Dicen de ella que no se dejaba pisar. Dicen que lucía como nadie los trajes de pantalón. Dicen que su mera presencia servía como un contrapunto esencial a los dramas de Carrie, al optimismo de Charlotte y a la frivolidad de Samantha. Pelirroja, flaca, firme en sus decisiones, segura de no tener que pedir perdón por sus éxitos: así era Miranda Hobbes, una de las cuatro fantásticas de Sexo en Nueva York, sin embargo, nadie quería nunca ser ella. Nadie se identificó con su personaje. De alguna manera, en aquella lejana época -recuerden que la serie se estrenó en 1998, aunque la hayamos revisionado hasta el infinito- nos parecía el personaje menos carismático. Ahora que hemos madurado quizá debamos entender que no la pillábamos porque era la más inclasificable.
“Las mujeres de Sexo en Nueva York no son sólo personajes, son arquetipos: está la fashion victim, la tradicional, la hedonista y la lista que en alguna ocasión se come un trozo de pastel sacado de la basura”, cuentan Chelsea Fairless y Lauren Garroni en Todas deberíamos ser Miranda (Cúpula). Pero, ¿realmente supimos verlo? ¿Valoramos entonces su inteligencia, su mesura y su antirromanticismo, justo en los años en los que fantaseábamos con galanes edulcorados que amenazasen con ser los definitivos? Dicen las autoras que erramos: “Pensábamos que si llevábamos una vida basada en Carrie, eso nos conduciría hacia una vida llena de gloria. En cambio, terminamos con amantes sociópatas y unos armarios llenos de deplorables compras de H&M”.
En el libro señalan que “la mayoría de fans se decantaba por Carrie, las conservadoras se decantaban con Charlotte, empatizando con su aspecto de niña buena; las más descaradas y promiscuas por Samantha y las que preferían caerse muertas antes que escuchar a un hombre adulto susurrar ‘siempre tuyo, siempre mía, siempre nuestros’, esas serían las Mirandas”.
Una Miranda es práctica
¿Qué podemos resaltar hoy de su personaje que nuestra vieja estupidez nos oscurecía? Bien: “La personalidad típica de una Miranda se caracteriza por un leve recelo hacia las normas estipuladas por la sociedad. Las Charlottes podrían etiquetarnos como pesimistas, pero ser realista en esta época de locura nos ha ayudado a mantener la poca dignidad que nos queda. Este mecanismo de autodefensa no nos convierte en unas desalmadas, a pesar de lo que nuestros ex puedan proclamar al abandonarnos”, escriben.
Las Mirandas, apuntan, aman apasionadamente, pero no permiten jamás perder su autonomía. Se adaptan a situaciones inesperadas, como un embarazo sorpresa o una mudanza a Brooklyn. “Las Mirandas son personas motivadas y resolutivas. Pueden conseguir lo que sea con tiempo, determinación y medicación para tratar la clamidia”, guiñan. Para muestra, un botón: Juana de Arco, Hillary Clinton, Roxane Gay, Katharine Hepburn, Diane Keaton, Angela Davis, Virginia Woolf, Jodie Foster, Greta Garbo, Susan Sntag, Judith Butler. Todas estas mujeres son señaladas por las autoras como arquetipo Miranda.
Una Miranda necesita tanto amor como la Charlotte de turno, pero “no lo proclama a los cuatro vientos”: “Las manifestaciones públicas de sentimientos la desconciertan, especialmente las baladas espontáneas a piano de artistas conceptuales rusos. Los osos de peluche, las frases escritas en el cielo por una avioneta y las galletas gigantes que llevan escrito ‘te quiero’ no la ponen tontorrona. Las Mirandas (y las Samanthas) tienen el buen juicio de saber que las declaraciones de amor demasiado elaboradas son horteras, sobre todo en la era de las redes sociales”, relatan.
Recomendaciones sexuales
“Todas las Mirandas saben que el amor tiene la capacidad de robarnos nuestra dignidad. No queremos despertarnos un día y encontrarnos golpeando al amor de nuestra vida con el ramo de novia”. Les suena, ¿verdad? Sin embargo, Miranda (y las que son como ella) queda noqueada por el miedo. “Nuestra especie es mucho más de empezar una pelea sin motivo aparente y luego bloquearlo hasta que haya pasado el tiempo suficiente para que podamos procesar nuestros sentimientos. Este comportamiento es de persona inmadura e ilógica, pero cuando una Miranda necesita espacio, hará lo que sea por conseguirlo”.
Más enseñanzas de Miranda: “No es el destino, tiene la luz encendida y punto”, dijo en una ocasión nuestra heroína inédita a su amiga Charlotte a cuenta de su nuevo romance con Trey, un hombre que había conocido hacía dos semanas y del que afirmaba que era “el elegido”. La tesis de miranda es: “Los hombres son como los taxis, cuando están preparados para tener una relación seria, su metafórica luz está encendida. La primera que se suba a ese taxi (es decir, la primera mujer que se cruce con la que tenga cosas en común), se convertirá en su prometida. Su teoría tira al traste la noción de que estos solteros encuentren a su alma gemela, lo que les ocurre es que les entra una urgencia por casarse fruto de su instinto de supervivencia y motivada por caer en la cuenta de que no quieren morir estando solos”.
¿Y si la dejan? No hay problema. Miranda es de tragarse sus sentimientos, llamar al trabajo y decir que está enferma, comprarse un juguete sexual, correr una maratón, hacerse la depilación brasileña, escribir a un follamigo, ponerse pezones falsos, cambiar el feng shui de su habitación y fumarse un porro. Listo. En cuanto al sexo, una gran recomendación: “Sólo practico sexo oral si me lo practican a mí”. Ahí lo dejamos. Arriba Miranda.