Cuando alguien es un seductor se le dice que es un Casanova. El personaje histórico ha quedado como el ejemplo del ligón, del mujeriego empedernido que no tiene escrúpulos en saltar de cama en cama sin importarle si rompe un corazón o un matrimonio.
Las historias que se cuentan de Giacomo Casanova sin infinitas, o al menos tantas como conquistas tuvo, al menos 132 según su propia cuenta. Y hasta el cine y la literatura han intentado, casi siempre sin éxito, plasmarlas en papel o fotograma.
Casanova nacía en Venecia en 1725, y se le definía como aventurero, libertino, escritor, diplomático, bibliotecario y agente secreto italiano. Todo ello además le dejaba tiempo para dedicarse al sexo, y también hasta inventarse algún método anticonceptivo, ya que según las leyendas urbanas del momento, él introducía una canica de oro de 60 gramos dentro de la vagina de sus amantes para no dejarlas embarazadas. Un peculiar mecanismo que no tuvo mucho éxito, ya que al menos nacieron dos hijos suyos, Leonilda Casteli y Cesarino Lanti, aunque otros muchos aseguraban ser hijos bastardos del mujeriego Casanova.
El método de la canica de oro le acompañó en todos sus escarceos, desde que perdió la virginidad en un trío con dos mujeres de la nobleza veneciana hasta que fue expulsado del seminario de San Cipriano por, cómo no, conducta escandalosa, ya que sus deseos sexuales lastraron su inicial intención de convertirse en sacerdote. Su azarosa vida sexual hizo que en la adolescencia tuviera una enfermedad venérea, y más tarde la sífilis y la gonorrea.
Casanova también tenía sus estrictas normas en el campo sexual, ya que a pesar de haber participado en tríos, nunca participó en orgías, una de la práctica de moda en la Venecia del siglo XVIII.