El nombre de Kingdom Hearts fue elegido con Animal Kingdom, un parque de Disney World, como inspiración. A lo largo de 17 años la obra de Tetsuya Nomura ha conseguido hacer honor a su nomenclatura: es un auténtico parque de atracciones, un videojuego con el que disfrutar visitando distintos mundos Disney. Y tiene en su esencia un logro todavía mayor, que responde al 'Hearts' de su denominación: emocionar con una narrativa que une a todo lo demás.
Con su tercera entrega, lanzada esta semana tras una espera que parecía no acabar, el juego de Square-Enix muestra todas sus virtudes. Primero en lo jugable, con mecánicas propias en cada mundo a visitar de Disney, a los que se suman los de Pixar, novedad en este cierre de trilogía. De Frozen a Toy Story pasando por Piratas del Caribe. Y por encima de esas cualidades, destaca a nivel argumental, siendo una montaña rusa de sentimientos. Tan pronto puede sacarte una sonrisa gracias a un chiste de Donald como una lágrima con una nostalgia ya característica en la serie.
Una llave al corazón
Kingdom Hearts 3 es una noche estrellada, una vieja canción que se vuelve a escuchar, una tarde con los amigos. Es todo lo que difícilmente se puede poner negro sobre blanco.
Es esa su mayor virtud. Poco importa que quien jugase al título original hace ahora más de 15 años ya no sea la misma persona. Da igual que esté mucho más cerrada emocionalmente hablando. La aventura protagonizada por Sora tiene la llave para llegar al corazón, aprovechando de nuevo su nombre, por muy fuerte que sea la cerradura.
Así, esta saga que comenzó como un solo juego que quiso utilizar su combinación de Final Fantasy con Disney para destacar, ha acabado comiéndose a sus padres. Cloud, Squall y compañía ya no aparecen como elementos de la franquicia estrella de Square-Enix.
E incluso con un calendario tan potente de Disney a nivel cinematográfico como el que hay programado este año, tienen muy complicado convencer de la manera que lo ha conseguido el juego. No será porque Vengadores 4, Toy Story 4, Star Wars: Episodio IX, o las recreaciones de El Rey León, Aladdin y Dumbo no lo intenten. En cualquier caso, el año de Disney, al que hay que sumar Capitana Marvel, Spider-Man: Far From Home y Frozen 2 apunta, a resultarle más que rentable a la casa de Mickey Mouse.
Luz Vs. Oscuridad
El relato de Kingdom Hearts es el clásico conflicto entre la luz y la oscuridad. Es, de hecho, una partida de ajedrez entre ambos opuestos. Recuerda en muchos momentos a Star Wars (ahora propiedad de Disney). Incluso los portadores de la llave espada que protagonizan el juego tienen cierto parecido con los caballeros jedi. Claro que como en toda historia lo importante es cómo se cuenta y en ello Nomura ha demostrado que sabe responder a las expectativas.
Algo tan sencillo como esa lucha entre el bien y el mal se llena de matices y sobre todo de personajes con personalidades tan icónicas con las que es fácil empatizar.
Otro sus puntos fuertes es el uso de los mundos Disney, en los que una vez más la compañía japonesa demuestra un respeto absoluto por las películas que visitan Sora y compañía. Y va más allá, aportándole cariño. En ese sentido, no suelta ninguna oportunidad para recrear algunas de las mejores escenas originales.
Sabe buscar en cada historia una conexión con la línea principal. Ya sea al hablar del corazón de los juguetes de Toy Story o la luz y la oscuridad de Elsa en Frozen. Gracias a esto el juego es uniformemente ecléctico. De hecho, ahonda en las conexiones entre las personas, con la amistad como elemento primordial, y también entre los distintos mundos. Todo esto, que hizo a la serie tan especial, se ve en esta tercera parte potenciado.
Variedad jugable
Donde si se muestra más diverso es a nivel jugable, ofreciendo mecánicas propias en cada mundo que hacen del juego una experiencia más completa. Algo que consigue que sus más de 30 horas de juego para completar la historia nunca decaigan en aburrimiento.
Incluye un sistema de coberturas como si fuera un Gears of War, de deslizamientos propios de un 1080° Snowboarding, control de robots tipo Titanfall, barcos que parecen sacados del Assassin's Creed IV: Black Flag, baile al estilo Just Dance o incluso desplazamientos a través de recorridos marcados de una ciudad como si se tratara del nuevo Spider-Man.
Todo ello se suma a la base ya establecida de exploración y combate, con diferentes combos de ataques y magia, las clásicas invocaciones y combinaciones de ataque con Donald, Goofy o cada compañero de los distintos mundos. Y un nuevo añadido, las transformaciones de la llave espada con poderes propios por cada uno. Esta suma conforma en un completísimo Action RPG. Y, volviendo a los parques de atracciones en las que se basó el juego, algunas de éstas son ahora un nuevo comando de ataque visualmente espectacular.
Además, Kingdom Hearts 3 no se queda corto al ofrecer minijuegos, disponibles muchos de ellos en el teléfono del protagonista. Y no falta a la cita un clásico de las entregas principales: la 'nave gumi' para desplazarse entre los mundos entre batallas espaciales.
Nomura, detrás de todo
Nomura, un creativo que se define a si mismo como alguien frío y que empatiza más con los villanos de la saga, es capaz de emocionar como pocos productos culturales consiguen. Por otra parte, una vez más, hace gala su gusto por complicar y enredar, por jugar al despiste y tener a los fans atentos a su próximo paso.
Es una de las claves que han dado vida a esta saga desde su origen, con títulos intermedios y anteriores a los principales para aportar no solo trasfondo sino elementos fundamentales a la franquicia. En ese sentido esta tercera entrega sabe cerrar enigmas generados en juegos previos y, cómo no, también generar nuevas dudas. Pero eso ya es otra historia. Una por la que de nuevo habrá que esperar.
El director del juego ha tenido dos acompañantes que también son bandera en la vida de Kingdom Hearts, sin las que el juego no sería esta obra maestra: Yōko Shimomura se encarga de la composición de una banda sonora que queda grabada en los corazones. Hikaru Utada hace lo propio con dos temas principales, uno en colaboración con Skrillex, que ayudan a dar personalidad a un juego en el que lo emocional es la clave.
En definitiva, Kingdom Hearts 3 es un juego que parece el producto creado por la imaginación y la originalidad que sólo un niño puede tener, aprovechado por un adulto para darle sentido y el toque racional: un sueño hecho realidad.