Fue el pasado 11 de marzo cuando la OMS declaró el brote de coronavirus “pandemia global”: la palabra impactó desde el comienzo. Es cierto que suena a “desastre global”, a “crisis” severa. Es cierto que genera esa sensación perturbadora de que lo malo está en el aire. Pero ahora que hemos empezado a normalizar su uso -no nos queda otra, al menos hasta que las medidas del Gobierno empiecen a dar sus frutos-, es un buen momento para analizar de dónde viene y qué decimos -en realidad- cuando decimos pandemia.
Por definición, este sustantivo femenino se refiere a una enfermedad de tipo epidémica que se puede propagar en varios países o naciones, o bien que se puede contagiar de manera masiva a odas las personas de una localidad, provincia, región o zona. Esta voz procede de la expresión griega πανδημια, que aúna “pan” -todo-, “demos” -pueblo- y el sufijo “-ia”, que hace alusión a la cualidad. La palabra “pandemia” apareció en francés y en español en la segunda mitad del siglo XVIII. En latín, a mediados del XVI, cuando médicos griegos siglos después de Cristo usaban el adjetivo “pandémico” para referirse a “lo que afecta a toda la población”.
Curiosidades: documentada en escritos de Platón y Aristóteles, se usaba como sinónimo de “lo público” o “lo que concierne a toda la gente”. En el diccionario español de 1788, se dice que “pandemia” es “el sobrenombre de Venus”. En el de Esteban Terrero y Pando se le adjunta la acepción de “popular, a quien sigue todo el pueblo”.
En 1853, el diccionario de Domínguez le da por fin el sentido médico: “Nombre dado a toda enfermedad que ataca a muchos individuos de un mismo país, y que parece depender de la misma causa”, y vuelve a hacer hincapié en “el sobrenombre de Venus”. En el DLE se elimina esa acepción y adquiere únicamente sentido médico: “Enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región”, recordando su origen griego que remite a la “reunión de pueblo”.
De "pandemónium" a "pánfilo"
Suele confundirse en el uso cotidiano con “epidemia”, pero ojo: el Diccionario esencial de las ciencias define pandemia como “epidemia que afecta a la vez a gran número de individuos en una amplia zona geográfica”; y epidemia como “presencia de cualquier enfermedad, infecciosa o no, generalmente de aparición brusca, cuya incidencia en una población determinada excede significativamente los niveles habituales en otras poblaciones. Cuando la extensión geográfica es muy amplia o prácticamente universal, recibe el nombre de pandemia”.
“Pan” (todo) entra en la formación de nombres y adjetivos con un sentido de “totalidad” o de “conjunto”, según indica la Fundéu: de ahí términos como panamericano, pangermánico, panafricano, paneslavo, panislamismo o panarabismo, junto a otros de uso menos frecuente, como pandemónium (reunión de demonios) o pancromático (película fotográfica sensible por igual a todos los colores del espectro).
También aparece en pancromático, panhelenismo, panofobia o panteísmo. Pangea: "antiguo continente que formaba la totalidad de la tierra emergida". Más bonitas, aún, palabras como “panacea” -que significa “remedio universal”- o “pánfilo”: esta última, al mezclar “pan” (todo) y “filo” (amigo o amante de) alude al cándido -o al tonto, al bobalicón- que todo lo ama, al que todo le viene bien, al complaciente, al inocente.
El dios griego Pan
Algo más: el semidiós Pan era el protector de los pastores y los rebaños en la mitología griega. También el de la fertilidad y la sexualidad masculina, por su extraordinaria potencia y apetito sexual. Perseguía por los bosques a las ninfas, sediento de sus encantos, como un Dioniso auténtico. Bastante pesado, hay que decirlo: las ninfas Pitis y Siringa se transformaron en pino y en cañaveral sólo para huir de sus acosos.
Era cazador, curandero y músico. Fue todo un outsider en el panteón (otra palabra que viene de "pan": templo dedicado a todos los dioses) griego: no gozaba de muchas simpatías en su región, por eso se refugió en los bosques, en las cuevas y en las fuentes de la Arcadia, protegiendo a los seres rurales como él. Su aspecto era inquietante: mitad hombre, mitad cabra. Así lo representaban: cubierto con una turbia mata de pelo, sin piernas, sólo con patas que acababan en pezuñas. Sobre su frente, dos cuernos, que a pesar del terror inicial que generaban, acabaron siendo interpretados como una señal de astucia. Dicen que le divertía aparecerse por las noches, generando "pánico" -miedo causado por Pan, miedo causado por algo desconocido- entre los habitantes.