Otro año más agitado en el ecosistema cultural, otros doce meses plagados de guerracivilismos intelectuales: cada debate es una buena muestra de que no hemos dejado de cuestionarnos lo que somos ni nuestra forma de expresarlo. "Cultura" no era ornamento, sino "política" e "identidad", y en esos conceptos el quórum -afortunadamente- es imposible. Por eso son tan edificantes las reflexiones sobre el humor y sus límites -si es que los tiene-, sobre arte moral e inmoral, sobre censura y apología, sobre feminismo, divulgación, lenguaje y revisionismo. Aquí algunos de los sucesos culturales que han activado nuestro espíritu crítico en 2018.
Revisionismo artístico: Egon Schiele y Balthus
Todo arrancó en febrero de este año, cuando el descarnado pintor expresionista Egon Schiele, discípulo de Gustav Klimt, fue censurado en su propio homenaje: Reino Unido y Alemania decidieron que los genitales que aparecen en sus obras eran “pornografía” y que no podían ser expuestos en sus edificios y vayas publicitarias.
Para combatir este puritanismo, la Oficina de Turismo de Viena ideó un plan: continuó con la campaña de los desnudos, sólo que en las grandes ciudades británicas y alemanas se agregó a cada obra una banda que escondía los genitales y rezaba: “Lo siento, tiene 100 años pero es demasiado atrevido para hoy” y el hashtag #ToArtItsFreedom.
Ojo al caso Balthus: a primeros de año, una ciudadana neoyorquina recogía más de 10.000 firmas para que el MET retirase el cuadro Thérèse Dreaming (1938): ahí una niña de 13 años recostada en una silla, con la ropa interior al aire. Los ofendidos tildaron la obra de “sexualmente sugerente” y la pinacoteca respondió que prefería debatir a censurar. El debate ahora es: ¿qué deben hacer los museos con los artistas de vida u obra controvertidas? ¿Dejarlos ser libres, como hasta ahora? ¿Deben censurarlos, mostrarlos en sala aparte, o, quizá, como señalan algunos, avisar en los carteles de las exposiciones de que Schiele era un presunto violador?
Rosalía y la apropiación cultural
El concepto “apropiación cultural” no había bajado al barro popular hasta este año, cuando la comunidad gitana se rebeló contra el uso de sus símbolos por parte de la cantante Rosalía. Todo empezó con el lanzamiento de su primer hit, Malamente, donde incluía expresiones sureñas impostadas por una “paya catalana” -como “illo”-, palmas, oros, escuelas taurinas, centros florales y hasta un nazareno apoyado en un skate con pinchos -como quien hace una promesa en Semana Santa-.
Representantes calés criticaron entonces que la artista usase elementos estéticos de un pueblo oprimido desde una posición de privilegio, sin haberlos interiorizado, sin respetar su raíz. La activista gitana Noelia Cortés explicó a este periódico que, a sus ojos, Rosalía “usa a los gitanos como algo cool que incorporar a su disfraz, pero no le importamos socialmente hablando”.
“Desde su privilegio racial y económico puede vestirse de barrio bajo y de marginalidad sin sufrir lo que sufre la gente que sí vive esas cosas. Habría que plantearse por qué ahora en Malamente nombra a Undebel y se santigua, si es el Dios de los gitanos y a nosotros lleva tiempo ignorándonos o bloqueándolos al señalarle lo que no hace bien con nuestro pueblo”, relató la activista. Rosalía, por su parte, sigue esgrimiendo que "el flamenco no es de nadie, ni de los gitanos". La polémica no ha dejado de coletear desde entonces, volviendo a dividir las corrientes de pensamiento.
Rober Bodegas y los gitanos
Rober Bodegas, del carismático dúo cómico Pantomima Full, ya lo vaticinaba en el monólogo de la polémica: “Ya no se pueden hacer chistes sobre gitanos (…) Yo trabajo de guionista en la tele. Y cada vez que alguien hace un chiste de gitanos llega una carta, sorprendentemente bien escrita, pidiendo que no se hiciese eso más. Y ya no se hace. Es difícil ver un chiste de gitanos en la tele. Me parece bien. Ellos han pedido que no hagamos chistes, y lo estamos cumpliendo. Nosotros hemos pedido que vivan acorde a nuestras normas sociales, y ellos supongo que necesitan tiempo”.
Las risas que retumbaron en ese momento en la sala no se volvieron a repetir en la posterior valoración del texto cómico. La broma hirió a la comunidad gitana, que subrayó que “el racismo no es humor nunca”, y la avalancha de críticas -“y más de 400 amenazas”- cayeron sobre Rober Bodegas como un jarro de agua fría. El guerracivilismo humorístico llegó a España, y el país se dividió entre los que defendían que se hiciesen chistes con lo que nos diese la real gana, y los que pensaban que esa comedia escondía racismos subterráneos y que había que abolirla.
Leticia Dolera y el despido de Aina Clotet
Una de las últimas reyertas calientes del año: la serie de Movistar + Déjate llevar, dirigida por la feminista Leticia Dolera, con Manuel Burque como coguionista, ya levanta callos antes de ser estrenada. Resulta que la cineasta decidió prescindir de Aina Clotet, que iba a ser una de las protagonistas del proyecto, por estar embarazada.
Clotet explicó que ella había ofrecido varias posibilidades a Dolera para seguir con el rodaje, que además la pillaba en un estado no muy avanzado de gestación: dobles de cuerpo, planos menos explícitos o justificar que el físico de una mujer que ha sido madre no tiene por qué ser perfecto eran algunas de las ideas, pero las actriz no las aceptó y la sustituyó de la grabación esgrimiendo un problema con la póliza y la cadena que desde Movistar+ no conocían.
Dolera, por su parte, defendió su decisión de no contratarla “por no encajar en el perfil del personaje protagonista para el que fue seleccionada en un primer momento”. Achacó su determinación final a los problemas con el seguro y a la falta de cobertura ante problemas con las embarazadas. De nuevo, España dividida: unos defendían a la Dolera emprendedora, subrayando las dificultades que existen hoy día para sacar adelante un proyecto cultural en medio de una industria paupérrima. Otros se centraron en proteger a Clotet: no aceptaron que una líder mediática feminista como Dolera fallase a su compromiso social y despidiese a una trabajadora embarazada, como hubiese hecho cualquier empresario machista del país.
La RAE, a patadas con el lenguaje inclusivo
2018 ha sido un año duro para la RAE, y no sólo por su situación económica, sino por sus recurrentes polémicas con el movimiento feminista. En primer lugar, porque por los sillones de la RAE han pasado 474 académicos en su historia y sólo 11 de ellos han sido mujeres. Hoy, de sus 46 sillones, 8 están ocupados por académicas, representando un 7% de la institución.
A pesar de que en los últimos meses, la RAE ha ido actualizando las marcas de uso de conceptos como “sexo débil” o “mujer fácil”, en julio se iniciaba otro zafarrancho: la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, proponía a la Academia un informe que revisase el texto de la Constitución para que fuese más inclusivo. “Tenemos una Constitución en masculino”, apuntó. Pérez-Reverte, ante esta petición, incluso amenazó con dejar la institución.
También la mayoría de académicos mostró su rechazo al hacia el desdoblamiento de géneros -por una cuestión de economía del lenguaje- y tampoco perdieron ocasión de poner las banderillas al Gobierno socialista al recordar que “Consejo de Ministras” es incorrecto, aunque las mujeres sean mayoría en las carteras. La RAE apuesta por términos neutros como “ciudadanía”.
Revisionismo musical: ¿mariconez sí o no?
Quién iba a imaginarse que el concepto "mariconez", que aparece en un verso de la canción Quédate en Madrid de Mecano, acabaría formando tanta reyerta en Operación Triunfo. La canción fue encomendada por el profesorado a los concursantes María y Miki, y la primera -joven abiertamente bisexual- mostró su incomodidad con la palabra por sus connotaciones homófobas.
Ana Torroja, parte del jurado del concurso, defendió el tema: “Mecano, tanto como grupo como cada uno por separado, siempre ha defendido la diversidad, el amor libre, la libertad de expresión y un largo etc., además tiene uno de los himnos más bellos escritos nunca defendiendo el amor homosexual: Mujer contra mujer”, expresó la artista. “NO CONFUNDAMOS insulto homófobo con expresión coloquial”. Más tarde, José María Cano, el verdadero autor de la canción, rechazó el dar su permiso para modificar la letra y finalmente María y Miki cantaron la original.
Ahí otro de los grandes debates del año: ¿era censura lo que proponía María, o era pura revisión acorde a 2018? ¿Puede una intérprete cambiar la letra de una canción según sus valores, ha de respetar el texto original, o, sencillamente, debe negarse a cantarla si le incomoda? ¿Las canciones deben ser ejemplarizantes o son ficción y ahí todo cabe? ¿El arte ha de tener siempre responsabilidad social -y luchar por los derechos humanos- o es un páramo libre y sin moral?
Willy Toledo, Dios y la virgen
Fue en 2017 cuando el actor Willy Toledo salió en defensa de la procesión del llamado “coño insumiso” con estas palabras: “Yo me cago en Dios y me sobra mierda para cagarme en el dogma de la santidad y virginidad de la Virgen María. Este país es una vergüenza insoportable. Me puede el asco. Iros a la mierda. Viva el coño insumiso”. Por ello fue denunciado por la Asociación de Abogados Cristianos y el proceso se ha desarrollado durante todo 2018. Ha pasado de todo: se declaró en rebeldía. Celebró una ceremonia pagana con sus amigos del oficio liderada por Javier Bardem (en la iglesia roja de Vallecas). Fue detenido por agentes policiales y llevado a comisaría. Ahora la Fiscalía ha cambiado de criterio y se pronuncia a favor de archivar la causa contra Toledo, pero el juez ha abierto igualmente juicio oral contra él.
Dani Mateo y la bandera de España
En plena polémica secesionista de Cataluña -y bajo las exaltaciones nacionalistas españolas a raíz de la intención del PSOE de exhumar a Franco-, el humorista Dani Mateo se sonó la nariz con una bandera española en un sketch para El Intermedio y fue demandado por la organización Alternativa Sindical de Policía por “ofensa a España, sus símbolos, y, por ende, a toda la sociedad democrática”. A finales de noviembre se presentó ante el juez y aseguró que “como ciudadano español” le preocupa que se esté “llevando a un payaso ante la Justicia por hacer su trabajo”. El caso aún está abierto.
Christian Gálvez y su expo en la BNE
El Comité Español de Historia del Arte tachó al presentador de Pasapalabra de “intruso” por su exposición Leonardo en vaqueros, en el Palacio de las Alhajas. “Se apoya en una popularidad televisiva y en sus conocimientos sobre la figura de Leonardo Da Vinci traducidos en obras de ficción con, a veces, dudosas bases histórico-documentales. Estos le han permitido situarse como referente sociológico sin ningún aval de carácter científico”, señalaron los expertos.
Gálvez y la Biblioteca Nacional de España se defendieron con tres bazas: una, que la visitas a la institución habían aumentado un 400% gracias a su proyecto; dos, que él había financiado altruistamente todos los gastos de la muestra y tres, que, además, estaba comisariada por una profesional de la talla de Elisa Ruiz. ¿El problema? Que Ruiz dio un paso atrás y dejó en paños menores a la BNE y a Gálvez diciendo que no consideraba que la expo tuviese el rigor suficiente. El debate sigue abierto: ¿supone esta propuesta una democratización de una institución apagada? ¿O esta ‘apertura de puertas’ al gran público no es legítima si el proyecto no es completamente serio? ¿Cuáles son los límites de la divulgación?