Hay una mujer que lo sabe todo sobre género y liderazgo. Hay una mujer que apuesta por otras mujeres; que se convierte en “aceleradora” de su talento y su trayectoria; que quiere insuflarles cuanto antes las herramientas necesarias para brillar, para que se sientan cómodas en sus zapatos, para que le saquen el máximo partido a su experiencia y no se dejen pisar por el machismo renqueante del mundo de los negocios.
Ella es Mercedes Wullich -periodista, empresaria, consultora-, que nació en Buenos Aires pero desde el año 2000 vive en Madrid, donde fundó el medio online Mujeresycia.com, donde dirige el ránking de las 100 mujeres líderes y donde trabaja como consultora. Su misión es orientar a empresas e instituciones en términos de diversidad y pelear por el acceso a la mujer a los ámbitos de decisión. Charlamos con Wullich sobre feminismo, liderazgo, viejos sesgos misóginos y proyecciones para un mundo más igualitario.
¿Cuál fue tu primera experiencia con el feminismo? ¿En qué momento de tu niñez o tu adolescencia descubriste que el mundo no era igual para hombres y mujeres?
Mi niñez se desarrolló en una familia numerosa con seis hermanos varones, un padre intelectual que no hacía diferencias y una madre que trabajó siempre a la par. Descubrir que las otras madres, en su mayoría, sólo eran amas de casa me obligó a la reflexión… y empecé a estar muy atenta y a constatar luego la extraña manera en la que el mundo funcionaba según el género de cada cual.
¿Cuáles han sido tus referentes femeninos? ¿Qué grandes mujeres te han inspirado?
Las de mi familia fueron sin duda mis primeras referentes. Acabo de terminar una novela familiar que me ayudó a entender de dónde venía la determinación y carácter de esas mujeres. Que fueran solteronas o viudas era la gran coartada para la libertad con la que se movían. Luego, elegir la profesión de mi padre y de mis abuelos me conectó de inmediato con otros modelos: mujeres que se salían del molde, díscolas, irreverentes, valientes…
¿Por qué crees que en las empresas se valora menos a la mujer?
¿Se valora menos o se paga menos? Son dos cosas diferentes y las dos graves. Creo que la primera ha cambiado muchísimo en la última década y que la segunda es una manifestación imperdonable de una sociedad que atrasa. Las empresas que funcionan con cánones perimidos están en vías de extinción.
¿Qué podemos hacer para romper a cabezazos el techo de cristal?
No me gusta pensar que tenemos que romper a cabezazos techos de cristal o de cemento. Más bien soy de la idea de que necesitamos un lugar que nos albergue a todos: hombres y mujeres sin vocación de picapedreros. Hagamos lo que toca para que cada cual alcance sus objetivos sin dañar a los demás ni establecer fronteras.
¿Qué más factores, aparte de la maternidad, provocan esa mirada de condescendencia hacia la mujer trabajadora?
No tengo dudas de cuál es el factor más importante para la igualdad: solo la baja paternal obligatoria hará la diferencia en cómo las empresas y sus empleadores analizan y evalúan a quienes tienen enfrente. Me cansa que se llenen la boca hablando de meritocracia y de que sólo miden el talento… Las leyes existen para quienes las vulneran y para proteger a quienes se ven afectados. ¡No somos inocentes! Tenemos sesgos… y si pudiéramos identificarlos, entenderíamos hasta qué punto tomamos decisiones mirando un espejo cuya imagen refleja lo que somos, lo que pensamos y lo que creemos.
Dice la intelectual Siri Hustvedt que los hombres “sólo compiten entre sí”, y que a nosotras ni siquiera nos ven como competencia. ¿Por qué?
Los hombres, por cultura y educación, sienten la pertenencia a un club en el que están bastante cómodos. La sociedad, los roles, los estereotipos y lo aprendido también hacen su parte. Es preciso que las mujeres seamos estratégicas y que nos vean venir… hablar alto y claro, pedir lo que queremos y nadie adivina, construir nuevas reglas y un lobby femenino que nos sirva de red. Entonces sí, empezarán a vernos como competencia para luego entender que el futuro va de colaboración, de diversidad y que lo único que lo hará sostenible es que sea confortable para quienes lo habitemos.
Hay quienes creen que las mujeres, tradicionalmente, son menos emprendedoras o asumen menos riesgos…
Me aburre mucho “la tradición” porque es previsible y parte de ideas preconcebidas. Mi abuela me decía “cuídate de que nadie dé nada por hecho”. Me encanta. Sabemos que culturalmente hay ciertas características que amontonan a hombres y mujeres, pero… ¿no queríamos ser disruptivos e innovadores? Las fronteras se hacen líquidas y la libertad nos permite ser como somos y no como se supone que debemos ser. Conozco muchas mujeres con una brutal fuerza emprendedora que asumen riesgos y se reparten para llegar dignamente a todo… y otras que no… ¡igual que los hombres!
¿Qué aprendiste sobre liderazgo femenino a partir de tu libro Seis mujeres, seis voces, otra mirada sobre el poder y la mujer?
Escuchando a seis mujeres muy distintas, aprendí que el poder sirve para hacer. Y que no es casual que cuando el poder tiene cara de mujer adquiera tintes maléficos y que la bruma y la sospecha lo cubran todo. ¿Cómo hacer lo que queremos sin tener poder? Las mujeres todavía tenemos mucho que debatir sobre la legitimidad del poder en nuestras manos y la absurda situación de tenerlo y no usarlo.
Uno de los grandes debates es si las mujeres debemos (o no) emular el liderazgo masculino, o si realmente tenemos el propio donde se impulsan nuestros valores (tradicionalmente denostados). ¿Qué opinas?
Cada vez más el liderazgo tiene menos que ver con el género y más con las habilidades, la flexibilidad, la innovación, la escucha, la diversidad y la empatía por nombrar algunas… ¿No miran a su alrededor? Quienes están en la vanguardia saben que se extinguen los modelos rancios porque están basados en una sociedad que ya no existe. No se trata de emular sino de respetar, compartir y valorar lo que cada persona aporta más allá del género.
Te defines como “aceleradora de mujeres”.
El concepto de “acelerar”, se relaciona con las startups… y basándome en mi experiencia personal, empecé a aplicarla a las mujeres que mentorizo y acelero. Yo empecé a trabajar a los 17 años y recién sobre los 45 supe claramente en qué dos cosas era muy buena y podía agregar valor y cuáles desconocía y aceptando mi cuota de ignorancia podía preguntar, escuchar y aprender. Entonces pensé lo importante que sería lograr que las mujeres tuvieran esas certezas, en lo posible, 10 años antes que yo. Que se sintieran cuanto antes en sus pies, en ese lugar confortable sabiendo quién eres y quién no eres y sacándole el máximo partido a tu experiencia. Hoy, además, como con los futbolistas también me siento “ojeadora” y disfruto descubriendo un potencial que no adivinan.
¿Cuáles son los grandes retos del feminismo actual?
Se está logrando que un mensaje que estaba muy circunscrito se haya naturalizado y calado en la sociedad, en sectores o espacios impensados hace algunos años. El gran reto es que no se vuelva atrás, ser vigilantes activas y seguir avanzando para que lo que tenemos sea una plataforma desde donde despegue el futuro que nos merecemos.
Háblanos sobre la lista de 100 mujeres influyentes. ¿Cómo la construyes; por qué sigue siendo importante visibilizar su trabajo y su talento?
Estamos a unos días de conocer las 100 finalistas de la 8ª edición. No tengo dudas de que es la iniciativa que más visibilidad ha dado a las mujeres en España. Una idea que tuve en mente durante muchísimos años se puso a rodar gracias a la insistencia de un hombre. En 2011, Javier Siedlecki, uno de mis hijos, que trabajaba codo a codo conmigo, fue quien me impulsó a poner en marcha la primera edición. Desde entonces ha habido muchísimos cambios, ajustes y seguirá habiéndolos, porque es una plataforma dinámica por la que han pasado más de 5000 mujeres, de las cuales unas 500 -pueden repetir hasta 3 veces- se han convertido en Top 100. Que se vuelvan referentes de muchas más es el principal objetivo de un ranking que pelea para acabar con la brecha de presencia de mujeres en todos los ámbitos. En esta edición votaron casi 30.000 personas. Hacerlas visibles y que las encuentren fácilmente, acelera los cambios por los que luchamos.