-Camilo Blanes Cortés (Alcoy, Alicante, 1946) falleció en Madrid el 8 de septiembre.
-Cantante y compositor, publicó su primer álbum en 1971, Algo de mí. Representó a España en el Festival de la OTI en 1973 con la canción Algo más. En 1975 llegó su momento de mayor popularidad, protagonizando el musical Jesucristo Superstar, el gran trampolín de su carrera.
-Galardonado a título póstumo con el Premio Ondas de la Música a la Trayectoria en 2019.
-Su única relación conocida fue con Lourdes Ornelas, con la que tuvo a su hijo Camilo.
Para recordar
Era Jesucristo mucho antes de ser superstar: es fácil recordarlo con sus cabellos largos, rizados a la altura de los lóbulos; con los ojos clarísimos, diáfanos, con el gesto tranquilo y la personalidad luminosa. Algo excéntrica, andrógina, vanguardista, esperanzadora. Era divertido y caótico. Genuino. En una ocasión se quedó dormido -completamente seco- en un juicio en el que había sido demandado por el productor Fredy Funesal y alegó que eran los efectos secundarios de la medicación por un esguince. Como el juez no le creyó, se quitó el zapato y el calcetín y fue expulsado de la sala. Pedía siempre cortinas blancas a su alrededor: en la limusina, en el camerino, en la suite del hotel. Meneaba con gracia el Bloody Mary mientras empuñaba un Marlboro Light.
Su cantante favorito siempre fue Antonio Molina, con un ojo siempre puesto en Rocío Dúrcal. La música de hoy le parecía "una mierda". Comía chocolate y frutas. Llamó "Judas" a Teddy Bautista en una gala, en pleno directo, por haberle engañado y quedarse con sus derechos de Jesucristo Superstar. En los últimos años recordaba a un Michael Jackson ibérico, no sólo por su talento de rey del pop, sino por las formas de un rostro irreconocible que se negaba a envejecer y se asemejaba cada vez más a una estatua de cera, a una cara como de plástico fulgente. Pero él hizo del Nuevo Testamento una emoción húmeda. Él cantó, ya en silla de ruedas, un Padre nuestro a dúo con el Papa en plena iglesia de San Antón, pero sin el consentimiento de representante de dios aquí en la tierra. Un jaleo.
Sesto se decía "tremendamente religioso" y se sentía tocado "por una varita divina". Será verdad que él era el verdadero embajador de dios aquí abajo, ¡más que el Papa Francisco!, porque hizo rock de la religión cristiana, se volvió icono gay sin pretenderlo y se obsesionó toda la vida con la prolífica fuente de todas sus canciones: el amor. Sus canciones relatan gran parte de la memoria sentimental de los españolitos. Sus canciones tocaban todas las fases, todos los tentáculos terribles del romance. La espera, la ansiedad, la conquista, el beso. El triunfo, la caída, el distanciamiento. La desesperación. El vacío. Con sus canciones se celebraron bodas y se oficiaron divorcios. Siempre había un verso, siempre había un giro poético con el que millones de oyentes se sentían identificados. Cantaban sus temas como una expiación. Como una verdad a gritos.