Santos Juliá ha muerto este miércoles. Ha sido uno de los grandes conocedores de la historia de España de los últimos doscientos años, sobre los que siempre ha lanzado una mirada penetrante, a veces sorprendente y siempre estimulante, para cuantos gustan de conocer el pasado histórico. Ha sido, sin duda, uno de los más grandes historiadores españoles de los últimos cuarenta años.
Había nacido en El Ferrol en 1940, pero el primer escenario de su formación académica fue Sevilla, en donde realizó sus estudios universitarios durante la década de los sesenta. Era aquella una Universidad en la que aún se podían oír los ecos de una España que había desaparecido no hacía tanto, y en la que se habían ahogado no pocas ilusiones de los españoles.
En aquella Universidad dictaba aún sus lecciones Manuel Giménez Fernández, que había representado una cierta opción de integrar a las derechas católicas en el régimen republicano y, sobre todo, en las aulas de la Universidad sevillana disfrutó del magisterio de Ramón Carande, que le puso en contacto con una tradición universitaria liberal que se había difuminado en la vida española, pero que nunca desapareció del todo.
Estancias en el extranjero y alguna otra circunstancia personal retrasaron un tanto su comparecencia en la vida académica, que se inicia con la publicación, en 1977, de su trabajo sobre La izquierda del PSOE (Siglo XXI) y se ha extendido hasta la publicación, hace tan sólo unos meses, de Demasiados retrocesos (Galaxia Gutenberg).
Por medio quedan un gran número de libros de historia entre los que sobresale el monumental trabajo que supuso la edición de las Obras Completas de Manuel Azaña (Centro de Estudios Constitucionales), en las que integró todos los documentos y publicaciones del político alcalaíno, del que ya había ofrecido un excelente trabajo biográfico.
Santos Juliá renovó a fondo la comprensión de la Segunda República española, sacándola de esquemas que parecían intocables y, en relación con la Guerra Civil española, señaló el componente revolucionario que se dio dentro del bando que se decía leal a las instituciones republicanas (Los socialistas en la política española, 1879-1982).
Además de su extraordinaria obra de investigador fue un verdadero intelectual comprometido en el debate público, a través de sus valientes y penetrantes colaboraciones en la prensa diaria y en otros medios de comunicación, en los que fue habitual su presencia.
Cuando, en 2006, salió a la luz el debate sobre el controvertido tema de la memoria histórica, Juliá publicó algunos artículos decisivos en el periódico El País y en la Revista de Occidente, en los que puso la cuestión en su verdadero contexto de las representaciones de los hechos del pasado que, como señaló entonces, “adquieren una especie de existencia autónoma, independiente de los hechos representados”.
La publicación de esos artículos no le reportó especiales ventajas pero puso de manifiesto su honestidad y valentía.
Su recuerdo perdurará en cuantos le tuvimos como un referente intelectual y, sobre todo, como un entrañable amigo.
***Octavio Ruiz-Manjón es miembro electo de la Real Academia de la Historia.