Es el hombre que le canta a las mañanas al Este del edén -cuando James Dean tiraba piedras a una casa blanca: “entonces te besé”-, es el ser mágico que se fija en el tono del carmín de la mujer que desea -“estás mucho más guapa, será que te embellece ser feliz”-, es el genio que entendió lo terriblemente absurdo que es estar vivo sin ciertos latidos -que son siempre ajenos-, es el ciudadano irreverente que recuerda que “es claro que el clero es oscuro” y que se protege, a golpe de verso lúcido, de ejércitos enteros de “meapilas”.
Siempre, siempre gana contra esos malos profetas, contra esos “profesionales de la libertad que hacen del aire banderas”. Contra esos “reptiles al acecho de la presa” que negocian en cada mesa “ideologías de ocasión”. Luis Eduardo Aute es memoria sentimental y política de España. Construye himnos ladrillo a ladrillo. Proyecta mundos más genuinos, más justos, más inspirados que éste.
Era fácil verle anoche sobre el escenario, aunque no estaba porque no podía estar, durante el concierto-homenaje Ánimo, animal que le dedicaron con amor y admiración sus amigos de oficio. El Wizink Center de Madrid -a rebosar- se rindió a su huella, a su dignidad, a su palabra. Era fácil verle anoche: con sus viejas pintas de Jesucristo fumador -lúcido, hermoso y medio extraterrestre-, abstraído por una guitarra, una libreta o un lienzo, construyendo poemitas a pico y pala. Liándola siempre entre la metafísica, el amor carnal y la greguería. Aute pacífico y triste, prolífico y obsesionado, aparcado en la trinchera de la belleza.
Lo escribió él mismo: "Vivir es más que un derecho, es el deber de no claudicar". Por resistencias como la suya, muchos cantan hoy a pleno pulmón en un país demócrata. Le homenajeó, arrebatado, José Mercé con uno de sus temas más hermosos, Al alba, su canción dedicada a la memoria de los asesinados por el régimen franquista. "Los hijos que no tuvimos / se esconden en las cloacas (...) Miles de buitres callados / van extendiendo sus alas / ¿no te destroza, amor mío / esta silenciosa danza? / Maldito baile de muertos / pólvora de la mañana". Todo el estadio entona.
“Es una canción que ya ha dejado de ser del autor para ser vuestra: y en los tiempos que corren hay que rescatarla”, deslizó Rosa León. El maestro de Úbeda, Joaquín Sabina, vino sin bombín y con poema, porque sabe que aún hay autores por los que quitarse el sombrero: “No deja para ayer lo de después. En la Fuente del Berro echó raíces, sus canciones vacunan cicatrices y ponen los espejos al revés (…) Su casa es el lugar de la osadía. Decir Marichu es lágrima y verbena y amor en carne viva. Y ambrosía. Decir Eduardo es fuego, y pan, y arena. Decir Al Alba es llanto y todavía decir Aute es decir pasión en vena”, recitó. Su compadre Serrat regaló De alguna manera.
Silvio Rodríguez, tercer gran rey mago de la noche, contó que su canción favorita de Aute la escuchó por primera vez en La Habana, a principios de los setenta. “A veces recuerdo tu imagen desnuda en la noche vacía. Tu cuerpo sin peso se abre y abrazo mi propia mentira”. Dani Martín se arrancó con una versión bellísima de Las cuatro y diez; la elección de Pedro Guerra fue Pasaba por aquí: “No pienses que te espío, no llego a ser tan ruin. Es torpe que tú creas que quiero sorprenderte en un desliz. Y bien, qué tontería, no soy nada sutil”. Hay algo que se perdió con las letras de Aute: en 2018 los niños imberbes de pupitre y los jóvenes rebosantes de hormonas y platonismos ya no saben declararse así. Él se lanzó al barro con lenguaje y sin emoticonos. Él dibujó la belleza sin Instagram.
Víctor Manuel descorchó Sin tu latido, otro poema musicalizado: “Hay algunos que dicen / que todos los caminos conducen a Roma / y es verdad, porque el mío / me lleva cada noche al hueco que te nombra (…) y duermo con tu nombre, besando tu boca”. Estuvo Luis Pastor. Ana Belén. Ismael Serrano. Y Jorge Drexler. Y Rozalén. Y Marwan. Y Andrés Suárez. Los de siempre y los que llegaron hace poco. “Esta canción sólo tiene 52 años: salimos a por Rosas en el mar y las hemos ido encontrando, pero todavía tienen muchas espinas”, lanzó la legendaria Massiel. Regresó, con ella, a los tiempos de Codo con Codo: cuando era niña cantarina con pamela fucsia.
La belleza no se rinde ante el poder
Especial mención al poderosísimo y descarnado Miguel Poveda, que le hizo al genio su correspondiente traje flamenco con Prefiero amar y puso en pie a todos los asistentes: “Y qué le voy a hacer si me falla alguna pieza por creer que la belleza no se rinde ante el poder. Y puestos a elegir entre el oro y el Parnaso, yo me pido ser payaso, mago, acróbata o faquir”.
A la fiesta del Wizink vinieron, por venir, hasta los tambores de Calanda, en contundente y ruidosa procesión: de ellos decía Luis Buñuel que bastaba con poner la mano sobre una de las paredes del pueblecito de Teruel para sentir las vibraciones que agitaban las casas por la "Rompida de la hora". A esa tradición le dedicó una canción Aute, en homenaje al cineasta surrealista.
A ratitos se escuchaban versos en la voz del propio ausente: “El capitalismo cayó en su propia trampa. Fue consume que te consume, consumiéndose a sí mismo en la deuda eterna”. O: “Lo malo de las verdades como templos es que con el tiempo se convierten en verdades como puños. Y pistolas”. O “se entregó a la muerte… encantado de la vida”. O esta otra greguería: “La fe es ciega. El amor es ciego. Las estatuas son ciegas (…) Y es evidente que los árboles no dejan ver el bosque. Juro que a partir de ahora dejaré de pagar la factura de la luz”. La queremos encendida por mucho más tiempo. Ánimo, animal.