Pilar Eyre: “Juan Carlos I tiene un problema sexual que puede tratarse médicamente”
- "Lo cuentan algunos amigos del rey, que él sólo tenía que señalar con el dedo a las mujeres que quería".
- "En mi juventud los exhibicionistas eran una cosa normal: señores que se masturbaban delante de ti impunemente”.
- Dragó: "Las mujeres de derechas follan mejor, las de izquierdas creen que están salvando el mundo"
Pilar Eyre es una narradora incombustible y una periodista que mira hasta el fondo del ojo: lleva muchos años -y muy jugosos, y muy hábiles- escrutando la guerra de la vida y da la sensación de que vale aún más por lo que calla. Es aguda, pizpireta, divertida y honda en el estudio de las costuras de la gente -ese exquisito grupo al que pertenecemos todos-.
Lo mismo se asoma a las sábanas de la monarquía que a los traumas infantiles de Franco; igual se entrega a una novela autobiográfica que queda finalista del Planeta que se embarca en un libro histórico para amasar el deseo de los poderosos. Hablamos con ella de sexualidad, cortejo, hombres de ayer y de hoy, liberaciones eróticas que venían con letra pequeña y días radiantes -los del amor-. La de Eyre es la revolución de la elegancia.
¿Qué importancia tiene el sexo en la vida?
Pues estaba yo pensando en esto antes de empezar la entrevista contigo y… claro, es que tienes que ponerte en contexto y pensar la edad que tengo, de dónde vengo y hasta dónde hemos llegado. Cuando yo era joven, cuando tenía tu edad, todo era tabú, todo era pecado, todo era horrible. Te tenías que casar virgen, tenías que hacerlo todo con un chico menos llegar hasta el final, y, vamos, era un clima de represión absoluta. Me acuerdo de mi infancia y de mi juventud: los exhibicionistas eran una cosa normalísima, estos señores que se masturbaban… yo iba a la playa con mis hermanas y mi madre en bañador, lo normal, y los hombres se masturbaban en las rocas mirándonos.
¿Con total impunidad?
Total. A lo mejor mi madre en un arranque de valentía le decía “¡váyase!”, pero ellos, tan tranquilos, se quedaban. O decía “¡guardia, guardia!”, y el guardia miraba con complicidad al hombre, esto de “entre machos nos entendemos”… y no le decía nada, o algo suave como “circule, circule”. En la puerta del colegio, con 12 años, también aparecían señores con gabardina que se la abrían y nos enseñaban el aparato genital. Las profesoras tampoco se alarmaban, sólo nos decían “no miréis, no os entretengáis mirando, son hombres, son hombres...”. Criarte en ese clima era terrorífico, eras católica, tenías que confesar los malos pensamientos (esa cosa tan vaga que no sabías lo que era). Convertirme en una mujer liberada ha sido un camino complicado.
¿Cuándo dejaste fluir esos malos pensamientos? ¿Cuál fue la primera grieta en todo ese imaginario represor?
Cuando entré en la universidad. Todo eso de mayo del 68, toda esa generación liberada… Me eché novio, me libré y tuve relaciones. Intentando analizar esto también he escrito algún libro, y te diré que no sé si fue tan bueno para nosotras, para las mujeres. La libertad sexual fue buena para el hombre porque dejó de tener obligaciones y compromisos. La mujer buscaba sus propias píldoras (yo, por ejemplo, tenía un amigo médico que me las recetaba bajo mano)… y el hombre podía tener sexo sin necesitar la coartada de los sentimientos. Eso de “ah, la liberación sexual es para todos, no tienes que enamorarte”: y nada, con eso el señor podía pegar el polvo tranquilamente, el señor liberado que cogía el periódico y pasaba de ti, sin decirte “te quiero”, sin decirte “nos vemos mañana” o “te llamo”… dejó de necesitar esos para conseguir sexo. Se sintió desligado.
¿Entonces era cierto eso de que las mujeres ponemos más implicación emocional en el sexo?
Tenemos una sexualidad diferente. El hombre es más hermético. Con la edad que tengo ahora, con todas las personas que he conocido (mis parejas, mis amigos) y con la capacidad de los escritores de leer el alma de las personas, he llegado a la conclusión de que la necesidad de cariño es exactamente igual en el hombre que en la mujer. La diferencia es que la mujer lo verbaliza o es capaz de exigirlo, incluso. En tu generación yo creo que no tenéis ningún empacho a la hora de hablar, a los hombres les frena eso de sentirse menos hombres… es una tontería. A mis padres ni siquiera los vi jamás cogerse de la mano.
En tu caso te liberaste, pero muchas mujeres de tu generación nunca lo hicieron y asumieron la vida que se esperaba de ellas.
Muchas, muchas nunca se liberaron. Lo típico de mi edad era ponerse de largo a los 18 años, no estudiar una carrera, sino labores, no tener mucha importancia y casarte, cuidar a tus hijos, dedicarte toda la vida a ser ama de casa. A mí me salvó ser la más fea de mis hermanas.
¡No creo!
Sí, sí. Dijeron “ésta mejor que estudie”. Mi vida fue otra, afortunadamente. A veces veo algún programa de televisión de esos que te dan una sorpresa y traen a las amigas de una señora… y aparecen todas las amigas del colegio y hablan de su pasado y no han hecho otra cosa que cuidar de los demás. Es imposible para mí… no me identifico en absoluto.
En tu caso, fuiste autodidacta en cuanto a educación sexual. ¿Qué te gustaría que te hubiesen explicado?
Bueno es que ni se me habría ocurrido hablar de esto con mis padres, me pongo colorada de pensarlo. Recuerdo que cuando tenía 12 años le pregunté al cura que teníamos en el colegio que cómo nacen los niños, y el cura me dijo: “Vuelve a preguntármelo cuando tengas 13”, pero cuando cumplí 13 ya me había enterado. ¡Aunque no tenía ni idea de cómo era eso…! Sólo tuve hermanas, nunca había visto a un hombre desnudo, no sabía cómo era ni nada del proceso, nada del sexo.
Ya no sólo del sexo, sino del beso, ¿no?
Claro. La primera vez que me metieron una lengua en la boca dije “pero qué es eso, qué asco, es una culebra, una cosa mojada”… (risas). Bueno, es que sólo me puedo imaginar esas cosas viviéndolas por mí misma, sin que nadie me las explique. Quizá es por mi educación, pero me habría resultado muy violento. Yo me espabilé sola.
¿Y el cortejo, cómo ha cambiado? ¿Se ha perdido romanticismo?
Pues ahora observo a la gente joven y las chicas siguen esperando a que las llame el galán. Antes nosotras esperábamos 12 horas al lado del teléfono fijo, pero ellas hacen lo mismo con los móviles en la piscina o en la playa, y yo las oigo. Una le dice a la amiga “no, no lo llames” y la otra “no me ha llamado”, y otra “ya te llamará”, o “llámalo con una excusa”… Alucino un poco con que siga viva esta idea del amor romántico,de que te tienes que hacer de rogar, de que tiene que venir el hombre detrás, de que él es el cazador y tú eres la presa cazada… es un mito que pervive, y creo que ahora las mujeres están menos liberadas de lo que lo estábamos nosotras, incluso.
Entonces Pilar Eyre es de las que llaman, de las que no esperan.
Bueno, una vez llamo, otra no, ahora sí, ahora no… ese juego es divertido. No soy nada agresiva en la conquista, pero bueno, yo soy una persona de amores muy apasionados, me entrego mucho y en general digo mucho las cosas.
Tuviste un romance muy intenso con un reportero de guerra.
Sí. Tengo una casa en la Costa Brava y un verano conocí a un chico, intercambiamos miradas y fue un flechazo absoluto. Estuvimos tres días juntos: amor absoluto, total, apasionado, loco, todo. Él desapareció. Me había dicho que era corresponsal de guerra y que se tenía que ir a Siria. Yo estuve intentando buscarlo, a ver si era verdad lo que me había contado, y, sobre todo, si me había amado, que era lo que más me importaba. Hice de todo: contraté detectives… y escribí un libro. Lo curioso es que cuando el libro salió, venían a las presentaciones gente de 20 y 22 años y me decían que habían sentido lo mismo. Es increíble. Los sentimientos son transversales y afectan por igual a hombres y mujeres: esa pasión, esa intensidad, esas ganas de apurarlo todo…
¿Y cómo acabó aquel amor?
¿Ah? Cómprate el libro.
Venga, pero una pista.
Pues descubrí la verdad… averigüé quién era él en realidad, y no era nada como me había explicado pero sí me había querido, que era lo que me importaba.
¿Somos adictos a la épica?
Totalmente. Ya te digo que cuando aquel libro me sentía una estrella del rock. Hemos vivido amores intensos de unos pocos días, estamos deseando vivir cosas fuertes… esos sentimientos no se pueden mantener. Mis amigas me dicen “el amor termina a los 7 años”, y yo les digo “¡qué va, a los 7 días!”. Y menos mal, porque si no estaríamos todos muertos, no se puede vivir así, no se puede estar permanentemente en esa plenitud en la que te sientes tan vivo, tan “qué bonito es el mundo”…
¿Cuál ha sido tu amor más complicado?
Me he casado tres veces y las tres con la misma persona: el padre de mi hijo. Ha sido mi amor más intenso, más completo… estuvimos juntos 23 años primero, luego 5 divorciados y después de esos 5 se le detectó un cáncer y nos volvimos a casar. Ahora soy viuda. Ese ha sido el amor más importante de mi vida, el que me ha dado un hijo. Evolucioné a su lado. Lo quería muchísimo. Era una persona fantástica, mucho más fantástica que yo. Me cuesta hablar de él, porque me pongo a llorar… Pero ahora tengo otra pareja con la que estoy contenta y feliz, es un amor de madurez y espero que sea el último. Mi último amor.
¿Qué significa “amor de madurez”?
Pues es una chorrada, no sé por qué te lo he dicho, supongo que me he sentido obligada por las edades. Es absurdo, porque nos enamoramos locamente hace 4 años y empezó de manera apasionada. Me gustaría decirte que a mi edad no se cometen los mismos errores que a los 20, pero es mentira, cometes absolutamente los mismos y dices las mismas tonterías, las mismas frases… él está en Madrid y yo en Barcelona. Supongo que tenemos otra paz.
¿Y qué pasó con Julio Iglesias?
Yo soy una fan absoluta de él. Cuando viene a cantar a España lo veo siempre. No soy amiga suya, por supuesto, y hubo una noche en la que le hice una entrevista en Ibiza y hubo miradas… hubo mucho feeling, o a mí me lo parecía, pero no pasó nada. Escribí un artículo sobre el tema.
Por eso: seguramente en ese artículo no contaste toda la verdad.
Pero bueno (risas). Eres muy mala…
Venga, va.
(Esquiva) Si pasó algo, no me acuerdo.
Seguro que pasó algo... No me puedo creer que dos personas atractivas con ese feeling no canjeen la situación. ¿Por qué no pasó nada, entonces?
Había ahí chicas impresionantemente guapas, jovencísimas y monísimas que lo estaban esperando en el hotel… a mí me hubiera gustado que pasara algo.
¿Es fácil en este oficio enamorarse de entrevistados?
¡Claro! Yo cuando hacía entrevistas en Interviú siempre me enamoraba y siempre me decía mi director: “Vete a esto, pero no te enamores”.
¿De quién, por ejemplo?
De Bertín Osborne. O de Helmut Berger. Amores platónicos.
Tiendes un poco al paradigma del macho ibérico, del hombre mujeriego y patrio, ¿no? Ahí Julio Iglesias o Bertín…
(Risas). Pues bueno, no sé. Luego mis parejas no han sido nada así.
¿Quién dirías que ha sido el gran amante de España en los últimos 40 años?
Juan Carlos I, claramente, más que Julio Iglesias.
Pues fíjate que tampoco…
Bueno, es el peso del atractivo de la Corona. La erótica del poder. Eso existe desde siempre: los hombres poderosos siempre han tenido ese atractivo suplementario para muchas mujeres. Lo cuentan algunos amigos del rey, que él sólo tenía que señalar con el dedo a las mujeres que quería. De todo tipo: de la aristocracia, empresarias, mujeres jóvenes, mayores… el problema era elegir, porque, como decían ellos, “se le ofrecían todas”, que vaya frase machista, por cierto. A los Borbones les encantan las mujeres, les encanta el sexo y practicarlo. Son así: los padres, los abuelos.
Vaya joyitas.
(Risas) Mientras sea consentido por ambas partes.
No les parecerá tan bien a sus esposas, ¿no?
Bueno, ya saben a lo que se atienen cuando se casan con estos.
¿Cómo hace el amor Juan Carlos I?
A ver cómo te lo digo… si encuentro la palabra (piensa unos segundos). Prefiero no decirlo. Son testimonios de segunda mano… Pero si te diré lo que me contó un señor en un charla que di en Sevilla sobre mi último libro, Carmen, la rebelde. Entre el público habría un hombre que era Borbón, pariente del rey, y que me explicó que el gran problema que tenía él era el mismo que tenía don Juan Carlos, un problema casi de tipo médico… y me dijo que había tenido que tratarse con ese problema.
¿Qué problema es?
Es un problema que requiere tratamiento. “Mi tío”, me dijo, “tiene el mismo problema que yo”. Y me contó que él se había tratado en una clínica.
¿Impotencia sexual?
Ponlo como quieras… no me quiero meter en un lío ni meterte en un lío a ti tampoco.
¿Y la gran amante de España, quién es?
Isabel Preysler. Ha tenido una carrera sentimental de pata negra. Hombres inteligentes y no tan ricos, ¿eh?, porque la mayoría de las veces ella era más rica que ellos. Donde ha puesto el ojo, ha puesto la bala. Es una mujer seductora. La mujer más seductora de mi generación.
¿Dónde reside su encanto?
Es una mujer fascinante porque es misteriosa. El misterio oriental atrae mucho a los hombres. Es una mezcla de vulnerabilidad, fragilidad, feminidad… es una mujer que escucha muy bien y que les hace sentir como si ellos fueran los reyes de la Creación. Los mima. Una vez la entrevisté, cuando ella estaba con Miguel Boyer. Estábamos en su casa y yo hablaba con ella. Miguel estaba en una butaca así, más lejos, y no se enteraba de la conversación. Entonces ella me dijo “los dos salimos muy poco, porque somos muy felices”. Y entonces Isabel se dirigió a él y le dijo en voz alta: “Le estoy contando a Pilar que somos muy felices”, y él levantó la vista ¡con tal mirada de arrobamiento…! Y dijo: “Sí. Lo somos. Somos muy felices, cuéntaselo todo”. Yo pensé que quería que alguien me mirase así. Y eso que llevaban ya años juntos, que tenían la niña y todo.
Sería interesante preguntarle por sus trucos de seducción.
Si Isabel Preysler montase una academia de seducción, lo petaría. Es una gran maestra. Se apuntaría mucha gente.
¿Y qué consejos darías tú a alguien que estuviese empezando su vida emocional y sexual?
Daría consejos que yo no me he aplicado nunca, ni siquiera ahora, por ejemplo: una cosa es que los tres primeros meses de relación le puedes contar todos los secretos a la persona. Tu verdadera edad… todo, todo, todo. El hombre está tan cegado (y la mujer también) que lo admite todo. Es que le llegas a decir “mira, que soy hombre”, y te dice “¡bueno, nadie es perfecto!”. En los primeros meses se admite todo, luego ya no. Después hay una cosa bastante incómoda que es fingir ser alguien que no eres para adaptarte a la personalidad del otro, para gustarle, para atraerle… te conviertes un poco en lo que él quiere. Si le gustan celosas, finges que eres celosa. Si le gustan muy sexys, te pones sexy… eso no funciona nunca, más que nada porque es muy pesado y muy incómodo.
Te cuento una anécdota personal: yo he salido casi siempre con hombres que no tenían hijos, pero empecé a salir una vez con un hombre que tiene dos hijos y todo el rato quería hablar de sus hijos. Y yo “ay pues a mí también me encanta hablar de los hijos, ay, jajá, pues a mí también...”. Al cabo de dos meses no podía más y era como “qué coñazo este tipo, estoy harta de hablar de los hijos, esto es todo una impostura”. Lo encuentro a la larga muy pesado.
También te diría “estate con un hombre con el que te rías mucho”… pero es que no busco eso en un hombre, porque ya me río mucho con mis amigos.
Algo parecido decía Fernán Gómez. Algo como que para qué va a querer una mujer culta como pareja, que mejor la mujer culta sea su maestra. En el amor buscaba otras cosas.
¡Sí! Y también lo decía Woody Allen a Diane Keaton en una película. Lo de reírte y estas cosas… ay, es que no lo busco. Más que buscar algo en el hombre quiero buscar algo en mí misma. Busco sentirme viva, levantarme por las mañanas con una sonrisa, mirar el móvil cada dos por tres, busco esa aceleración del corazón, esas mariposas en el estómago, ese pensar… “le gusto”, “me compraré esto para él”, “quiero estar mona”, “quiero hacer esto y lo otro con él”, “quiero ser seductora”. O “ay, qué frase más bonita se me ha ocurrido para enviar en un mensaje”. Quiero que todos los días sean radiantes y que nunca haga mal tiempo, ni en invierno.
¿En la primera noche sí, o en la primera noche nunca?
Depende de las circunstancias, no hay reglas. ¿Ves? Es que creo que estas generaciones aún pensáis en eso… por eso de ¿cómo reaccionará el otro, pensará que soy una fresca, o mañana se le habrá olvidado ya todo…? Eso un chico no se lo plantearía nunca, y sin embargo una mujer sí. Para el feminismo no es bueno.
¿La peor cita sexual que has tenido?
La conté cuando Risto me entrevistó: soy una pionera, una modesta pionera en lo de conocer a alguien por internet…
Escribiste Cibersexo.
Sí. Además hace mucho, ¿eh? Te estoy hablando de quizá hace veinte años. Entonces me divertía por internet y podía volver a tener 20 años impunemente. Hacía el gamberro y decía que soy una estudiante, tal… En una de esas me puse a hablar con un chico y me dice que quiere conocerme, que va a venir a Barcelona para conocerme… yo le había dicho que tenía 22 años. Entonces en los días previos le decía: ¿sabes qué pasa?, que no tengo 22, tengo 27… y él “bueno, no pasa nada, como yo”. Y después: “No, que tengo 32”… “me gusta, me gusta”… empecé a subir y llegué como a 41. El caso es que quedamos en el sitio más oscuro de Barcelona, Luz de gas, y de repente vi a un chico en la barra que no tenía más de 19 años. ¡Y era mi cita!
También él había mentido.
Claro… fue la peor cita. La cita que nunca fue.
Va la última: ¿el tamaño importa?
Bueno, no… no importa. El órgano sexual más grande que tenemos es la imaginación.