La polémica cultural de la semana atañe a la Biblioteca Nacional de España, al presentador de Pasapalabra Christian Gálvez y a la figura de Leonardo Da Vinci: casi nada. El Comité Español de Historia del Arte ha tachado al comunicador de “intruso” por su exposición Leonardo en vaqueros, en el Palacio de las Alhajas: “Se apoya en una popularidad televisiva y en sus conocimientos sobre la figura de Leonardo traducidos en obras de ficción con, a veces, dudosas bases histórico-documentales. Estos le han permitido situarse como referente sociológico sin ningún aval de carácter científico”, señalan los expertos.
Lo cierto es que desde que se ha inaugurado la muestra, las visitas a la BNE han aumentado un 400%, y que Gálvez ha financiado altruistamente todos los gastos de la exposición. Su sueldo como comisario lo dona íntegro a la investigación de enfermedades raras. El debate está servido: ¿quién decide el rigor de un proyecto divulgativo? ¿Beneficia a la institución que se democratice con propuestas como esta o, a la postre, le resta credibilidad? ¿Tiene sentido la exquisitez académica si nadie visita la BNE, si no llega al ciudadano medio? En definitiva: ¿merece la pena acudir a esta muestra?
Christian Gálvez cuenta a este periódico que su única intención era homenajear dos grandes cualidades de Leonardo: “Una es la polimatía, su transversalidad de conocimientos. La capacidad de hacer más de una cosa y el derecho a intentar hacerlas bien. Otra es su legado más intangible: la curiosidad. No es una exposición que adoctrine a nadie, esto no va de arte y no va de historia. Es una cuestión biográfica”. Se apoya también en la seriedad profesional de la comisaria Elisa Ruiz, aunque ella ha dado un paso atrás y ha señalado que disiente del parecer de Gálvez y que quiso dimitir, pero finalmente, por hacerle un favor a la BNE, lideró el proyecto decidiendo “no cobrar un céntimo”.
La Biblioteca es de todos
“Mi idea es poner también a la Biblioteca Nacional en vaqueros: vamos a abrir sus puertas. Oye, que esta biblioteca no es vuestra”, comenta refiriéndose al Comité Español de Historia del Arte. “No es de un grupo de eruditos ni de personas que pueden entrar exclusivamente como si fuesen una logia. La Biblioteca Nacional es de todos. Ahora se ha abierto el hall como espacio al público, y eso es positivo. ¿De verdad es malo que aumenten las visitas? Por cierto, esto es una iniciativa privada, por o que en realidad yo podría haber hecho lo que me hubiera dado la gana, pero mi intención siempre ha sido crear un puente entre Leonardo y la gente y democratizar su figura”.
Recuerda Gálvez que él sí tiene formación. “No soy ningún intruso, sólo se me critica por utilizar mi capacidad mediática. ¡Claro! Es que me dedico a esto. Pero no estoy faltando el respeto a nadie. He estudiado por la Universidad Europea Miguel de Cervantes: especialización en gestión y conservación de museos, diseño y gestión de exposiciones… tengo cuatro títulos independientes”, explica, y aclara que entre los críticos hay intereses personales. “Uno de los que firman esta petición quería montar una exposición con dibujos italianos del siglo XVI y ahora no puede”. Lo importante para él, no obstante, es que “se esté hablando de arte, de cultura y de Leonardo”.
Lugar de investigación (y de cultura)
Ana Santos, directora de la BNE, explica a EL ESPAÑOL que desde la institución se plantearon este proyecto “porque conservamos uno de los 23 códices originales de Leonardo y queríamos participar en su conmemoración”: “Pensamos que la persona más adecuada para mostrar el valor de estos códices era la profesora Elisa Ruiz, experta de reconocido prestigio que ha hecho en la antesala del salón de lectura una muestra pequeñita y condensada de lo que significan esos códices. Queremos que la BNE sea, además de un lugar de investigación, un centro de cultura, un espacio abierto”.
Relata que “en este momento la sociedad está demandando un consumo cultural diferente y desde las instituciones debemos, responsablemente, atender a esta demanda y escuchar a las personas, a las que nos debemos, siempre desde el rigor académico pero favoreciendo el conocimiento”. Asegura que “este tipo de polémicas son estériles y dañinas para la imagen de la Biblioteca Nacional”, y subraya que la acogida de la muestra ha sido “muy positiva”: “Ayer habíamos recibido 5.539 personas, que es un número bastante más alto del que recibimos habitualmente, y esto está produciendo un efecto llamada para el resto de exposiciones: en Lope y el Teatro del Siglo de Oro, que acabamos de inaugurar, ya van 5.260”.
También han aumentado los “carnés de lector y de investigador: se han duplicado”: “Por ejemplo, el día 7 de este mes se pidieron 96 carnés de investigación frente a los 40 que suelen pedirse en un día normal”. ¿Achaca entonces las críticas de los historiadores a una cuestión de celos? “Sí, a ver, yo lo interpreto como que el mundo académico y la propia Universidad tiene que mejorar en el tema de transferencia de conocimientos. Tienen que abrirse a cualquier persona que tenga curiosidad intelectual”. Recuerda que “si no fuese por esta exposición, da miedo entrar en la Biblioteca Nacional: su verja, su escalinata… imponen. Por eso estamos haciendo una estrategia digital de apertura. Y por eso lamento tanto este tipo de polémicas: los colectivos son demasiado corporativistas y olvidan que hay que abrirse a la voz de la sociedad”.