La flaca es una de las canciones más hermosas y populares de Pau Donés, que acaba de fallecer a los 53 años víctima de un cáncer que padecía desde 2015. La recuerdan ustedes:
En la vida conocí mujer igual a la flaca
Coral negro de la Habana, tremendísima mulata
Cien libras de piel y hueso, cuarenta kilos de salsa
Y en la cara dos soles que sin palabras hablan
Que sin palabras hablan.
La flaca duerme de día, dice que así el hambre engaña
Y cuando cae la noche baja a bailar a la tasca
Y bailar y bailar, y tomar y tomar
Una cerveza tras otra, pero ella nunca engorda
Pero ella nunca engorda
Por un beso de la flaca daría lo que fuera
Por un beso de ella, aunque sólo uno fuera
Pero, ¿existió esta emblemática mujer que ha pasado a formar parte el imaginario de tantos oyentes? Parece que sí, y así lo cuenta Pau Donés en su autobiografía 50 palos... y sigo soñando (2017). "Con vuestro permiso me dispongo a relataros cómo escribí La Flaca. Para ello me aprovecho de un texto que escribí para la ocasión en nuestro disco libro 'Orquesta reciclando' (2009), una de las joyitas de la discografía jarabesca y que podréis encontrar en nuestra página web. Ahí desvelé el secreto de uno de los romances más cortos e intensos que he vivido, así como otras muchas historias que me llevaron a componer algunas de las canciones más populares de Jarabe de Palo".
La historia surgió a partir de un viaje a Cuba con unos amigos, en 1995: "El director de cine Fernando de France había comprado ocho billetes baratos y nos invitó a viajar a la isla con un objetivo: rodar el videoclip de 'El lado oscuro', canción que en aquel entonces no estaba ni editada. Tres días antes de irnos nos encerramos en un estudio y grabamos una demo bastante bien arreglada, lo que serviría después para regrabar la canción como se conoce en la actualidad".
Y prosigue: "Llegamos a La Habana, dejamos las cosas en el hotel y con el subidón nos fuimos de fiesta a 1830, una discoteca al aire libre en El Malecón que allí todos conocen como La Tasca. Tomamos unos mojitos y cuando nos marchábamos entró en el local una mujer de belleza impresionante, con un vestido de gasa roja semitransparente, y en la cara dos soles que sin palabras hablaban". ¡Era ella!
Durante semanas estuvieron buscando una modelo idónea para el videoclip, pero Pau sólo podía pensar en aquella belleza de La Tasca. "Y allí que fuimos cada noche hasta que por fin la encontramos. Una diosa, eso es lo que era. Nos acercamos y le contamos nuestros planes: necesitábamos una modelo para un videoclip y pensábamos que ella era la ideal. Y sin más prolegómenos, Alsoris aceptó”.
"Nos citó al día siguiente en su casa para recoger sus cosas y al mediodía ya estaba instalada en nuestro hotel, compartiendo habitación con Eva Nielsen, en aquellos momentos la ayudante de dirección", continuaba Donés. "Llovió sin compasión toda la semana, por lo que no pudimos rodar ni un metro de película, aunque sí descubrir, de la mano de Alsoris, esa Cuba que no sale en los catálogos de las agencias de viajes”.
"No me voy sin acostarme contigo"
Aunque no pudieron rodar nada por las lluvias torrenciales, sí tuvo ocasión de conocer a Alsoris y, con ella, esa Cuba que no sale en los catálogos. "Durante esa semana hubo cambios en la logística del equipo. Alsoris se mudó a mi habitación (no porque le gustase más yo, sino más bien todo lo contrario, porque resultó que Eva le gustó un poquito más de lo normal), y Fernando (el director) pilló una ameba que le tuvo en el hospital cuatro o cinco días", rememora divertido.
Pau acabó enamorándose "perdidamente de ese coral negro de La Habana, de esa tremenda mulatona". Y llegó el día antes de volver a España. "La noche antes del viaje salimos a celebrar, volvimos al hotel de madrugada y ya en la habitación, Alsoris, como cada noche, me dio un beso en la mejilla y se metió en su cama. Fui al baño y al salir, viendo a ese ángel negro enfundada entre sábanas blancas, no me pude reprimir: 'Flaca, no me puedo ir de la isla sin haberme acostado contigo’.
Ella sonrió, abrió los brazos y me dijo: 'Ven, Pablito'". "Me recosté en la cama, la abracé y el siguiente recuerdo que tengo es despertarme con el sol de la mañana dándome en la cara, abrazado a Alsoris, pero totalmente vestido. Fue tal la emoción que había sentido esos días que me había quedado dormido. Me levanté, agarré un lápiz y una hoja de papel y, sentado en su cama y mirando a La flaca dormida escribí, en apenas diez minutos, una poesía corta que relataba lo que había sentido por esa mujer durante esas dos increíbles semanas en La Habana".