"A los hombres honestos se les reconoce fácilmente: son los que han perdido un 10% de su peso desde 1936".
“Esta frase es puro Chaves Nogales”, dice Abelardo Linares, editor de Renacimiento. En sus manos sostiene un viejo ejemplar de Match, una revista deportiva impresa en Francia que en 1938 se transformó en un semanario de actualidad mundial, y señala un pequeño párrafo de un reportaje fotográfico publicado el 17 de noviembre de ese mismo otoño con el siguiente título: “Dos años después, Madrid es una ciudad del frente”.
Imágenes de los estragos provocados por las bombas de Franco, de los salones del Palace reconvertidos en un hospital improvisado y mapas del enjambre de trincheras en Ciudad Universitaria se mezclan con breves textos y pies de foto de corte más bien pedagógico. El artículo se sumerge en la vida cotidiana del Madrid sitiado, en el segundo aniversario del inicio de la ofensiva de las tropas rebeldes, y combina las postales de destrucción con las noches en las que parte de la ciudad parece ajena a la guerra y se cita en los teatros.
El texto no está firmado, pero desprende pinceladas de un estilo singular, empecinado en recalcar el detalle exacto. Como el de Manuel Chaves Nogales.
A Abelardo Linares no le cabe la menor duda: estas líneas son obra del autor de A sangre y fuego, la primera de sus colaboraciones en Match, un contrato que se extendería desde noviembre de 1938 hasta junio de 1940, momento en que los nazis irrumpen en los Campos Elíseos y el semanario parisino se ve forzado a cerrar en su número 101 —y Chaves Nogales a huir de los tentáculos de la Gestapo—.
El periodista sevillano, empujado al exilio al verse sin hueco en un país entregado a la barbarie —"ese hombre de España que ha sido asesinado por el comunismo o por el fascismo es lo único respetable de esta guerra estúpida”, clamaría—, plasmó su particular visión de las contiendas española y mundial en más de una treintena de números de la revista, en una sección titulada La semana de Match. Todos esos ejemplares los ha ido rescatando Linares en los últimos años, y los muestra ahora a este periódico en una nave industrial disfrazada de biblioteca de viejo, que esconde en torno a un millón y medio de libros —unos 50.000 relacionados con la Guerra Civil—. Es la base de operaciones de su editorial.
No había constancia hasta el momento de ese centenar de colaboraciones, unos 700 artículos en total, un trabajo extensísimo que según el editor de Renacimiento abarca entre 2.000 y 3.000 páginas en formato libro. Es el Chaves Nogales jamás traducido al español, el último gajo de un legado sepultado por el olvido, por el rechazo que levantó en ambos bandos; la mirada deslumbrante y lúcida de un escritor demócrata por encima de todo, un reportero de prosa vibrante y con una dignidad e independencia asombrosas para la época en la que no tomar partido era una pena de muerte.
Chaves y Match
Abelardo Linares es una voz más que autorizada en la obra periodística de Chaves Nogales: él fue su redescubridor en uno de sus viajes a América el pasado siglo, en los que iba recolectando ejemplares de todas las publicaciones en las que participaron los exiliados republicanos —también conserva las revistas vanguardistas más desconocidas de antes de que estallara la Guerra Civil, con colaboraciones de Baroja, Azorín, José Castillejo, Unamuno, Giménez Caballero...—. Un tesoro literario único en el mundo.
En 2011, Renacimiento publicó las vertiginosas crónicas de Chaves Nogales sobre los primeros instantes de la defensa de Madrid, escritas originalmente en 1938, con cierta distancia de los hechos, para la revista mexicana Sucesos para todos. En una edición posterior, en 2017, y a modo de apéndice, se añadieron dos textos impresos en la también mexicana Hoy, fechados el 18 de marzo y el 29 de abril y que llevaban por título, respectivamente: "Los días de agonía del Dr. Negrín" y "Cómo cayó Madrid: Horas de angustia". Eran anónimos, pero el estilo comulgaba con el asunto y el tratamiento que constituían el esqueleto de Los secretos de la defensa de Madrid. La autoría fue validada por los herederos del periodista.
Sin embargo, esos dos reportajes contenían una breve indicación autorial: "Es una producción Match". Es decir: también fueron publicados en el semanario francés, aunque con la extensión adaptada al espacio disponible en cada una de ellas. Una pista que ha empujado a Abelardo Linares a descubrir las colaboraciones ignoradas del que fuera director del diario Ahora desde los albores de la Segunda República.
Match —precursora de la Paris Match que se edita en la actualidad— era una revista deportiva que el empresario textil francés Jean Prouvost, también propietario del diario Paris-Soir, compró en 1938 para transformarla en un semanario de actualidad mundial al estilo de la estadounidense Life, con fotos impactantes y unas ventas de más de 800.000 ejemplares, por delante de sus competidoras como Regards o L'Illustration.
Chaves Nogales, exiliado en París desde noviembre de 1936, empieza a colaborar con el imperio editorial de Prouvost —también analizó la Guerra Civil en las páginas de los periódicos galos Candide y L'Europe Nouvelle— por recomendación del escritor Joseph Kessel y su hermano George. "Tenía una buena amistad con ellos porque había publicado a Joseph en Ahora", explica Abelardo Linares. "Los Kessel también dirigían la revista Voilá, de actualidad y con toques eróticos, y le publican a Chaves Nogales artículos sobre la Feria de Sevilla y adaptan su biografía del torero Juan Belmonte".
Ambos hermanos, acompañados del fotógrafo Jean Moral, habían viajado a lo que resistía de la España republicana entre el 21 de octubre y los primeros días de noviembre de 1938. El objetivo era publicar en Paris-Soir "un reportaje imparcial, humano y dramático" sobre las condiciones de vida en Madrid, Barcelona y Valencia después de dos años de combate, de dos años de lluvia de obuses. El título escogido fue "La guerra está aquí al lado".
"Sobraron muchas fotos de ese reportaje y mi hipótesis es que a Prouvost se le ocurre hacer en Match otro especial sobre la Guerra Civil. Los Kessel, entonces, le recomiendan a Chaves Nogales para escribirlo", razona Linares sobre la génesis de las páginas que el semanario dedica al segundo aniversario del ataque de las tropas franquistas sobre Madrid. Lo justifica también señalando la última línea, esa en la que se menciona a George Kessel como director ejecutivo del trabajo periodístico y a Jean Moral como el autor de las instantáneas. Pero no se nombra al redactor de los textos. Y si Joseph no fue, ¿quién entonces? "Tuvo que ser Chaves Nogales, alguien de plena confianza de ambos y un hombre con mucha influencia", zanja el editor y también poeta.
Las razones
En ese mismo número de Match del 17 de noviembre de 1938 ya aparece, sin firma, la sección La semana de Match. Aunque es en la tirada siguiente cuando se registra un cambio total del contenido y del estilo: de una prosa frívola, el espacio se convierte en una suerte de diario mundial minutado de los últimos siete días, que salta de la crisis de los Sudetes a las primeras maniobras bélicas nazis, del despacho de Azaña a las cartas de Roosevelt. Un trabajo de precisión, de orfebrería informativa, tan solo al alcance de un reportero fuera de serie y con las mejores fuentes en las altas esferas.
"Es como si Chaves Nogales estuviese en todos estos sitios a la vez; cuenta las cosas con tanto detalle…", dice asombrado Linares. "Él era un periodista excepcional, conocía de su propia mano buena parte de Europa y a la mayoría de los principales políticos de la época por su experiencia como director de Ahora [su hermano era también ayudante de José Miaja], y además tenía una gran capacidad de análisis político”.
¿Pero cuáles son las razones que explican que la firma de Chaves Nogales no apareciese en estos textos de Match? Responde Abelardo Linares: “Eran temas muy sensibles y sería muy complicado entender en aquel momento que un periodista no francés que parecía que tenía un ojo en todas las capitales del mundo y ponía palabras exactas en la boca de los distintos líderes políticos hiciese ese trabajo. Y si fuese obra de un periodista francés, no le hubiera dado tanta importancia a la Guerra Civil española porque a finales de 1938 la novedad ya había pasado. La sección va sin firmar porque La semana de Match es como la voz editorial de la revista”.
Además, según explica el editor de Renacimiento, estas colaboraciones aclararían, en parte, cómo se gana la vida el autor de A sangre y fuego en París desde finales de 1936. Son conocidas sus tres-cuatro decenas de reportajes para otros periódicos franceses e ingleses como el Evening Standard —antes había elaborado una publicación semanal unipersonal sobre los acontecimientos en España que vendía a las embajadas hispanoamericanas—, pero "este puñado de artículos no explica cómo pudo sobrevivir razonablemente bien con su mujer y sus cuatro hijos y pagar una casa y un coche", dice Linares.
En los relatos de Chaves Nogales no hay juicios ni propaganda, sino una mirada limpia, libre y decente sobre la realidad, puro sentimiento y humanidad, como dice Andrés Trapiello. Un lienzo único, lleno de narraciones inesperadas. No hubo nada igual.
Chaves Nogales fue un rara avis, una conmoción en cada párrafo, y por eso resulta posible descifrarlo, aunque no firme. "La razón más potente que me decide a pensar que estos textos son de Chaves Nogales es la manera en la que habla de Azaña, de Queipo de Llano, de la Guerra Civil…", dice Linares. "Es la misma fórmula que usa en los reportajes que escribe paralelamente a Match, como en L'Europe Nouvelle, donde hace análisis político-histórico. El material es el mismo. O pensamos que Chaves Nogales copia al anónimo de Match o es él quien realmente escribe estos artículos”.
La publicación
Hasta el momento, de todos los supuestos textos del cronista sevillano que Abelardo Linares ha ido marcando con posits amarillos en los ejemplares de la revista francesa que ha recuperado de varias colecciones, solo han sido traducidos en torno a un 10%, una labor que está realizando su mujer, Marie-Christine del Castillo-Valero. Su idea es editar los textos que Chaves Nogales dedicó a la situación en España, sobre la Guerra Civil y la posguerra, que aparecen en una treintena de números de Match. Ese material dará para un libro de unas 400 páginas.
"No hay prisa porque de momento es una atribución mía", señala el editor de Renacimiento, y desvela que lleva un tiempo hablando con los herederos del periodista para ver cómo abordan el tema de la autoría sin una prueba irrefutable que lo acredite, sin un contrato, un documento.
Pero lo cierto es que Chaves Nogales tuvo que recurrir al uso de seudónimos por distintas motivaciones. Tras su segundo exilio a Londres en junio de 1940 —su nombre aparecía en las listas de la policía secreta de los nazis—, donde trabajó durante dos años para la Agencia Atlantic Pacific Press, que más tarde tomaría sus apellidos, hubo de utilizar el apodo de Eugenio de Larrabeiti para cartearse con su familia y regatear a la censura. Utilizó otro, el de Rita E. Bois, para una publicación inglesa; e incluso firmó con el nombre de su hija, Pilar Chaves, artículos de moda en revistas americanas, según relata Linares.
Un periodista, en definitiva, polifacético, camaleónico: "Él sienta las bases del Nuevo Periodismo, lo que hizo Truman Capote veinte años más tarde pero con menos tremendismo. El suyo es un caso probablemente único, con casi el 100% de su obra publicada en prensa o revistas, quizás solo equiparable al de Julio Camba", reflexiona el editor de Renacimiento, que en breve publicará el medio centenar de colaboraciones del columnista gallego en el diario Ahora, el de Chaves Nogales, escritas en 1936.
No pronunciaba sermones ni alentaba con soflamas. Manuel Chaves Nogales se escabulló entre las oscuras nubes del fascismo y del comunismo con una independencia encomiable por bandera, con una valentía que le granjeó el odio de los hunos y los hotros, como el de su compañero de redacción Jesús Izcaray, miembro del PCE, quien le definió como "uno de los que no tuvieron fuerzas para soportar este drama". No solo lo pagó con el exilio, donde moriría en 1944 y lejos de los suyos, sino que fue quien mejor supo retratar la vida, el drama, lo absurdo de la guerra, resumido en este párrafo:
"El hombre que encarnará la España superviviente surgirá merced a esa terrible e ininteligente selección de la guerra que hace sucumbir a los mejores. ¿De derecha? ¿De izquierda? ¿Rojo? ¿Blanco? Es indiferente. Sea el que fuere, para imponerse, para subsistir, tendrá, como primera providencia, que renegar del ideal que hoy lo tiene clavado en un parapeto con el fusil echado a la cara, dispuesto a morir y a matar. Sea quien fuere, será un traidor a la causa que hoy defiende".