El mundo entero vivió con consternación el incendio que se declaró el pasado lunes en la catedral de Notre Dame. La aguja, unas de las primeras estructuras que ardió y se derrumbó ante la estupefacción de los franceses, estaba coronada por un gallo de bronce que guardaba en su interior las reliquias de la Santa Corona de Espinas, una reliquia de San Dionisio y otra de Santa Genoveva de París. Un añadido llevado a cabo en el siglo XIX por el arquitecto Viollet-le-Duc, que se encargó de la restauración de la iglesia.
Cuando las autoridades daban por perdida la escultura, un contratista especializado en la restauración de monumentos históricos obró el milagro y encontró el gallo entre los escombros dejados por el incendio después de caer desde una altura de 93 metros.
La información fue anunciada con orgullo por el jefe de la Federación Francesa de Construcciones, Jacques Chanut. “¡Increíble! Uno de nuestros miembros del Grupo de Restauración de Monumentos Históricos (GMH) ha encontrado el gallo de la parte superior de la aguja de Notre Dame”. En las imágenes, el hombre en cuestión sostiene el reconocible gallo de bronce.
La escultura ha aparecido visiblemente dañada y se desconoce por el momento si las reliquias están también a salvo. Según una fuente del Ministerio de Cultura que cita el diario Le Parisien, el gallo "está abollado, pero es visiblemente restaurable. Como está hundido, no hemos podido verificar si las reliquias están dentro todavía".
Fue el cardenal Verdier, arzobispo de París, quien colocó el gallo en la flecha el 25 de octubre de 1935 para hacer “un pararrayos espiritual”.
Por otra parte, se da la circunstancia de que las estatuas de los 12 apóstoles y los cuatro evangelistas que rodeaban la aguja se han salvado de sufrir daños gracias a que habían sido retiradas la semana pasada para su restauración.