"Por primera vez en la Historia contamos con los medios para librar a la especie humana de todas las catástrofes que la acosan y llevarla serenamente hacia una era de libertad, de progreso, sin tacha, de solidaridad planetaria y de opulencia compartida; y henos aquí, no obstante, corriendo a toda velocidad en dirección contraria".
El nuevo libro del escritor Amin Maalouf, El naufragio de las civilizaciones (Alianza), repasa desde una perspectiva personal donde tanto él como su familia sirven como conductores una deriva de civilizaciones que, a su modo de ver, comenzó en Oriente Medio; su hogar. "Las luces de Levante se apagaron. Luego, las tinieblas se extendieron por el planeta", escribe el franco-libanés, quien ha concedido una entrevista a EL ESPAÑOL en Casa Árabe.
Hay numerosos manuales y libros sobre geopolítica y lo particular de El naufragio de las civilizaciones es la estructura personal que le da para analizar el entorno.
En realidad he escrito el libro tal y como lo he sentido. Lo que yo quería era comprender la evolución del mundo y ver cómo hemos llegado al punto en el que estamos hoy. Mi enfoque personal consiste en decir cómo era el mundo cuando yo llegué a él y cómo se ha desarrollado desde entonces para llegar a la situación actual. Por eso la primera parte es bastante íntima mientras que la parte siguiente, desde el momento en el que soy adulto, observo más cómo es el mundo pero interviniendo muy poco.
Al principio del libro dice lo siguiente: "fue la incapacidad de vivir juntos lo que se convirtió en norma". ¿Cree usted en ese choque de civilizaciones del que hablaba Huntington?
Tenía razón en algunas cosas y en otras no. En lo que tenía razón es cuando explicó que la gente reacciona mucho más en función de su afiliación religiosa. En muchas zonas del mundo la gente tiene un comportamiento político determinado por la religión. Es algo que antes no ocurría. A mi modo de ver se equivocó cuando pensó que el mundo quedaría formado por grandes conjuntos que se combatirían entre sí. El mundo no consiste en eso. Hay muchos más matices y conceptos entre estos grupos de los que él hablaba.
En el mundo árabe y musulmán hay conflictos extraordinariamente violentos que antes no existían, como el de los chiíes y sunníes; kurdos y turcos etc. Y en Occidente también hay muchas diferencias que han desembocado en guerras. Estados Unidos ya no habla de aliados occidentales, sino de competidores comerciales o rivales comerciales. No se siente una verdadera alianza en Occidente. Y Europa está sufriendo una oleada de fragmentación.
Oriente Medio siempre ha sido una zona muy conflictiva. ¿La última iniciativa de Estados Unidos, dejando "vendidos" a los kurdos en Siria, cómo afecta a la situación de un lugar tan delicado?
Creo que la actitud de Estados Unidos va más allá de su postura respecto a los kurdos. Unas semanas antes se produjo un ataque contra los campos petrolíferos y todo el mundo pensó que eso iba a desencadenar en una intervención americana masiva y violenta. No ha ocurrido. Se está produciendo una actitud americana de desimplicarse internacionalmente. Es un factor estratégico muy importante en la actualidad que tendrá unas consecuencias que todavía desconocemos. Estamos en un mundo donde existen potencias en expansión como China, India o Rusia. La potencia dominante, que hasta ahora tenía presencia en todos los continentes, ha adoptado un enfoque de retirada.
Sobre el conflicto actual de Cataluña, ¿cómo se ve esta crisis desde fuera de España?
En París se había dejado de hablar sobre el conflicto. Con las manifestaciones actuales la gente se ha vuelto a acordar de lo que ocurre. Desde mi punto de vista las diferencias que puedan existir a nivel cultural o lingüístico se tienen que tomar siempre en consideración. Creo que es importante que cada persona tenga la sensación de que su cultura, lengua e identidad sean respetadas. Aunque mi preferencia personal es que Cataluña y España sigan juntas y tratar de encontrar soluciones sin que nadie sea víctima de discriminación.
¿El nacionalismo es per se un problema para la convivencia?
Los nacionalismos siempre se alimentan unos de otros. No separaría por completo el fenómeno del nacionalismo del radicalismo religioso. Lo que llamamos radicalismo religioso en mi región natal es en realidad una forma de nacionalismo con contenido religioso.
El mundo árabe experimentó un nacionalismo árabe que no era específicamente religioso pero que fue sustituido por un nacionalismo que sí invocaba a la religión. Dicho esto, no todos los nacionalismos son equivalentes. Hay métodos que se basan en la opresión violenta y la utilización de la violencia pero también hay nacionalismos que son reivindicaciones de índole cultural. Por lo tanto, es una única palabra que responde a realidades distintas.
Aunque concluya con un mensaje esperanzador, a lo largo del libro toma una posición casi existencialista. Al igual que ocurrió en la Segunda Guerra Mundial, el progreso y el avance tecnológico no nos ha llevado a una "era de la libertad".
Los tiempos han cambiado mucho. Tras la guerra había dos bloques que acumulaban armas y todo el mundo pensaba que algún día se enfrentarían entre ellos y destruirían el planeta. Actualmente ya no estamos en una dinámica de bloques. Sigue habiendo medios de destrucción pero están dispersos en múltiples manos. No tenemos la sensación de que haya una capacidad de destruir el planeta como lo había en la Guerra Fría. No obstante, ahora todo es mucho más difuso. No sabemos quién podría desencadenar un ataque nuclear. Vivimos en un mundo mucho más difícil de limitar pero creo que la realidad moral que usted describe es justa. La protesta contra el hecho de que el progreso material de la humanidad no se acompañe de un progreso moral del mismo nivel es cierto.
¿Es el pueblo, en las democracias evidentemente, responsable de los líderes que elige o de esta deriva de las civilizaciones que está concluyendo en conflictos peligrosos?
Es difícil decir que los pueblos sean responsables porque hay ciudadanos que reaccionan a lo que sucede en función de su miedo, de sus preocupaciones… No estoy seguro de que los votantes de ciertos partidos sean responsables de lo que ocurra; tampoco digo que no lo sean. A fin de cuentas somos responsables de nuestro voto. Pero hay momentos en los que se desarrollan corrientes de pensamiento alternativos y la gente toma ese camino. Un ejemplo significativo es el del brexit. El 52% de los británicos votaron a favor de salir de la Unión Europea y el pueblo es responsable de eso. Pero a la vez hay políticos que han utilizado argumentos demagógicos que han forzado esa evolución de las actitudes. Cuando surge una deriva de esta magnitud todo el mundo es responsable, también los medios de comunicación y las redes sociales.
Trump mediáticamente es opuesto a cualquier otro presidente estadounidense anterior. ¿Pero ve diferencias notables en la política exterior de Obama y Trump?
En ciertos aspectos no. Por ejemplo, ha mencionado usted a Siria y no puedo no establecer un paralelismo en Obama retirándose en 2013 de Irak y la actitud actual de Trump en Siria, donde poco a poco se está desmarcando. Los personajes son distintos pero la actitud es igual.
A partir de la caída de la Unión Soviética y del triunfo global del capitalismo, la izquierda ha tenido dificultades para reaccionar. Muchas veces trata de pregonar por delante de sus ideas el mensaje ecologista, feminista y otras corrientes posmodernas. ¿Cómo ve el estado actual de la izquierda?
Su descripción es muy exacta. Ha habido un periodo en que la izquierda quedó superada por los acontecimientos y aunque la izquierda socialdemócrata no se sintiera afectada por la caída del bloque soviético, realmente sí que le ha afectado este derrumbamiento. Estábamos bajo un capitalismo menos social que favorecía a los partidos conservadores.
En muchos países ha habido movimientos que tradicionalmente eran muy importantes y que se han vuelto totalmente marginales en las últimas décadas. Hoy vemos que el capitalismo sin complejos surgido tras la caída del muro de Berlín empieza a mostrar cuáles son sus límites. Hay grandes capas de la población que están sufriendo y la desigualdad ha crecido. Probablemente haya llegado el momento para que surja un nuevo movimiento global que retome los ideales tradicionales de la izquierda sin las faltas y las culpas del pasado. También creo que tiene usted toda la razón al subrayar que la izquierda no debe contentarse con seguir luchas iniciadas por otros y asumirlas como suyas. Hace falta un análisis mucho más global.
En el caso de Hillary Clinton, por ejemplo, hay una franja de la izquierda norteamericana que considera que basta con defender los derechos de las minorías para volver a convertirse en la primera fuerza del país. Creo que su derrota es muy significativa desde ese punto de vista. La izquierda no puede ser simplemente una fuerza que aúne las discriminaciones. Hace falta una visión global con vocación universal. Si la izquierda quiere desempeñar un papel importante en la actualidad tendrá que reinventar su voz y su camino.