El estruendo de las bombas y el retumbar de las paredes alteraban el descanso nocturno de forma habitual. El Hotel Florida amaneció revuelto el 22 de abril de 1937 por culpa de los obuses de la artillería franquista, y sus pasillos se convirtieron en un laberinto caótico de carreras sin rumbo, de gente semidesnuda e histérica. Los rostros resacosos se mezclaban con los secretos destapados por las urgencias de ponerse a cubierto. El jolgorio y los tragos de la noche anterior eran ya un recuerdo efímero, un dolor de cabeza. Sin embargo, la guerra seguía ahí, a un par de kilómetros.
"A medida que la gente fue saliendo de sus habitaciones para buscar protección en el sótano, fueron quedando al descubierto toda clase de relaciones, entre ellas la de Ernest [Hemingway] con Martha [Gellhorn]", escribiría más tarde Tom Delmer, el corresponsal del Daily Express en Madrid durante la Guerra Civil. El Florida, según su opinión, fue "el hotel más amigable, más divertido y más repleto de aventuras" en el que jamás se alojó; un circo permanente de alcohol, sexo, despachos de guerra y reporteros idealistas, la gran mayoría comprometidos en la lucha contra el fascismo y con la causa de la República.
Martha Gellhorn, que escribía crónicas para la revista estadounidense Collier's, deambulaba despeinada y con un abrigo sobre el pijama, compartiendo risas pícaras con Virgina Cowles. De las habitaciones de algunos corresponsales y brigadistas internacionales se escabullían decenas de prostitutas "chillando con voces estridentes como pájaros" según Gellhorn. El novelista John Dos Passos, impasible ante el bombardeo, decidió recortarse la barba primero porque "un hombre se siente seguro afeitándose, olisqueando el leve y acostumbrado aroma del jabón de afeitar habitual".
Al salir de su cuarto con su albornoz de cuadros, se cruzó Dos Passos con hombres y mujeres "en diferentes estados de desnudez", arrastrando maletas y colchones. La estampa del Florida la retrató con una acertada apreciación: "Gran exhibición de despeinados y lencería". Pero pronto se instaló un ficticio clima de normalidad: mientras Antoine de Saint-Exupéry, el corresponsal de L'Intransigent de París que había puesto fin a la jarana nocturna porque no le dejaban dormir, ofrecía reverencias y pomelos a las féminas desde las escaleras, el olor a café empezaba a filtrarse por todas las plantas del hotel.
"Las chicas profesionales se aglomeran en el vestíbulo. Cuando el bombardeo amaina, parece que 60 putas salen de una habitación", escribió Josie Herbst, otra corresponsal estadounidense. Cuando la artillería de Franco dejó de escupir proyectiles, los periodistas salieron a la plaza de Callao, colindante con la Gran Vía, la avenida de los obuses, para medir los daños. La espeluznante experiencia matutina había alterado a Herbst, quien dijo que no le apetecía seguir jugando a ser exploradora. Hemingway, para calmar sus ánimos, la invitó a una copa en su habitación.
Una placa para el Florida
No queda ningún vestigio físico en la céntrica plaza madrileña de la existencia del Florida, derruido en 1964. Es una historia enterrada por el paso del tiempo, que pocos conocen aunque todos los días transiten por ahí. Por ese motivo, para revertir ese desconocimiento, Ámbito Cultural de El Corte Inglés y la revista digital fronterad organizan la próxima semana, del 21 al 25 de enero, un ciclo de mesas redondas, debates, proyecciones y lecturas teatrales sobre el mítico hotel.
"Es un lugar cargado de historia y mito, queremos recordar que el Hotel Florida estaba ahí, en Callao", explica a este periódico el periodista y escritor Alfonso Armada, uno de los coordinadores de las jornadas. El edificio se inauguró en febrero de 1924 y pronto se convirtió en un reputado centro cultural: allí se alojaba de forma habitual Unamuno, se celebraban convites literarios y hasta Lorca representó en sus salones alguna de sus obras. Pero fue durante la Guerra Civil, al alojar a corresponsales como Hemingway, Robert Capa o André Malraux, cuando su leyenda despegó.
Gracias a esta iniciativa, en lo que hoy en día es el edificio de El Corte Inglés y antes Galerías Preciados, se descubrirá este martes una placa conmemorativa para recordar lo que significó el Hotel Florida y todas las anécdotas que se registraron entre sus paredes, como la ruptura de la amistad entre Hemingway y Dos Passos a consecuencia de la ejecución de José Robles Pazos, el traductor de este último, por el fervor estalinista que se contagió durante la defensa de Madrid.
Ese acontecimiento es uno de los temas que se tratarán en las mesas redondas, así como el trabajo de los fotógrafos en la primera línea del frente —un homenaje a Capa y a Gerda Taro—, la literatura de guerra o las dificultades de ser corresponsal bajo las balas en la actualidad. También se ha editado un libro de varios artículos titulado Hotel Florida: en el corazón de Madrid, en el corazón del mundo; y el primer día se hará una lectura dramatizada de La quinta columna, la icónica obra de Hemingway.
El autor de Por quien doblan las campanas "fue afianzando su popularidad a base de sus inagotables reservas de panceta, huevos, café y tostadas con mermelada y bebidas, entre otras whiskey y ginebra, que almacenaba en su habitación" en el Florida, según explica Paul Preston en Idealistas bajo las balas. A Preston se le echará en falta en este ciclo, al que no podrá asistir por un compromiso médico. Sí participarán Ignacio Martínez de Pisón, Manuel Rivas, Carmen Posadas, el historiador Martin Minchom, el escritor Carlos García Santa Cecilia, el fotógrafo Ricardo García Vilanova o el periodista Guillermo Altares.
"Queremos también reivindicar el papel del periodismo en un momento que sufre una ofensiva muy importante, que hace frente a una ola populista tremenda", señala Armada, director de fronterad. "Despreciar el periodismo es despreciar el mundo actual, y eso hace a las sociedades más cínicas. Hay que recalcar la importancia de los periodistas que se juegan el tipo para cubrir como freelance guerras como la de Siria".
Aquellos corresponsales de todo el mundo que se hospedaron en el Florida, más allá de sus líos amorosos y de las peripecias de la "brigada entre las sábanas", como la llamaba Dos Passos, y de sus credos ideológicos, escribieron unas crónicas, unos reportajes, unos relatos que plasmaron toda la crudeza del conflicto, tanto a nivel militar como humano. Ellos han servido de inspiración para generaciones posteriores y ahora regresan al Hotel Florida, allí donde se forjó su mito.