En el Centro Dramático Nacional (Teatro Valle-Inclán), se ha estrenado con gran expectación Shock 2 (La Tormenta y la Guerra), anunciada segunda parte del formidable éxito de crítica y público que, hace ahora dos años, fue Shock 1 (El Cóndor y el Puma), pieza que se repone en determinados días (consultar cartelera) en el mismo teatro.
Con escritura de los mismos dramaturgos (Albert Boronat, Juan Cavestany, Juan Mayorga y Andrés Lima), con el mismo equipo técnico-artístico y con muy similar elenco de excelentes intérpretes (destaca ahora la incorporación de Guillermo Toledo y Alba Flores), Andrés Lima vuelve a dirigir esta muestra de teatro documental que, en su primera entrega, obtuvo dos premios Max (fue finalista de otros dos) y contribuyó decisivamente a que el director obtuviera el Premio Nacional de Teatro en 2019, antes de su espléndido montaje de Prostitución (2020).
“¿Estamos sometidos a un experimento social?”. Bajo este lema y como posible respuesta al interrogante, se presenta este espectáculo que, con aportaciones de investigación histórica y periodística, es una dramatización y una puesta en escena de las tesis contenidas en el muy exitoso y muy controvertido libro La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre (2007), editado en España por Paidós, de la periodista, cineasta y activista canadiense Naomi Klein (Montreal, 1970).
La actualidad en España de la autora de No Logo (1999), primer gran aldabonazo de sus posiciones anticapitalistas y antiglobalización, se multiplica ahora mismo con la publicación, también en Paidós, de su séptimo y último libro, En llamas (2019), una nueva denuncia sobre la necesidad urgente de afrontar las causas y los efectos del cambio climático y de apoyar las propuestas del Green New Deal.
Dos películas y una teoría
El libro La doctrina del shock tuvo en 2009, con el mismo título y en formato de largometraje documental, una adaptación al cine a cargo de Michael Winterbottom y Mat Whitecross. La película se exhibió en el Festival de San Sebastián (y en otros festivales), fue estrenada en salas, pasó por televisiones y plataformas y está disponible en DVD en España. Con el mismo título y dos años antes, Naomi Klein y Alfonso Cuarón escribieron un cortometraje documental de apenas siete minutos, dirigido por Jonás Cuarón, hijo del director de Roma.
En La doctrina del shock, Naomi Klein sostiene lo siguiente: el neoliberalismo globalizador, empotrado en el poder político y económico, viene aprovechando las grandes crisis, catástrofes y guerras para, ante poblaciones aturdidas, asustadas y anonadadas por la magnitud del desastre, implementar drásticamente las políticas liberales, de austeridad y de recorte del gasto público, y hacer pingües negocios en los países asolados.
Si tales calamidades no suceden de forma natural -huracanes, terremotos, incendios…- o aleatoria, el poder político neoliberal y las grandes corporaciones económicas que lo integran y lo sostienen, las provocan. Por ejemplo, las guerras y los golpes de estado.
El origen secreto y Milton Friedman
En Shock 1 vemos la génesis de las tesis de Klein y las primeras aplicaciones de la doctrina del shock. De un lado, Klein sostiene que el origen de estas prácticas está en los experimentos secretos e ilegales que, bajo la supervisión y los auspicios de la CIA, el psiquiatra escocés-estadounidense Donald Ewen Cameron desarrolló, en los años 50 y 60 y dentro del después documentado programa MK-Ultra, aplicando el electro-shock a prisioneros.
Se trataba de ver si el aniquilamiento de la voluntad y de las potencias mentales doblegaba a los detenidos y los ponía a merced de sus interrogadores.
Klein sostiene que estas propiedades de la terapia de electrochoque inspiraron al economista ultraliberal Milton Friedman (futuro Premio Nobel de Economía) y a sus colegas y discípulos de la Escuela de Chicago (conocidos como los “Chicago Boys”) a considerar y sugerir que las situaciones de “shock”, sobrevenidas o inducidas, son las ideales para imponer las políticas y los intereses neoliberales en países en estado de estupor por el desastre.
En Shock 1 vemos principalmente cómo Richard Nixon pudo aplicar estas teorías en Chile, en 1973, apoyando el golpe de estado militar que derribó a Salvador Allende e instauró la dictadura de Augusto Pinochet, cuyas políticas económicas fueron diseñadas por el propio Friedman. También vemos, en Shock 1, la puesta en práctica del mismo procedimiento y de la misma doctrina en la instauración, en 1976, de la dictadura militar del general Jorge Videla.
Las claves del espectáculo
¿Pero cómo están configurados estos dos espectáculos de teatro documental? La representación transcurre en un amplio y versátil espacio habilitado, con el público en torno, en el centro de la sala. Cuatro considerables pantallas proyectan en todo momento materiales documentales audiovisuales de archivo -también, en mucha menor medida, de ficción o creación- en todo momento alusivos a los hechos que se van narrando o representando en escena.
En Shock 2, un elenco de siete actores, que se desdobla en un buen número de personajes principales, secundarios y de coro y que cambia con celeridad de vestuario, maquillaje y registro interpretativo, alterna, eventualmente, la conducción de la narración, el constante suministro de datos y, siempre, la interpretación de las sucesivas escenas que ponen en valor las teorías y los hechos expuestos.
Durante dos horas y media -con un descanso de 15 minutos-, a un ritmo sostenido que busca no caer en baches, la dirección de Lima añade, a los mencionados recursos audiovisuales y al movimiento en general, muy sensibles efectos de iluminación, sonido y música -y humo- que crean una atmósfera que impacta en el espectador.
Obra de cuatro escritores
Los cuatro dramaturgos responsables de la escritura habrán elegido los hitos, datos e ideas del libro de Naomi Klein para, manteniendo la lógica y la cronología de los hechos y de la tesis que se comunica, escribir las numerosas escenas que los ilustran y les dan valor demostrativo.
Esas escenas se basan en momentos históricos, reales y testimoniados públicamente, o bien son creaciones verosímilmente inspiradas en hechos privados sobre los que se tienen indicios suficientes.
El espectáculo -que incluye bailes y canciones conocidas- alternas escenas de comedia o directamente cómicas, que implican la sátira y la caricaturización de los personajes con efectos de risa sobre el espectador, con escenas de contenido muy dramático o melodramático, a veces con subrayados líricos, sentimentales y emocionales, que buscan conmover al público.
Estas escenas se sitúan sobre todo en el tramo final de la obra y tienen como protagonistas a las víctimas de las guerras y de las torturas. Este tono, que yo recuerde, es mucho más relevante y decisivo en Shock 2 que en Shock 1.
En Shock 2, siguiendo el libro de Naomi Klein, Ronald Reagan y Margaret Thatcher, con sus políticas ultraliberales y de recorte drástico del gasto público, son los iniciales y principales protagonistas de la función junto al Papa Juan Pablo II.
Después se van sumando Boris Yeltsin, George Bush Jr., Tony Blair y José María Aznar, entre otros varios (con o sin esposas), y la función se centra (aunque no del todo, ni mucho menos) en la Guerra de Irak, como ejemplo confirmatorio de la doctrina del shock y del capitalismo del desastre.
Irrumpe un pensador
Pero antes, a modo de prólogo, aparece en el escenario vacío un brioso y cada vez más vehemente personaje que interpela al público con un largo, encendido y brillante monólogo. Este personaje (resumo) proclama la necesidad política de identificar y de confrontar siempre a un enemigo, incluso mediante la guerra.
El público -al menos, yo- queda un tanto apabullado por el ímpetu verbal y gestual de este personaje -interpretado por Antonio Durán “Morris”- y, en algún momento, alberga dudas sobre el enclave ideológico desde el que habla.
Cuando termina, se nos informa inmediatamente que este personaje es el jurista y filósofo político alemán Carl Schmitt (1888-1985). Schmitt nutrió ideológicamente, hasta caer en desgracia, al nazismo -y también al franquismo, fue amigo y corresponsal de Manuel Fraga- con sus demoledoras críticas al liberalismo y a la democracia parlamentaria.
Sin embargo, Schmitt fue recuperado y releído favorablemente, en ciertos aspectos, por el filósofo argentino Ernesto Laclau y su pareja, la politóloga belga Chantal Mouffe, cuando éstos retomaron y reorientaron las teorías del alemán sobre el amigo/enemigo, la decisión y el antagonismo en sus formulaciones de la hegemonía socialista, el postmarxismo y el populismo (bueno).
Naomi Klein apoyó activamente las políticas económicas de Hugo Chávez. Laclau y Mouffe han influido decisivamente en el pensamiento político de Unidas Podemos. Pablo Iglesias mostró un día en el Congreso un ejemplar del libro Teoría del partisano, de Carl Schmitt, e Iñigo Errejón es co-autor, en diálogo con Chantal Mouffe, del libro Construir pueblo. Hegemonía y radicalización de la democracia (Icaria, 2015).
Un teatro político
Shock 2 sigue siendo un buen y sugerente espectáculo teatral, planteado, elaborado y ejecutado con las estrategias y logros habituales propios de Andrés Lima y de la tradición de Animalario: sátira, diversión, emoción y propósitos críticos y políticos en el tratamiento de hechos, personajes e ideas.
Es teatro documental, sí, de informe y dossier, de investigación periodística e histórica, y también teatro político militante y activista. Los materiales y, con ellos, las ideas no se exponen para que el espectador reflexione y elabore sus hipótesis, sino que se muestran seleccionados, con inclusiones y exclusiones, conformando ya una tesis: los Estados Unidos (y algunos de sus aliados occidentales) e Israel, los líderes liberales y sus concomitantes grandes grupos económicos son quienes impulsan o aprovechan las calamidades (las guerras, los golpes, las torturas) para consolidar su poder y sacar provecho económico.
Del estricto maniqueísmo de este planteamiento -no hay debate o dialéctica dentro de la obra-, emana -creo que involuntaria, pero inevitablemente- un cierto aroma conspiranoico: hay un plan de unos pocos contra muchos, que no están enterados, no saben ni pueden reaccionar y son (somos) sus víctimas.
Shock 2 sigue siendo, como digo, un buen espectáculo teatral, digno de verse, pero es, en mi opinión, inferior a Shock 1. Ello se debe a que sus responsables han querido meter -y han metido- demasiadas cosas, demasiados personajes y datos, demasiadas escenas. La duración se hace -no digo que sea- excesiva y se tiene la impresión, antes de su definitivo desenlace, de estar asistiendo sucesivamente a varios finales posibles.
A medias por causa de la escritura o de la dirección, algunos personajes, acontecimientos y, en definitiva, escenas no parecen justificar su comparecencia o no acaban de funcionar con la efectividad que cabría esperar, sea ésta cómica, dramática o meramente informativa.
Pienso, hablando de escenas, en el encuentro de los matrimonios Bush/Aznar (con tornado incluido), en la recreación de Marta Sánchez cantando Soldados del amor ante las tropas en el Pérsico o en la muerte del reportero José Couso por disparos de tanques norteamericanos en el Hotel Palestine de Bagdad.
A lo último, suenan a todo trapo los Rolling Stones y Paint It Black, y eso siempre se agradece. El espectáculo acaba en alto, con el espectador sin decidirse entre bailar o gestionar su congoja y su indignación. ¡Teatro!