Pilar Eyre es una narradora incombustible y una periodista que mira hasta el fondo del ojo: lleva muchos años -y muy jugosos, y muy hábiles- escrutando las guerras y los bailes de la vida y da la sensación de que vale aún más por lo que calla.
Lo mismo se asoma a las sábanas de la monarquía que a los traumas infantiles de Franco; igual se entrega a una novela autobiográfica que queda finalista del Planeta que se embarca en un libro histórico para amasar el deseo de los poderosos. La de Eyre es la revolución de la elegancia. Hoy charlamos con ella, al teléfono, sobre los tentáculos del Covid-19, y se muestra tan generosa y lúcida como acostumbra.
¿Qué ha aprendido de usted mismo en este encierro? ¿Y de los demás -del ser humano, en sentido profundo-?
Me tenía bastante conocida, porque llevo muchos años conviviendo conmigo misma. Cuando era joven estuve dos años enferma, confinada. Esto no me coge tan de nuevas. Tengo capacidad de no aburrirme nunca. El otro día leí una cosa en Twitter que decía algo como: “¿Desde cuándo no te aburres?”. “Desde que aprendí a leer”. Me ha curado de todo el leer y el escribir. De los demás he aprendido más sobre la solidaridad.
Yo vivo en un barrio con muchas oficinas, una zona residencial con pocas viviendas, pero ya conozco las manos de todos los que aplauden en mi mismo edificio. Nunca había hablado con ellos, y ahora sé distinguir quiénes son por las manos: las de una señora mayor, manchadas; las de un chico joven; las de otra señora enjoyada… conozco todas las manos. Eso crea un sentimiento de colectivo que en todos mis años no había experimentado nunca.
¿Cuál es el pensamiento más extraño que le ha asaltado estos días?
Muchos sueños, y mira que a mí el tema sueños me aburre muchísimo. Las páginas de los libros, cuando hablan de sueños, me las salto. Lo hablaba el otro día con Julia Otero y a ella le pasa lo mismo que a mí, que está soñando con naturaleza, con bosques, árboles, ríos, aire libre. Soñamos con horizontes, porque ahora mi horizonte es el edificio de enfrente como máximo. Eso de volver a tener el horizonte lejos es un anhelo que se manifiesta en los sueños.
¿Qué es el mundo interior; cómo se cultiva? ¿Realmente puede la cultura salvarnos de algo? ¿Cómo valora la actuación del sector cultural estos tiempos -apagón cultural, hiperproducción por otra parte, etc-?
El mundo editorial se está moviendo en condiciones penosísimas. Está luchando como gato panzarriba. En Planeta, mi editorial, siguen trabajando en márketing, programando nuevos libros… de hecho, yo voy a sacar un libro en noviembre. Estos días han programado múltiples actividades, y ha llegado un momento en el que le he dicho a Isa Santos: porfa, no me pongas nada más, que no tengo tiempo de escribir. Mil directos, muchas peticiones. Es cierto que yo también soy periodista, así que cada vez que me llamáis os digo que sí, porque sé cómo estamos todos. Indudablemente ayudaré.
Ha habido un calor espectacular hacia las librerías y los editores pequeños que me parece muy emocionante. Es un sector muy unido a pesar de que estamos marginados por las instituciones. A mí me indigna que en el telediario de la primera se dedique espacio, un cuarto de hora, por lo menos, a la tauromaquia (pobres toreros, no pueden torear, oh, no tienen dinero) y ni un sólo segundo al Día del Libro. Ese día no salió nada dedicado a la cultura. Me enfada.
En el conjunto de España, quien lo está haciendo bastante bien culturalmente es la Comunidad de Madrid, y eso que yo soy de Barcelona. Está lanzando bastantes iniciativas. Creo, por otra parte, que en el sector cultural no sabemos vendernos bien. La sociedad nos percibe como frívolos, accesorios… que sólo queremos medrar, promocionarnos… egoístas… no hemos sabido explicar bien en qué consiste lo que ofrecemos. Deberíamos transmitírselo mejor a la sociedad, porque una sociedad sin cultura, sin información, sin periodismo, sin libros, sin cuadros, sin teatro y sin música es una sociedad muerta.
Respecto al entretenimiento: ¿cómo valora que el tema más comentado en medio de una pandemia sea el llamado Merlosgate, polémica liderada por Sálvame, donde Jorge Javier Vázquez ha pasado a convertirse en un icono de la izquierda?
Esta mañana he recibido una foto de Jorge con la cara de Kim Jong Un. Me parto. No, no, a mí este culebrón me ha dado la vida. Me parece una cosa divertidísima la que se ha formado, que hasta Jon Kortajarena, el pobre, ha salido indemne de lo de la tortilla. Ha aparecido esto y ha barrido con todo. La gente podría aprovechar ahora para hacer tropelías, divorciarse o lo que sea, porque no les íbamos a prestar atención.
Pasa una cosa curiosa, y es que gracias a las redes todo adquiere una intensidad mayúscula, desmesurada, pero es muy efímera, porque hoy, como ya no nos ofrecen nada nuevo, nos interesa menos. Sube y baja rápido. Vamos, también te digo que el sábado me llamaron dos exministros, gente súper seria, no te imaginas, para preguntarme por el caso Merlos. “¿Tú sabes algo más?”, tal. Y yo, no, no tengo ni idea. Somos bulímicos, necesitamos nuevas emociones todos los días.
“Para los desgraciados, todos los días son martes”, cantaban las Vainica Doble. ¿Cómo cree que afectará esta situación a nuestra futura concepción del tiempo, del trabajo y del placer?
No soy experta en ucronías. Me gustaría que nos quedáramos con esta ola de amor y solidaridad y arrinconáramos a la gente que quiere difundir odio y crear tensión. Se señalan mucho, se les puede identificar fácilmente. La vida en la historia se compone de pestes, de guerras… pero el ser humano siempre resurge como el ave fénix, nada le destruye, siempre sale indemne de las circunstancias, ese quizá sea uno de los mayores defectos pero también de las mejores cualidades.
¿Cree que los ciudadanos españoles han mostrado responsabilidad individual, durante el confinamiento estricto y también ahora, con las primeras medidas de alivio? ¿Qué valor le da a ésta?
Hemos sido ejemplares. El hecho de que se señalen comportamientos irresponsables quiere decir que son hechos aislados, si fuera lo general no llamaría la atención. Además, lo de “el día de los niños”… mira, si se deja salir a los niños es normal que ocupen espacio y lugar físico. No esperaríamos encima que las calles estuvieran solitarias. Me parece que no ha habido ningún tipo de debacle o ningún tipo de gente irresponsable saliendo a las calles con sus hijos. Siempre estamos a la altura de nuestra fortaleza como pueblo, y digo esto sin tener yo ningún sentimiento de patria. El órgano este con el que se aprecia la patria yo no lo tengo. No te diré que me siento orgullosa de ser española, pero sí de pertenecer a la raza humana, con nuestra capacidad de resistencia y nuestras ganas de sobrevivir.
¿Qué idea tiene ahora mismo de la libertad? ¿En qué se canjea?
Pues cosas tontas… irme al Corte inglés. Ir a la peluquería. Antes que nada, ir a la peluquería, que tengo ya cinco dedos de pelo blanco, me da una vergüenza horrible que me vea alguien. La libertad sigue siendo lo mismo: disponer de tu propio dinero para hacer lo que quieras y tener un trabajo que te guste. Respirar a pleno pulmón. Poder irme a mi casa de la Costa Brava y, no quiero dejar de decirlo, ver a mi novio… que llevo cinco semanas sin verlo.
¿Qué lectura política y económica hace de esta crisis? ¿Qué cree que sucederá? ¿Cómo valora la gestión del Gobierno?
La valoro bien. Creo que lo han hecho lo mejor posible. No tengo ninguna idea original que ofrecerte. La pandemia es algo nuevo, a lo que no nos hemos enfrentado nunca, y creo que cualquier gobierno se encontraría con las mismas dificultades y cometería los mismos errores. Parece que estamos saliendo adelante y que se ha ido acertando con los tratamientos. Lo están haciendo bien.
¿Qué hay de la actuación de la Casa Real?
Lo he denunciado varias veces: los reyes han estado ausentes. Si son los reyes de todos los españoles… si tenemos monarquía para bien o para mal (habrá gente que en un referéndum votaría otra cosa, pero de momento, tenemos esto)… Si realmente representan al pueblo español deberían haber estado al lado del pueblo, pero se han quedado en un estricto segundo plano.
Han sido neutrales, no han querido mancharse. No se han arriesgado a someterse a críticas, pero los que tenemos una función pública tenemos que hacerlo, empezando por ti y acabando por mí. Nos tenemos que arriesgar a que haya gente a la que no le guste lo que decimos o hacemos. Ellos han ido rectificando sobre la marcha, en algo… bueno, primero el discurso del rey, los dos de las princesas, y antes de ayer la visita de los reyes al 112, que sí fue un lugar muy bien elegido.
Una canción, una película y un libro para resistir en cuarentena.
En vez de película, la serie Fauda, es maravillosa. Acaban de estrenar la tercera temporada y la recomiendo un montón. Estoy leyendo ahora las obras completas de Colette, una escritora francesa maravillosa que describe a la perfección el alma humana, sobre todo la femenina. Sus libros tienen más de cien años. Es muy emblemática, tenía que firmar con el apellido de su marido porque no estaba bien visto que una mujer escribiese. Me gustaría que se volviese a poner de moda. Y bueno, las rancheras me encantan… no me canso de escucharlas. Me pongo muchas veces a Chavela Vargas.