambiado el sexo desde la Transición hasta ahora.
Pues es que más que la democracia como tal, era el miedo al SIDA lo que estaba allí. La información fue saliendo poco a poco y siempre usé preservativo, pero estaba el miedo al SIDA, el miedo a que alguien te viera y se lo contara a tu familia, estaba el miedo a ir a ligar al Retiro y que te pegaran una paliza, estaba el miedo… yo recuerdo las primeras veces con mucho miedo. Era lo que más tenía. De hecho, ahora, cuando ha ido pasando el tiempo, he pensado que yo los primeros años follaba como por aprender, pero no por ganas. Esto de “vamos a ir haciéndolo bien para el día que llegue la persona adecuada, que me mole y que me guste, ya sepa yo hacerlo”. Y he follado mucho por buena educación.
¿Cómo es esto?
De ir a saunas gays y señores que a lo mejor no me interesaban mucho, pero me hacían requiebros, me insistían y tal… y yo pensaba: “Mira, es que me cuesta menos echar un polvo rapidete y tal que decirle al señor en la cara que no me gusta, porque me parece ofensivo y no tengo necesidad de hacer sentir mal a nadie”.
Ese “no sea que se moleste” puede ser chungo, como si nuestra labor fuese complacer al otro.
También te digo: que no creo que follar conmigo sea como que te imponga la mano Jesucristo (risas). Pues hemos follado y hemos follado, y a otra cosa. Al sexo le doy mucha importancia, pero al buen sexo. Yo he hecho mucho mal sexo pero por echar la tarde. He terminado de comer a las cuatro, he quedado a las siete… pues: ¿qué hago de cuatro a siete? Irme a la sauna y echar un polvo. Mejor eso que estar en la calle delinquiendo (risas).
¿Uno se puede enamorar en una sauna?
Claro. Yo siempre que follo me enamoro, ese rato. Soy de esos.
Ese rato, y luego, ¿cómo sabes si se te ha quedado el poso en la cabeza o no?
¡Pues luego vemos! Pero vaya, yo ahora soy un señor casado y decente. Siempre hay algo. Para mí tiene que haber algo. Lo importante es… ¿cuánto tiempo tardas en darte cuenta de que te estás engañando, de que no hay nada, de que te lo has inventado tú para que el polvo fuera bueno? Eso es madurar, yo creo. ¿Y cómo se sabe cuando es algo más que sexo? Probando. Dándole tiempo. Tomando café. Hablando de libros. Descubriendo que cuando tienes un problema, tienes alguien al lado con quien no contabas. Se descubre sobre todo con el tiempo y la paciencia, justo lo que ahora mucha gente no es capaz de dar.
¿Qué sabemos del punto G masculino?
¿Del mío, del de otro…?
Del que tú me quieras hablar.
Es que a mí lo del “punto G” me parece un poco leyenda. Me interesan más mis puntos erógenos que centrarlo todo en el punto G. O sea, parece que estamos hablando del botón de reset, del lugar mágico… chico, no, hay muchos sitios que funcionan muy bien.
¿Qué hay del pseudotabú del hombre heterosexual con el ano y sus terminaciones nerviosas, y sus posibilidades de placer?
Es que yo creo que esta identificación del culo con algo homosexual ha sido muy perniciosa, pero sobre todo para los heteros. Se están perdiendo cosas muy guays, y sobre todo, algo muy importante, que es la higiene personal. Porque practicar sexo anal, amigos heterosexuales, sobre todo abre dos minutitos más en la ducha a los que a veces no les dedicáis el tiempo, y muchas veces es el detalle que lo marca todo, y es de agradecer. Hay que enjabonarse bien. Hasta dentro.
¿Nos han dicho un poco a todos que nuestro valor depende de nuestra vida sexual?
Ya no sólo de nuestra vida sexual, sino de a quién seamos capaces de atraer a través del sexo. La persona a la que somos capaces de atraer, y eso es terrorífico. Para disfrutar del sexo hay que disfrutarlo primero mucho tiempo en soledad.
¿Cuál es el mayor tabú sexual en la España de 2018?
Uy, pues no sé. Porque con la masturbación femenina ya se ha relajado la cosa, ¿no? Antes era terrorífico. Y la masculina nunca ha tenido ningún conflicto… Yo creo que el beso negro se sigue confesando muy poco y creo que es una cosa que ha venido para quedarse.
Un mensaje que lanzarle al mundo. Imagina que todo el planeta te escucha unos segundos.
¡No tiene nada mejor que hacer el planeta…!
Esto es así, tengo esta varita.
Que hay que besar. Hay que besar bien. Hay que tocarse más. Y hay que follar con calma y con ganas. Y que se relajen un poquito con las aplicaciones de ligue: Grindr, Tinder y todo. En vez de estar probando muchos diferentes todo el rato, que elijan uno que les guste, porque el sexo mejora cuanto más lo practicas con una persona. La gente es muy impaciente en esto.