Es toda desparpajo, carácter y alegría. Es toda raza flamenca: pestañea con los ojos enormes -como una folclórica moderna-, habla llana y natural y, si le pedimos que se cante una coplilla urbana, se arranca enseguida y todo el hotel Bastardo se calla. No hay pose aquí: hay gracia antigua, talento amasado y criado en Ayamonte. María Isabel también es de los que piensan que la patria es la infancia: la considera la mejor etapa de su vida. "Viví cosas alucinantes muy pronto, ¡pronto pero con suerte! En mi barrio siempre se escuchó mucho reguetón. Yo todo lo cantaba. Me recuerdo a mí misma todo el día en la calle después de hacer las tareas del colegio. Con las vecinas, con las amigas. Nos recuerdo a todos con los patines, con las bicis el día de reyes... Ahora las cosas se viven de otra manera". Se refiere a que hay "menos seguridad", o quizá sólo más desconfianza, pero el mundo de los niños es "el videojuego" y "estar metidos en la casa".
Ella se forjó con las conversaciones y el espíritu humanísimo del callejerismo; en esos códigos intuitivos del trato y de la solidaridad de barrio. Se identifica a sí misma como una mujer "de clase obrera": "Siempre recuerdo de dónde vengo. Soy de un sitio humilde, de gente trabajadora, de pescadores, marineros... que conste que soy animalista, pero reconozco el trabajo de la gente", comenta. "Mi mayor inspiración es mi padre, que trabaja en un astillero de toda la vida, y sigue trabajando, y siempre se ha levantado muy temprano para currar, incluso cuando no tenía que hacerlo. Soy de una familia humilde y trabajadora".
La comparación con Rosalía
Por eso siempre mira hacia adelante, pero con el ojo de la nuca activado, atenta a sus raíces. Cuando tenía nueve años ya se comió el mundo ganando Eurojunior con la canción Antes muerta que sencilla y ahora vuelve con más hambre: María Isabel ha lanzado Tu mirada y viene para quedarse. No se ha sumado a ninguna moda, no se ha enganchado a ningún carro: es como siempre fue, una niña hermosa de aros grandes, uñas largas y ropa deportiva de colores chillones, evolución natural de la cría que conocimos. Rumberita y urbanísima. Como ahora, de repente, se estila.
La han comparado por Rosalía: las lenguas malas dicen que la imita, pero basta con poner la imagen en panorámica. María Isabel ya hacía flamenco bailable, María Isabel ya reivindicaba la calle, María Isabel subió el abanico al escenario, y, por supuesto -como recuerdan, alterados, sus fans-, María Isabel "no necesita imitar el acento andaluz". "Nunca me ha gustado parecerme a nadie", cuenta a este periódico.
"Tengo inspiraciones, claro, pero referentes para mí son mi padre y mi madre. La gente me compara con Rosalía, y no es que me moleste... pero somos diferentes. Yo ya salí con abanico, yo hice pop mezclado con flamenco -las bases que suenan ahora suenan con sonidos actuales, pero yo las hice antes-", desliza. "La gente puede comparar, es libre. Tiene libertad de expresión. Yo sigo con lo mío y mi trabajo". No le importaría colaborar con Rosalía. "O con Lola Índigo. Con mujeres que lo están dominando todo. Molan".
Con el tema de la moda le pasa lo mismo: "Hay quien dice que estoy imitando o copiando. Quien me haya seguido sabe que siempre he sido así, quien haya ido a mis conciertos lo ha visto. Lo que ahora se llama 'influencer' ya lo era yo con nueve años. La gente iba a mis conciertos y se vestía como yo. No he cambiado. Pero las modas siempre vuelven".
¿Qué opina ella sobre la polémica de la apropiación cultural? ¿Siente que siendo andaluza y pura cuesta más trabajo lanzar un producto transversal, sin tanta manufactura, como es el caso de la estrella de Malamente? "Bueno, yo cuando tenía nueve años, el pelotazo lo pegué. No tiene nada que ver que seamos de Andalucía o no, porque en Andalucía hay de todo... ha habido enormes pintores, escultores, escritores. Han llegado muy lejos. Pero es verdad que se nos ha llamado 'catetos', cuando catetos hay en todos lados, también te lo digo", lanza.
"¡No sólo en Andalucía...! Esto es como cuando dicen que los catalanes son muy 'agarraos'. Pues no, hay de todo. En Andalucía no somos vagos que estamos siempre durmiendo la siesta. Habrá gente así, claro, pero la mayoría de gente trabaja. De hecho, hay un estudio que dice que los que más asistimos al trabajo somos los andaluces, ¡de toda España...! La gente juzga sin tener conocimiento de lo que está hablando".
Orgullo español y feminismo
Representó a España en Eurojunior y estuvo a punto de hacerlo en Eurovisión: quedó tercera, finalmente ganó Barei. ¿Es orgullo patrio esto? "Bueno, para mí fue un orgullo llevar nuestra música a niveles internacionales, de todo el mundo, porque mi canción llegó hasta la China", ríe. "Eso es increíble, y que quien lo haga sea una española o un español... ahora hemos ganado el baloncesto, estamos consiguiendo millones de cosas, tenemos que estar orgullosos. Del tema político no quiero saber nada, lo que me interesa es nuestro talento". Se detiene un segundo. "Yo es que soy española, ¿sabes? No he nacido en Argentina. Es que he nacido española y estoy orgullosa. Cualquiera de fuera se siente orgulloso de su país, ¿por qué nosotros no, si, además, no hay otra?", guiña.
María Isabel ya cantaba hace años lo de "después de tanto y tanto trabajar, a veces las mujeres necesitan una poquita, una poquita, una poquita libertad": "No necesitamos una poquita, la necesitamos toda", dispara. "Estamos luchando cada día para eso. Y yo lo noto también en la industria musical, en el ámbito urbano: para las mujeres antes era imposible hacer un tema de reguetón, y ya hemos entrado. Las mujeres están en el poder. Pienso en Karol G. o Becky G".
Sí reconoce que a los hombres reguetoneros la sociedad les permite ciertas expresiones que aún en las mujeres son vistas con lupa. Especialmente de contenido sexual. "¿Por qué no vamos a decir lo que queramos? ¿Ellos sí y nosotras no? No, es lo mismo. Este tema lo tengo siempre en mente. Cuando un hombre se va con muchas mujeres, es un súper tío, pero si una mujer lo hace es lo peor. No. Es exactamente lo mismo".
Contra el maltrato animal
Es consciente de que aún el mundo "tiene que cambiar muchísimo": "En el sentido del feminismo y de la lucha contra la homofobia. También en el maltrato animal. Yo soy vegetariana y pienso que hace pocos años la gente comía carne y mataba a los animales en sus propias casas, y ahora no, o mucho menos. Yo estoy viviendo el proceso, aún no soy vegana. No como carne apenas, porque una vez que dejas de hacerlo... lo intentas y ya te da como asco", explica. "Con el pescado voy poco a poco, pero vengo de una tierra donde el pescado es súper básico. No se nos tiene que ir la cabeza con esto. Vale que está la cadena alimenticia y que los animales se matan entre ellos para comer, pero es cierto que podemos comer veinte mil cosas sin matar animales".
¿De dónde le viene esta sensibilidad? "Será porque tengo perros y los amo, o porque me dan mucha pena los animales. También me he rodeado de gente ha dado el paso. Es un tema muy extenso, como la tauromaquia. Yo hay cosas que diría 'lo respeto', pero en mi interior digo 'no puedo respetar eso, va en contra de mis principios'. Por no discutir me callo muchas veces, al final...", suspira y sonríe. "Por mucho que intentes cambiar a la gente, hay quien no te va a escuchar nunca. Lo único que haces es perder el tiempo".