Soledad Puértolas. Escritora, por encima de cualquier otra cosa. Ensayista. Premio Planeta (1989), Premio Anagrama (1993), Premio de las Letras Aragonesas (2004). Académica de la RAE desde 2010, donde ocupó la silla "g". Charlamos con la autora sobre los tentáculos del Covid-19: ética, libertad, responsabilidad individual y cultura.
¿Qué ha aprendido de usted misma en este encierro? ¿Y de los demás -del ser humano, en sentido profundo-?
El encierro forzoso causa estragos en las personas. Deshumaniza. Es algo que siempre me ha aterrado y que veo como auténtico peligro. Lo que alivia y, hasta cierto punto, compensa esa sensación es la de buscarle un sentido, una finalidad. Este es el punto que, en estas condiciones, tendríamos que reforzar, porque, de lo contrario, caeríamos en el desánimo y el egoísmo más absolutos.
¿Cuál es el pensamiento más extraño que le ha asaltado estos días?
El extrañamiento mismo. En cierto modo, convivo siempre con él. Pero me temo que en esta situación puede agudizarse.
¿Qué es el mundo interior; cómo se cultiva? ¿Realmente puede la cultura salvarnos de algo?
Hay personas que tienen una natural inclinación hacia él. En como momentos como este, eso supone para ellas una gran ventaja, puesto que son capaces de pasar mucho tiempo en una actividad muy gratificante que no necesita la expresa e inmediata interacción con los demás. Sería deseable que todo el mundo tuviera esta capacidad innata. Como, al parecer, no es así, hay que estimular su creación y su cultivo desde el infancia. Se trataría de dar prioridad, en los programas educativos, al mundo de la imaginación y de la creación. Es la cultura interiorizada, vivida como parte de lo que somos, lo que nos puede ayudar. ¿Salvar? No lo sé...
“Para los desgraciados, todos los días son martes”, cantaban las Vainica Doble. ¿Cómo cree que afectará esta situación a nuestra concepción del tiempo, del trabajo y del placer?
Es verdad, en este momento, todos los días son martes. Se nos ha roto el calendario... Quizá eso sea más grave de lo que parece, porque los humanos tenemos necesidad de medir el tiempo y de dejar marcas en él. Salir, a las ocho de la tarde, al balcón para aplaudir a los sanitarios y a todos los que se tienen que mantener en sus puestos de trabajo, es, a la vez, la confirmación del paso del tiempo. Un día más. Es establecer un horario: mirar a los demás, pensar en ellos, expresarse, aplaudir. Necesitamos más gestos como este.
Esta crisis, ¿le ha vuelto más humanista o más misántropa?
No soy misántropa. Más bien, algo ermitaña. Puedo vivir aislada, pero no del todo sola. Soy muy consciente de ser un individuo en una colectividad. Cada vez más. Y ahora, mirando a mi alrededor, percibo la ausencia física de los otros como algo esencialmente malo. Si no nos volvemos más humanistas, sucumbiremos. En esta crisis y en cualquier otra.
¿Cree que los ciudadanos españoles han mostrado responsabilidad individual? ¿Qué valor le da a ésta?
Es difícil hacer una valoración global. En este momento, la palabra que más se oye -en conversaciones con amigos y conocidos- es “miedo”, por encima de la palabra “responsabilidad”. Es un matiz importante, porque el miedo nos puede volver irresponsables...
¿Qué idea tiene ahora mismo de la libertad? ¿En qué se canjea?
La añoro, claro. Ciertamente, soy libre de organizarme el día a mi modo, de escribir lo que quiera -o lo que pueda-, de cocinar como quiera -con lo que pueda- de vestirme como quiera... Pero, ¿y mi relación con los otros? Están las pantallas del teléfono móvil y del ordenador, tenemos muchos recursos... Pero la prohibición está ahí, el miedo está ahí... Tenemos que ver la salida de todo esto, la luz. Si no vislumbramos esa luz, si no podemos apoyarnos en la aspiración de la libertad... Tenemos que hacerlo.
¿Qué lectura política y económica hace de esta crisis? ¿Qué cree que sucederá? ¿Cómo valora la gestión del Gobierno?
Se necesita una visión más humanista, más empática.
¿Reforzará esta crisis nuestra idea de colectividad? ¿Empezará a estar mejor vista la palabra “España”?
Deberíamos de planeárnoslo desde este mismo momento. Construir una colectividad solidaria, basada en el principio de respeto a los derechos humanos, es precisamente nuestra tarea.
Una canción, una película y un libro para resistir en cuarentena.
La canción que se ha tomado como himno, Resistiré, refleja muy bien la voluntad de sobreponerse a las dificultades, de lucha, de seguir adelante. En mi barrio, alguien la pone siempre pasadas las ocho de la tarde, después de los aplausos. Quedémonos con la música...