Fernando Sánchez Dragó es un intelectual "patriarcal", él mismo lo dice: cree en el hogar, en el clan, en tener cerca y bien apretados a los seres que ama. Sus hijos, sus novias, sus felinos. Sus vinos, sus libros. Sus obsesiones poéticas. El coronavirus no le ha encerrado, cuenta, simplemente se limita a no salir de casa: "Al hombre lúcido no se le puede atrapar". Ensayista, novelista. Casi 50 libros publicados. Ahora que le han despedido de El Mundo, ha tardado dos tés en montar un semanario llamado La Retaguardia. No abandona nunca el componente bélico -ni el lúdico- de la vida y del pensamiento. Es un libertino, Fernando, un tipo que ya no cree en el ser humano, sólo en la naturaleza, en sus gatos y en su mismidad. Ahí lo llevan.
¿Qué ha aprendido de usted mismo en este encierro? ¿Y de los demás -del ser humano, en sentido profundo-?
De los demás, nada. A los ochenta y tres años ya has aprendido cuanto en lo concerniente a ello se puede aprender. De mí, he comprobado que sigo siendo el mismo que era cuando me encerraban en la cárcel, en mi domicilio o en una mazmorra de la Dirección General de Seguridad. Tenía entonces entre diecinueve y veintiséis años. ¡Quién iba a decirme que estaba entrenándome para lo de hoy!
¿Cuál es el pensamiento más extraño que le ha asaltado estos días?
Ninguno. No suelo tener pensamientos extraños. No es mi cerebro el que manda en mí, sino yo quien manda en mi cerebro. Dalí decía que la única diferencia entre él y un loco es que él no estaba loco.
¿Qué es el mundo interior; cómo se cultiva?
El mundo interior es la única realidad no sujeta el yugo de lo fenomenológico y ajena, por ello, a la segunda ley de la termodinámica y al desgaste de la entropía. El resto, como asegura el Vedanta, es maya, engañosa danza de los sentidos. En tu interior reside la verdad, decía San Agustín. No la busques fuera, no confundas la cáscara con la almendra, la existencia con la esencia. Vuelve los ojos adentro. ¿Cómo? De muchas formas, pero la más directa es la meditación. Averigua quién eres y sé fiel a ti mismo. Cultiva tu huerto, como hacía el cándido de Voltaire.
¿Realmente puede la cultura salvarnos de algo?
No. Sólo es un aliño. Epicuro aconsejaba huir de ella a velas desplegadas, como nos recordó Gustavo Bueno. Conozco a idiotas capaces de responder a todas las preguntas del Trivial. De igual modo que el hombre feliz no tenía camisa, el sabio puede ser analfabeto. Hay en los "relatos de poder" de Carlos Castaneda un pasaje extraordinario en el que el brujo Don Juan le mesa las barbas nada menos que a Wittgenstein.
“Para los desgraciados, todos los días son martes”, cantaban las Vainica Doble. ¿Cómo cree que afectará esta situación a nuestra concepción del tiempo, del trabajo y del placer?
En la Viena feliz anterior a las dos Guerras Mundiales decían: "Deja vivir a la vida". Esa es mi filosofía. No creo que mis semejantes aprendan gran cosa en esta crisis. Con razón dice el refrán que el hombre es el único animal que tropieza una y otra vez en la misma piedra, mientras el gato escaldado del agua fría huye. Nos dicen los políticos y sus corifeos que pronto (o tarde) recuperaremos la normalidad. ¡Pues vaya por dios! ¿Qué normalidad? ¿La de antes del virus? ¿la del economicismo, la globalización, el consumo, los teléfonos idiotas, los juguetitos electrónicos, la cultura del espectáculo, las bullipolleces, la democracia entendida como religión, el descrédito de la excelencia, la supresión de las fronteras y de las jerarquías, la agresión al ecosistema, la confiscación tributaria, la vida como espectáculo, el jijí, el jajá, el Estado de irresponsabilidad, digo, de Bienestar, el desarrollo como única meta y todo lo que ha propiciado la aparición y propagación del dichoso virus?
Como le decían a Sinuhé, el egipcio, en las tabernas de Tebas: "Así ha sido siempre y siempre será así". Lo único que nunca cambia es la condición humana. Ahora bien... dicho esto, es evidente que el homo festivus ya no podrá seguir siéndolo. Su eterna adolescencia ha terminado. Todo patas arriba. Ahora toca currar, nenes. Un nuevo orden mundial, un nuevo sistema de valores, un mundo nuevo. Los derechos humanos en retroceso, la democracia en retirada y regímenes autoritarios. Me limito a avisar. No maten al mensajero.
Esta crisis, ¿le ha vuelto más humanista o más misántropo?
Quien a mi edad no sea un misántropo es que ha vivido en vano. Yo no soy humanista. Mis maestros son Madre Natura y los gatos.
Decía Blaise Pascal: “Todos los males derivan de una sola causa: nuestra incapacidad de quedarnos quietos en una habitación”. ¿Está de acuerdo?
Sí. Yo, esté donde esté y haga lo que haga, nunca salgo de mis zapatos.
¿Encerrados sacamos lo peor -la verdad- de nosotros mismos, como en El ángel exterminador de Buñuel?
El idiota encerrado, idiota sigue siendo. El hombre lúcido no se deja encerrar. ¿Cree usted que yo, ahora, me siento encerrado? Pues no. Me limito a no salir de casa, pero sigo viviendo en mi mismidad, a la que nadie puede poner puertas. Donde digo idiota léase mal bicho, estúpido, frívolo, cobarde, borrego...
¿Cree que los ciudadanos españoles han mostrado responsabilidad individual? ¿Qué valor le da a ésta?
De todo ha habido, pero la responsabilidad nunca es colectiva. ¿Qué valor le doy? Muchísimo. Responsable es el auriga de Platón, que gobierna su cuerpo, su libido, su corazón y su cabeza, y que, en consecuencia, se gobierna a sí mismo. ¿Usted conoce a muchos que lo hagan? Cierto, cierto, algunos hay, pero Lot no consiguió encontrar ni siquiera a los diez que pedía para que Yavé perdonara a Sodoma y Gomorra. Dirá usted que generalizo, y yo le daré la razón, pero es que no se puede opinar sin generalizar, y aquí me tiene, opinando, porque usted me lo ha pedido. El problema estriba en que a mi edad ya no se tienen opiniones, sino convicciones. A la vista está.
¿Qué idea tiene ahora mismo de la libertad? ¿En qué se canjea?
Y dale... ¡menuda pregunta! La libertad no se adquiere, ni se enseña, ni se aprende, ni se compra, ni se vende. No es una moneda ni cotiza en bolsa. La libertad es un don congénito que sólo depende del carácter y no de las circunstancias ni de las ideologías volitivas, como lo son las de la progresía. Quien la tiene, la tiene, y quien no, que se olvide.
¿Qué lectura política y económica hace de esta crisis? ¿Qué cree que sucederá? ¿Cómo valora la gestión de Sánchez?
Soy escritor. Sólo me interesa la literatura. La política y la economía me traen al fresco. Son paparruchas.
¿Reforzará esta crisis nuestra idea de colectividad? ¿Empezará a estar mejor vista la palabra “España”?
Pues seguramente sí. Y yo me alegraré, aunque ya sabe usted que, a mi juicio, "ubi bene, ibi patria". Allá muevan feroz guerra ciegos reyes por un palmo más de tierra. Yo siempre he sido un expatriado que iba de isla en isla, de mujer en mujer, de guerra en guerra, de libro en libro, y a veces soñaba con volver a Ítaca. Pero Ítaca, como da a entender Kavafis, no existe, y España tampoco.
Una canción y un libro para resistir en cuarentena.
¿Una canción? La Casta diva, cantada por La Callas. ¿Un libro? ¡Pero mujer! Lo crea o no lo crea, y ya sé que no lo creerá, he leído unos treinta mil... ¿cómo diablos quiere que escoja uno?