Entre el nacimiento de estas dos mujeres se escriben 50 años de la historia de España. Dos maneras de mirar el mundo. Dos lenguajes. Dos circunstancias. Hay dos países distintos -compatibles, hasta cómplices- escuchándose en la misma mesa. Se ríen entre sí, se asienten. Uno no fue posible sin el otro. No son abuela y nieta, no consanguíneas, pero el finísimo hilo de la transgresión une sus vidas atravesando décadas. Dos mujeres poderosas esquivando zancadillas ibéricas. Dos hijas rebeldes de una tierra.
Elena vivió la dictadura, la Transición, los primeros bailes de la democracia. Se le llenaron los ojos de pana, de una Ley del Divorcio -de la que hizo uso como pionera-, de los estigmas sociales de una patria aún reaccionaria: "Cuando me divorcié no podía tener una cuenta corriente a mi nombre, no podía pedir un préstamo, tenía que ir con el papel del divorcio en el bolso y enseñarlo a todo el mundo. Es de las veces en las que me he sentido peor en mi vida. ¡Pero soy muy descarada yo...! Y siempre que ha hecho falta, he dicho: 'Tío, ¿de qué vas?'".
Es verdad. Elena es arrolladora, una moderna feroz, una carismática excepción a su tiempo. Hoy Carmen recoge la siembra de valientes como ella y asume con dignidad el relevo. A esta joven le tocó la crisis, el 15-M y la mayor explosión feminista de España. "Para mí no es sólo una teoría política o un movimiento social, es una forma de estar en el mundo, desde que me levanto hasta que me acuesto. Si el sistema patriarcal y el machismo no descansan, tú tampoco puedes descansar. Gracias al feminismo me estoy salvando de muchas cosas", relata.
"Padezco un trastorno alimenticio que ha marcado mi vida. Y sé que mi enfermedad está, en gran medida, provocada por el hecho de mi género. 9 de cada 10 personas que padecen anorexia son mujeres", cuenta Carmen. Es bailarina y ahora estudia Literatura. Extraña a más mujeres en los temarios y las reivindica. Sonríe muy dulce desde sus labios rojos y se atusa el cabello corto: ya no piensa conformarse con aprehender sólo la mitad del mundo.
Ambas apoyan el movimiento del 8-M. Eso sí, Elena apunta que teme "a los extremos": "A mí lo que me gustaría es que no hubiera hombres ni mujeres, sino personas. Ahora me encuentro con algunas amigas que dicen 'no, es que yo no quiero leer ya a hombres, sólo a mujeres'. No quiero que nos relacionemos sólo con mujeres y que todos los hombres nos parezcan horribles. Celebro a tantas que nos han precedido: por ellas estamos aquí. Pero cuidado con no pasarse de rosca", apunta. Charlamos con Elena y Carmen, que responden a 20 preguntas idénticas -cada una desde su mirada- sobre amor, sexo, miedos y retos. Dos supervivientes. Nunca dos víctimas.
1. ¿En qué año naciste?
Carmen: 1995.
Elena: 1942.
2. ¿Qué papel desempeñaban tu madre y tu padre en tu vida? ¿Qué roles tenía cada uno?
Carmen: Mis padres se separaron cuando yo era pequeña. Pero mi madre tenía que hacer todo y mi padre también, con lo cual… los roles no estaban muy marcados.
Elena: Mis padres eran una familia normal de aquella época. El padre era el señor de la casa y la madre se ocupaba de los hijos. Aunque relativamente, porque era una familia que tenía servicio y más bien estábamos con las niñeras. Eran unas figuras, cuando éramos pequeños, un poco lejanas.
3. Cuando eras pequeña, ¿qué querías ser de mayor?
Carmen: Cuando era muy pequeña quería ser santa. Yo iba a un colegio de monjas y quería ser santa, no sé por qué, como si fuese un oficio. Luego quise ser bailarina. Veía mucho Cine de barrio y cosas así, y me fijaba en Marisol y todas estas artistas. Quería ser una folclórica.
Elena: A mi padre una cosa que le agradezco es que nos hiciese ir a las chicas en aquella época a la universidad. Yo quería ser médico, pero mi padre no me dejó, porque decía que era una profesión de chico. Estudié Ciencias Políticas.
4. ¿Qué crees que tus padres esperaban de ti?
Carmen: Que estudiara, que es lo que estoy haciendo ahora. Me he dedicado a la danza muchos años, y para mis padres siempre ha sido (más para mi madre que para mi padre) un “dios mío, esta niña que nos ha salido tan lista, qué despilfarro el hecho de que no quiera estudiar”. Ahora estoy estudiando porque dejé de bailar. Pero esperaban que estudiara. Ellos están muy comprometidos con los estudios y nos han ayudado mucho a seguir por esa vía a mi hermana y a mí. Su idea siempre ha sido que nos formemos intelectualmente.
Elena: Mis padres lo mismo. Que terminaras la carrera: esa era la opción principal que tenías y lo más importante.
5. ¿Cuál fue tu primer amigo hombre?
Carmen: Pues llegó tarde. Mi amigo Pablo, que es mi mejor amigo, y que además es homosexual. No he tenido amigos hombres heterosexuales hasta casi la universidad, porque siempre ha habido algo de: si eres amiga de un chico que no era homosexual quería decir que os gustabais o que había ahí tema. Con 14 años me hice amiga de Pablo y hasta hoy. Pero, ¿hombre heterosexual?, con 19 o 20.
Elena: Yo siempre he tenido amigos niños de pequeña. Cuando empecé a estudiar el bachiller, que tenía 9 años, éramos dos chicas y el resto eran chicos, porque estudié en un pueblo. Yo era muy chicazo, siempre jugaba con ellos y me subía a los árboles. Nunca he hecho mucha distinción entre chico y chica.
6. ¿Cómo fue tu primer beso y a qué edad?
Carmen: Mi primer beso fue jugando a Vigilantes de la playa y tendría unos 12 o 13 años. Creo que bastante mayor. Jugando. Ni siquiera fue algo que estuviésemos haciendo a posta, lo envolvimos en una ficción para que no fuese como “dios mío, nos estamos besando”.
Elena: Yo bastante mayor. Te quiero decir, en la universidad. Antes eso de que te besaras con los amigos y eso no entraba en nuestra mente. Creo que casi terminando la carrera. O sea que fíjate lo que nos perdimos.
7. ¿Tenías la idea de que iba a haber un gran amor para toda la vida?
Carmen: Yo nunca he tenido esa idea, quizá por la situación en la que he crecido: con mis padres separados desde los 5 años. No me he ido de vacaciones con mis padres como pareja, con lo cual no he tenido la expectativa de tener un gran amor para toda la vida. Simplemente he disfrutado del momento. Sí que he estado inmiscuida en el amor romántico, y he dicho y hecho muchísimas burradas, pero no tenía grandes expectativas de “estar toda la vida con esta persona”.
Elena: En mi época te gustaban los chicos. Te gusta Fulanito, Menganito… y si te rozaba la mano al pasar era una emoción… que para qué. Lo de toda la vida te lo planteabas cuando te casabas: la idea era esa. Yo tampoco me lo planteé mucho, pero es que era así. Las relaciones eran así.
8. ¿Te masturbas? ¿Cuándo empezaste a hacerlo?
Carmen: Sí. Empecé a hacerlo inconscientemente. Imagínate: cuando había ballet, igual me rozaba la malla y notaba placer. Pero no sabía que era “masturbarme”. Supongo que con 11 o 12. Bastante joven, pero sin ser consciente. Sabiendo lo que estaba haciendo, con 17 o 18.
Elena: Sí, bueno, yo alguna cosa recuerdo de cría de algo que te daba un poco de placer, pero no sabía lo que era masturbarse, por supuesto, y luego ya, consciente, muy mayor. No me masturbo ya.
9. ¿Cuál fue tu primer miedo como mujer?
Carmen: Pues es terrible, pero creo que mi primer miedo como mujer era no gustar. No gustarle a los chicos concretamente, pero también en general. De hecho estoy luchando todavía con ese deseo de complacer a todo el mundo. Es una cosa que me ha metido en ella el patriarcado, pero tengo la necesidad continuamente de agradar. Ese fue mi primer gran miedo serio y lo sigue siendo, por desgracia.
Elena: Yo no he sido nunca miedosa. Siempre he sido muy segura y siempre, cuando era pequeña, siempre estaba por encima de los chicos. Yo era la que mandaba en los grupos cuando era pequeña. Hombre, luego ya vas creciendo… pero, ¿miedos, la sensación de no poder alcanzar algo? No se me planteó nunca.
10. Primera decepción con un hombre. O gran decepción, si quieres.
Carmen: No sé cómo explicarlo: estar con alguien que sabes perfectamente que no te quiere, pero sin embargo prolongas la relación sólo por el hecho de estar con alguien. En mi caso, no lo prolongaba por estar con “esta persona”, pero esta persona sí, sólo por el hecho de tener algo con alguien. Porque tener pareja significa algo para la sociedad. Supongo que mi gran decepción es que hayan estado conmigo por estar. Es como usarte: “Tengo relaciones con esta persona, voy a perder la virginidad con esta persona, pero en realidad no quiero a estar persona”. Sentirme utilizada.
Elena: La primera decepción grande, grande, fue un novio que tuve que me dejó porque se lo dijo su madre. No me entraba en la cabeza. A su madre no le gusté, no sé por qué, porque no le gustaba mi familia, o lo que fuera. Yo me imagino que estábamos enamorados, éramos jovencillos, y un día me dijo que su madre le había dicho que me tenía que dejar. Me sentó mal. Fue una decepción. Pero luego se me pasó, te quiero decir: todas estas cosas se pasan, tampoco son eternas. Te digo para que lo sepas (se dirige a Carmen).
11. ¿Te han enseñado que cuanto más tardes en acostarte con un hombre, más aumenta tu valor como mujer? Esta cosa de “la honra”.
Carmen: En el instituto he oído que “cuanto más tardéis en acostaros, es que os queréis más”. Si yo me acuesto con mi novio, o con quien yo quiera, cuando yo quiera, ¿eso quiere decir que yo valgo menos, o que nos estimamos menos? Un poco por ahí, sí. Supongo que sí.
Elena: En mi época es que eso no se planteaba. Acostarte con un chico, con tu novio, siendo joven… no entraba en la mentalidad de nadie. Eran las “ligeras de cascos”, pero no ligeras de cascos, sino tirando a prostitutas. Eso era lo que había en el ambiente. Tú salías con chicos que te gustaban pero ellos tampoco te lo proponían, porque no cabía en la cabeza: tú eras una niña que no iba a consentir eso. Ni se planteaba. ¡Era una cosa…! Fuimos tardíos, los de mi generación.
12. ¿Te han llamado “puta” alguna vez?
Carmen: Muchas. Me han llamado “puta”, me han llamado “guarra”, me han llamado “puta loca”, eso es muy recurrente. Y en el colegio ya te empiezan a llamar ese tipo de cosas. No es algo que digas “es muy localizado”. Si tú haces lo que quieres con tu cuerpo y vives tu sexualidad como te da la gana, te llaman puta. Y si no quieres follar con alguien, también te llaman puta. Con lo cual: sí me han llamado puta.
Elena: No, pero por lo que te contaba antes: no entraba en nuestra mente en esos momentos. Las putas eran las putas. A mí nadie me ha llamado puta nunca. No sé si alguien por detrás, por haberle pisado un callo o algo así.
13. ¿Cómo fue tu primera vez?
Carmen: Patética. Un desastre, como supongo que son muchas primeras veces. Fue el inicio de algo que yo pensé que estaba bien pero no estaba bien: era que él estuviese a gusto y yo “bueno, pues ya está”. ¿Esto era? Una mierda. Eso lo he vivido durante mucho tiempo hasta que me di cuenta de que yo también tenía que disfrutar en el sexo. Fue con 17 la primera vez.
Elena: La mía fue ya mayorcita. Bastante mayor. Veintitantos. Y fue como descubrir algo que siempre estabas pensando en lo que era y la verdad es que la primera vez te quedas como… no sientes nada ni nada, dices “¿qué estoy haciendo aquí?”. Eso es así. Luego va cambiando.
14. ¿Primer orgasmo? ¿Cuándo tuviste concepción del autoplacer?
Carmen: Masturbándome, no con alguien. Y con alguien bastante tarde. Desde que tuve mi primera relación hasta que he tenido un orgasmo ha llovido bastante. El primer orgasmo como tal: masturbándome. Y con alguien: lo he tenido que pedir. He dicho “las cosas no funcionan así, yo también necesito...”. Un poco triste. Supongo.
Elena: Mi primer orgasmo fue masturbándome también y tardé mucho tiempo. Aunque yo tenía muy claro lo que era, tardé mucho… ahora, ¡cuando lo conseguí…! Ya no lo solté. Pero mayor, ¿eh? Mayor, mayor.
15. ¿Qué piensas del matrimonio?
Carmen: No tengo mucha fe en el matrimonio. Por lo que he vivido desde pequeña. Muchos de los padres de mis amigos están separados (como los míos) o se han separado después, con lo cual me parece una cosa un poco artificial. No sé si yo estaría dispuesta. Si en el futuro accedo a ello sería más que nada por un tema burocrático. No es algo en lo que crea como institución amorosa.
Elena: Yo del matrimonio… yo me casé porque en mi época la gente se casaba, sobre todo si te querías acostar con un señor de continuo y no ser considerada una fresca, ¿no? Te llegaba el momento, tenías novio y te casabas. Mi experiencia no fue muy buena. A los diez años de estar casada, y ya creo que aguanté mucho, me divorcié. Y a partir de ahí empezó mi vida: maravillosa. O sea, que no creo en el matrimonio, para nada.
16. ¿Crees que has renunciado a algo por exigencias de un hombre; has cambiado algo de ti, de tu forma de ser, o de tus planes?
Carmen: Muchísimas cosas. Muchísimas. De hecho, en mi primera relación seria… era otra persona. Aparte de ese interés y ansia por agradar, estaba continuamente haciendo lo que creía que a él le iba a gustar, no lo que yo quería realmente. Me di cuenta de que cuando empecé a ser yo misma, él me dejó. Así que sí: cambié completamente mi personalidad. He renunciado a muchas cosas, pero ya no lo volvería hacer.
Elena: Sí. De casada me quedaba en casa. En esa época sí había mujeres que empezaban a trabajar, pero lo normal era que te quedaras en casa y cuidaras de los niños. Al divorciarme sí empecé a ser más selectiva y a tratar de ser yo misma. Pero efectivamente: a veces con los hombres no hay más remedio. Los hombres son los hombres y no los va a cambiar nadie. Alguno habrá, pero… sí, efectivamente tienes que renunciar a cosas por tenerlos contentos. Pero desde esa época de mi vida he procurado prevalecer sobre ellos, y eso me ha llevado a muchos fracasos: no me he querido volver a casar, no he querido tener más hijos… y no sé qué les pasa a los hombres, que cuando les gusta una mujer quieren tener hijos con ella, y yo ya no quería más. Te dejaban por eso y tal. Pero vamos, al final… yo salí ganando.
17. ¿Qué relación tienes con la infidelidad?
Carmen: Yo nunca he sido infiel precisamente porque conmigo han sido infiel. Me han puesto los cuernos repetidas veces y lo pasé muy mal. Es una cuestión de empatía. No quiero provocarle ese dolor a nadie. Supongo que estaba tan inmersa en una relación completamente machista que llegué a pensar que me lo merecía. Además se rompe la confianza y eso es difícil o imposible de restaurar.
Elena: Yo es que lo de la infidelidad no lo veo tan así. A mí, personalmente, me importaba más que él tuviese una buena relación conmigo a que me fuese fiel. Esto que dicen de que la infidelidad, “qué horror”, tal… para mí es horrible la infidelidad siempre y cuando repercuta en la relación de pareja. Si no, no. Yo parto de la base de que todas las personas somos únicas. Nadie es de nadie. Nadie es tuyo. Si hay una buena relación que te compensa… ¿qué es que te sean infiel, que se vayan con otra tía? Yo nunca le he dado tanta importancia a eso. Eso es de las cosas que menos daño me han hecho a mí en una relación.
Carmen: Yo no me refería al aspecto de la posesión. Pero si tienes un pacto de confianza, de “exclusividad sexual”… romperlo es lo que me parece mal.
Elena: Yo he sido infiel una vez, pero a cosa hecha. O sea, con una persona que me estaba siendo muy infiel, y dije: ahora te vas a enterar.
18. ¿Alguna vez has hecho sexualmente algo que no te apetecía?
Carmen: Sí. Por complacer. Era con consentimiento, pero ahí el consentimiento queda diluido… queda en “Bueno, vale”, pero en realidad no me apetecía. Otras veces pensaba: “Igual si no lo hago no va a querer volver a acostarse conmigo”. La típica.
Elena: Yo a lo mejor en mi matrimonio. Después no. Después siempre ha sido consentido.
19. ¿Qué importancia tienen las amigas en tu vida? ¿Qué opinión te merece ese tópico de que las mujeres competimos constantemente entre nosotras y nos queremos mal; que somos incapaces de crear fraternidades tan sólidas como las de los hombres?
Carmen: A mí una de las mejores cosas que me ha dado el feminismo es esa. Darme cuenta de lo importante que son mis amigas y de que no son mis rivales. No es una competición, no necesitamos competir por la atención de ningún hombre. La importancia de mis amigas en mi vida es increíble. Cuando nos venden lo de “rivalidad”, creo que es porque quieren perpetuar la opresión que sufrimos y creen que si estamos juntas vamos a ser más “peligrosas”. Mira, yo estudio italiano, y hace poco estaba haciendo un ejercicio con un texto que se llamaba “Cuñadas: las parientes-serpiente”. Hablaba de que las cuñadas son las nuevas suegras y que son malas entre sí: una serie de estereotipos machistas rancios y asquerosos… Que esto aparezca en un libro destinado al estudio y a la divulgación es prueba evidente de que el sistema teme que estemos unidas.
Elena: Para mí es lo más importante de mi vida, las amigas. Creo que gracias a ellas estoy donde estoy. Tengo muy buenas amigas. No muchísimas, porque no puedes tener muchísimas, pero sí muy buenas. En momentos difíciles de mi vida, han sido las que me han ayudado. También tengo amigos, eso es verdad, y son buenos. Pero mis amigas… ah, buenísimas. Gracias a ellas estoy como estoy, ¡que estoy encantada!
20. ¿Cómo afrontas la cuestión de la maternidad?
Carmen: A mí me asusta un poco porque veo a mucha gente joven, de mi generación, que tiene bastante claro si quiere o no ser madre. Yo aún no lo tengo claro. Primero por el condicionante socioeconómico, que es importante, o nos lo venden como importante: si no tienes una estabilidad no puedes ser madre. Entonces yo no sé si voy a poder serlo, en ese sentido. Igual es un poco egoísta lo que voy a decir: no sé si quiero. No tengo ni idea. Me interesa muchísimo esta cuestión, pero no tengo ni idea.
Elena: Bueno, yo tenía clarísimo que quería tener hijos. Al principio, al menos, siempre pensaba en que quería un hijo moreno, con ojos negros. Y es moreno, con ojos negros. Pero luego con mi hija… me encantó. Y no tuve más porque me divorcié. Lo que sí tenía claro es que ya no quería tener más hijos, ya tenía dos y estaba feliz con ellos. Y ya te digo, hasta en relaciones con bastante estabilidad me dio problemas.
(¿Cómo fue para ti el divorcio? Esa pregunta no se la puedo hacer a Carmen): Pues el divorcio para mí fue una liberación. Es más, yo me separé y hasta dos años después de separarme no salió la Ley del Divorcio. Yo creo que soy de las primeras divorciadas. Sí, sí, sí. Yo me separé porque era lo que se hacía (se podía uno separar legalmente), y en cuanto salió la ley, con los sociatas… para mí vino Felipe González y fue como si se me apareciera la virgen. Era una época de gran liberación. En ese sentido muy bien, pero en el sentido de ser una mujer divorciada en los años ochenta… me consideraban una puta. A mí y a todas las que lo hacían. Notaba que los amigos con los que había salido antes intentaban ligar conmigo, no me invitaban a las reuniones cuando iban con sus mujeres, intentaban salir solos conmigo… eso fue muy duro.
Y te estoy hablando de los años ochenta, que parece que están ahí mismo, y era como de otra época. Ibas al zapatero, dejabas unos zapatos y te decían: “¿Señora de?”. Y yo siempre respondía: “Señora de nadie, me llamo Elena Moreno”. Me molestaba mucho. Ibas al tinte, y otra vez: “¿Señora de?”. Tenías que ser “señora de”. Dicen eso de que los ochenta fue una época libre, y tal y tal, toda la Movida… sí, pero por dentro no era tan sencillo. Lo superé porque tengo un carácter así. Soy muy fuerte. Me levantaba por la mañana y decía “conmigo no pueden”. Y no pudieron.