El escritor romano Plinio el Viejo, en su monumental enciclopedia Historia natural, redactada en la segunda mitad del siglo I y que reunía todo el saber humano de la época, menciona un truco utilizado por los trabajadores del cinabrio, un mineral compuesto de azufre y mercurio tóxico que se trituraba para fabricar un pigmento rojo destinado a las pinturas murales, para no inhalar el polvo nocivo: emplear una suerte de mascarillas hechas con pieles de vejigas blandas de animal.
La referencia del erudito, que moriría en el año 79 asfixiado por los gases volcánicos del Vesubio, es la primera evidencia de protección respiratoria (artesanal) que se conserva, la más antigua de la historia. Otra pista más sobre el espíritu pionero e ingenioso de los romanos. Siglos más tarde, en pleno Renacimiento, Leonardo da Vinci recomendaría el uso de paños húmedos sobre la boca y la nariz para combatir la respiración de agentes infecciosos.
Son solo dos ejemplos, uno de la Antigüedad y otro de finales de la Edad Media, que evidencian los inventos del ser humano para proteger el aparato respiratorio. Ahora que la pandemia del coronavirus ha convertido las mascarillas en un complemento obligatorio de nuestras vidas, este es un recorrido histórico —y gráfico— por las distintas máscaras protectoras que se han empleado para combatir enfermedades como la plaga o los efectos de los gases venenosos utilizados como arma desde la Gran Guerra.