Roma

La semana pasada, la prestigiosa clasicista británica Mary Beard lanzaba una interesante reflexión sobre las similitudes entre la caída de la premier Theresa May y el fin del reinado del emperador Nerón. La moraleja del artículo venía a decir que el poder se esfuma cuando tu gente, tus colaboradores más cercanos, te dan la espalda; y la autora de SPQR concluía esto después de reproducir un pasaje de Vida de los doce césares de Suetonio que dice lo siguiente:

"[Nerón] Aplazó entonces para la mañana siguiente el tomar una decisión, pero habiendo despertado a medianoche se enteró de que le habían abandonado sus guardias. Saltó del lecho y envió aviso a casa de todos sus amigos; no recibió contestación, y fue entonces con reducido séquito a pedir refugio a algunos de ellos. Todas las puertas permanecieron cerradas y nadie le contestó. Regresó entonces a su cámara: los centinelas habían huido, llevándose hasta las ropas de su lecho y la caja de oro en que tenía guardado el veneno".

Si bien las represalias contra el emperador y la primera ministra poco tienen que ver —Nerón se vio obligado a clavarse un puñal en la garganta con la ayuda de uno de sus libertos en el año 68 tras estallar una revuelta en su contra—, Beard señala con astucia que "no son las noches de cuchillos largos las que matan a un líder, sino la ausencia de sus partidarios".

Una de las bóvedas del palacio de Nerón. PARCO

El Imperio romano, y especialmente su brazo político, el Senado, fue una maquinaria perfectamente engrasada para eliminar cualquier vestigio del emperador o gobernante que pasaba a ser visto como un enemigo de Roma tras su muerte. Es lo que le sucedió a Nerón después de suicidarse: su imagen no solo fue víctima de la damnatio memoriae, sino que comenzaron a reproducirse relatos fantasiosos e inverosímiles sobre sus catorce años de reinado y sus crueles prácticas.

El apogeo de todas estas exageraciones, más allá de las supuestas tropelías cometidas contra miembros de su familia, tiene lugar en el año 64, cuando un devastador incendio asola toda la capital del Imperio. Además de propagar el bulo de que Nerón había trepado hasta lo alto de su palacio para tocar la cítara mientras Roma era pasto de las llamas, muchos fueron los que acusaron a Nerón de ser el principal responsable de la catástrofe, el artífice del fuego.

Pared de la Domus Aurea decorada con frescos que representan un edificio. D. B.

En un movimiento que quizá sirva para explicar el por qué de la mala imagen que ha sobrevivido de este emperador hasta la actualidad, Nerón ordenó a los arquitectos Severus y Celer la construcción de un megacomplejo palacial en el centro de Roma, sobre los escombros de los edificios quemados. Lo bautizó con el nombre de Domus Aurea (Casa Dorada), y estaba compuesta por dependencias residenciales con paredes de mármol y bóvedas de oro,  opulentos baños y jardines infinitos que, según los relatos de la época, se extendían por media ciudad. Incluso ordenó la construcción de un lago artificial en los terrenos de lo que hoy en día es el Coliseo.

Una parte importante de ese palacio sobrevive todavía dos mil años después. Y si lo ha hecho en decentes condiciones es gracias también a la acción punitiva de los enemigos de Nerón: tras su muerte, el palacio fue destripado y todas sus esculturas y lujosos materiales arrancados; pero por si esto no fuera suficiente, la estructura quedó enterrada y sobre ella, valiéndose de sus muros, el emperador Trajano ordenó construir sus termas medio siglo más tarde.

Uno de los pasillos que marcaban el límite del palacio con el jardín. D. B.

Quien escribe estas líneas se adentró hace unas semanas en los restos de la Domus Aurea, en la colina del Oppio —todo aquel que quiera lo puede hacer: las visitas se organizan en grupos reducidos los sábados y domingos—, y puede afirmar que es lo más cerca que ha estado nunca de pisar la Roma clásica. Porque más que un recorrido por los altísimos salones y pasillos de lo que se conserva del palacio, se trata de una experiencia culminada, gracias a la realidad virtual, con una recreación de todas las salas, los parques y el lago —incluso también la gigantesca estatua de bronce de 30 metros de altura que el emperador ordenó levantar— que permite hacerse a la idea de todo el esplendor del megacomplejo.

Lo que resiste hoy en día son paredes desnudas, un par de mosaicos casi completos y frescos desgastados tanto en los muros como en las bóvedas que representan trazos de edificios, escenas mitológicos e incluso dioses egipcios. La visita, fría y que discurre entre la penumbra, la realizamos justo el día después de que todos los medios de comunicación anunciasen el hallazgo de una nueva sala, la número 146 —se estima que el palacio, que nunca llegó a ser rematado, lo componían unas 300 estancias—. La guía nos enseñó las fotos con regocijo, y confesó que este descubrimiento podría abrir la puerta de otros muchos más —la Sala de la Esfinge ha aparecido detrás de uno de los muros que marcan el límite del palacio al norte; lo que puede haber a su alrededor es una incógnita—.

Estancia por donde entraron a la Domus Aurea los pintores renacentistas y donde el visitante se coloca las gafas de realidad virtual para contemplar todo el esplendor del palacio. D. B.

La Domus Aurea de Nerón, por mucho que le acusaran de "invadir" Roma, fue un grandioso proyecto constructivo que no solo marcó las pautas del futuro a nivel arquitectónico, sino también en el plano artístico. Pintores renacentistas —época en la que se descubrieron los restos del palacio— como RafaelPinturicchio o Giulio Romano, descendieron a lo que consideraban unas grutas para copiar los motivos decorativos que denominaron "grutescos". Su influencia, por lo tanto, es tan reseñable como la majestuosidad de la construcción..

Los trabajos arqueológicos actuales en la casa de Nerón no solo están destinados a hallar el resto de salas que permanecen ocultas, como el supuesto comedor giratorio del princeps, sino a la fortificación de una estructura sobre la que descansa todo el peso la colina del Oppio. El objetivo es sustituir el parque y los árboles de la superficie por un jardín ligero con la misma distribución que tenía el palacio en su origen. Entre medias, en el subsuelo, están colocado varias capas de piedras pequeñas y materiales impermeables para evitar las filtraciones de agua. Toda inversión será poca para poner en valor y mostrar uno de los grandes tesoros ocultos de la Antigua Roma.

Uno de los frescos que se conservan de la Domus Aurea. D. B.